EXTRACTOS 1
AMOR
Hay un solo hombre y una sola mujer. Son dos principios que
están fuera de la existencia, profundamente en el interior de cada
cuerpo.
En el cuerpo de cada mujer, por detrás de sus pensamientos
y anhelos cortidianos, está este poder extraordinario e inimaginable
de ella, la mujer, la mujer divina. Cada mujer sobre la Tierra está
intentando manifestar sus divinas cualidades femeninas. Cada mujer suspira,
llora o ríe con alegría al sentir el ligero movimiento
de su presencia.
Es igual para el hombre. Profundamente adentro de la psiquis
de cada hombre está el divinamente noble principio del hombre. Este
también está intentando manifestarse, subiendo a través
de 2000 millones de años de pasado, empujando para llegar al cerebro
y los sentidos y expresar sus divinas cualidades masculinas.
El incesante esfuerzo del par divino por llegar juntos a la existencia
y estar unidos aquí como lo están allá, es la explicación
del dolor y la alegría de la vida y el amor sobre la Tierra. Todo
lo demás es secundario a este gran movimiento incitante.
Y así, cada mujer siente la extraordinaria necesidad
de hacer o ser mejor, de descubrir qué es el amor, de ser más
real, de ser más hermosa. Sí, particularmente de ser más
hermosa, no sólo en apariencia ya que esto da una satisfacción
pasajera como una beldad en la tapa de una revista, sino interiormente.
La belleza interior es libertad divina.
Todo hombre siente dentro de sí la misma presión
divina, la necesidad de ser noble, valiente, honesto, verdadero, y de amar
y ser amado verdaderamente por la mujer. Sólo a través del
amor mutuo pueden alguna vez unirse aquí.
Y esto significa que cada uno abandone el amor por su falso
ser.
Permíteme mostrarte en tu propia experiencia lo que es
el principio divino del amor o Dios, antes de tomar forma humana. El principio
divino es vida, la vida que está en cada cuerpo. La vida que está
en el interior es tan delicada, tan sutil, tan nada, que nadie sabe realmente
que está allí. Es vida. Pero, ¿qué es? Es vida
antes de que la vida tome forma. Es Dios o conciencia divina sin nada en
ella. Cuando esa vida pura sube al cerebro humano, el cerebro la divide
y la convierte sensorialmente en masculina o femenina, hombre o mujer.
Dado que, innegablemente, la vida está en el cuerpo que
está leyendo estas palabras, la primera forma que la vida toma sobre
la Tierra después de pasar a través del cerebro humano es
obviamente tu cuerpo. Y, habiendo sido dividida por el cerebro, tu vida
o cuerpo se manifiesta como masculina o femenina.
La tarea de la vida sobre la Tierra es volver a la conciencia
divina sin división que está por detrás del cerebro,
por detrás de las formas masculina y femenina. Esto es llamado realización
de Dios, la re-entrada o reunión consciente con la pura vida interior
sin forma.
Esto sólo puede ser hecho de manera completa a través
del amor del hombre y la mujer afuera. Las dos aparentes divisiones de
ella y él, deben ser eliminadas en la conciencia y la unión
de amor.
Para el hombre, el realizar a Dios o la vida en su interior
sin unión amorosa con la mujer en la carne, le trae una incompleta
realización de Dios o la vida. Queda en él un miedo a Dios
o la vida: el miedo al amor de la mujer, un mecanismo protector de su falso
yo. Tales hombres son habitualmente célibes religiosos y son llamados
“santos” por otros hombres y mujeres temerosos del amor. En su egoísmo
o miedo a amar a la mujer, dejan atrás parte de su vida en la existencia.
Y esa parte, como una deuda de karma impaga, los arrastrará de vuelta
una y otra vez a amar hasta las últimas consecuencias, hasta el
fin (de su egoísmo).
¿Puedes tú, hombre, dejar alguna vez de pensar
en la mujer? ¿Por qué habrías de hacerlo? Ella es
el otro lado de Dios en la existencia, el otro lado de tu ser. Y tú,
mujer, nunca dejarás de pensar en el amor del hombre. Están
atados por su separación. Y hasta que se unan en la carne en amor,
honestidad, rectitud y verdad, vagarán en sus pensamientos y soñando
despiertos, siempre buscando pero no encontrando nunca por muchos tiempo.
En la existencia, no hay modo de escapar del amor.
Extractado de “El curso en Ser” Stockholm, 1993.
TRADUCCION: KISHORI & SHALABHA