El
Ser
detrás
de
la
Máscara
Hace
mucho,
mucho
tiempo,
cuando
los
seres
humanos
no
estaban
tan
fijados
en
sus
cuerpos
físicos
como
están
hoy,
vivía
un
hombre
(¿o
era
una
mujer?)
que
se
hizo
una
máscara
maravillosa,
una
máscara
que
podía
poner
muchas
caras.
El
hombre
se
ponía
la
máscara
y
se
entretenía
acosando
repentinamente
a
la
gente
y
observando
sus
reacciones.
A
veces
la
máscara
estaba
riendo,
a
veces
llorando,
a
veces
haciendo
muecas
y
frunciendo
el
ceño.
Sus
víctimas
siempre
quedaban
impactadas
al
ver
una
cara
tan
extraordinaria,
antinatural
y
desconocida,
aun
cuando
estuviese
sonriente.
Pero
para
él
no
hacía
ninguna
diferencia
que
ellos
se
rieran
o
lloraran.
Todo
lo
que
quería
era
la
excitación
de
sus
reacciones.
Sabía
que
era
él
mismo
detrás
de
la
máscara.
Sabía
que
él
era
el
bromista
y
ellos
el
objeto
de
la
broma.
Al
principio,
salía
por
un
rato
con
la
máscara
puesta,
un
par
de
veces
al
día.
Luego,
como
se
acostumbró
a
la
excitación
y
quería
más,
empezó
a
dejarse
la
máscara
todo
el
día.
Finalmente,
no
viendo
la
necesidad
de
sacársela
para
nada,
dormía
con
ella
puesta.
Durante
años,
el
hombre
anduvo
errante
por
la
tierra,
disfrutando
detrás
de
la
máscara.
Hasta
que
un
día
se
despertó
con
un
sentimiento
que
nunca
había
sentido
antes:
se
sentía
solo,
separado,
algo
le
faltaba.
Se
levantó
bruscamente,
alarmado,
y
se
paró
frente
a
una
hermosa
mujer,
e
inmediatamente,
se
enamoró
de
ella.
Pero
la
mujer
dio
un
alarido
y
salió
corriendo,
impactada
por
el
rostro
aterrador
y
desconocido.
“¡Deténte!
¡Yo
no
soy
esto!”,
gritó
él,
retorciendo
la
máscara
para
arrancársela.
Pero
era
él.
La
máscara
no
salía.
Estaba
pegada
a
su
carne.
Se
había
vuelto
su
rostro.
Este
hombre,
por
medio
de
su
máscara
fabulosa,
fue
la
primera
persona
que
entró
a
este
mundo
infeliz.
Pasó
el
tiempo.
Por
más
duramente
que
trató
de
decirles
a
todos
el
desastre
que
se
había
causado
a
sí
mismo,
nadie
le
creía.
Y,
de
todos
modos,
nadie
estaba
interesado
en
escucharlo
porque
todos
lo
habían
copiado.
Todos
se
habían
puesto
sus
propias
máscaras
para
lograr
la
nueva
excitación
de
jugar
a
ser
lo
que
no
eran.
Al
igual
que
él,
todos
se
habían
vuelto
la
máscara.
Pero
ahora,
algo
peor
había
sucedido.
No
sólo
se
habían
olvidado
de
la
broma
y
el
bromista
sino
que
también
se
habían
olvidado
de
cómo
vivir
alegremente,
como
el
ser
detrás
de
la
máscara.
Cómo
fue
que
el
hombre,
con
el
tiempo,
puso
un
punto
final
a
la
mascarada
y
volvió
a
su
ser
dichoso,
es
el
final
de
la
historia,
porque
todas
las
fábulas
deben
tener
un
final
feliz.
Sin
embargo,
solamente
cuando
tú,
el
lector,
estés
alegre
y
libre
de
infelicidad
ahora
(que
es
en
cualquier
momento)
la
historia
terminará
verdaderamente.
Porque
tú
eres
el
hombre
o
la
mujer
con
la
máscara.
La
máscara
que
estás
usando
es
tu
personalidad.
Mira
en
el
espejo
del
baño:
es
ésa.
Observa
las
caras
que
pones.
A
veces
aprobando,
a
menudo
desaprobando.
La
verdad
es
que
no
puedes
creer
que
eres
tú.
Entonces
miras
en
todos
los
espejos
por
los
que
pasas,
hasta
en
las
vidrieras
de
los
negocios,
para
asegurarte
y
confirmarte
que
eres
tú.
A
veces
hasta
tienes
el
sentimiento
extraño
e
irracional
de
querer
sacarte
la
máscara,
¿no
es
así?
Esto
no
es
inusual.
Sólo
que
a
la
gente
no
le
gusta
hablar
de
ello,
suena
tonto.
Pero
cuando
empiezas
a
ser
honesto,
no
es
tan
tonto,
¿no?
La
carga
más
grande
que
estás
llevando
en
tu
vida
es
tu
personalidad:
la
tensión
de
la
simulación.
Mantener
la
simulación
te
aplasta
y
te
chupa
la
vida.
Culpas
a
muchas
cosas
por
la
sensación
de
pesadez
y
falta
de
vida.
Culpas
a
tu
trabajo,
a
tus
relaciones,
a
tu
dieta,
a
tus
problemas.
Y
sin
embargo
es
tu
personalidad
la
que
te
ha
separado
de
tu
alegría
y
vitalidad
naturales.
La
personalidad
te
vuelve
preocupado
y
emocional.
Es
la
causa
de
tus
humores
y
dudas
de
ti
mismo,
tus
depresiones
y
tus
momentos
de
miseria.
Confunde
tu
mente.
Es
temerosa
del
futuro
y
está
llena
de
culpa
o
remordimiento
por
el
pasado.
Se
pone
apática,
aburrida
e
inquieta
con
el
presente.
Es
la
sombra
insospechada
que
se
desliza
entre
tú
y
tu
pareja.
Es
la
astucia
y
la
suspicacia
en
los
ojos.
Vive
de
toda
clase
de
estímulo:
bueno
y
malo,
depresión
y
excitación.
Y
tiene
un
profundo
temor
de
ser
desenmascarada,
descubierta
como
la
falsa
y
aguafiestas
que
es.
La
personalidad
es
el
rostro
de
la
deshonestidad.
¿Reconoces
algunos
de
estos
síntomas
en
ti?
Entonces
estás
listo
para
empezar
a
desmantelar
la
personalidad.
Digo
desmantelar
porque
la
personalidad
es
un
“manto”,
una
capa
.
Y
has
arrojado
el
manto
de
la
personalidad
alrededor
tuyo,
para
escudarte
de
lo
desagradable
del
mundo
y
lo
dañino
de
la
gente.
Has
hecho
de
la
personalidad
tu
protector.
Has
cedido
gran
parte
de
tu
autoridad.
Entonces
la
personalidad
salta
en
tu
defensa
inmediatamente
cuando
te
sientes
herido,
amenazado
o
criticado.
Golpea
duramente
por
ti,
con
palabras
agudas
o
hirientes.
A
veces
te
sobresaltas
ante
su
violencia
e
insensibilidad.
Pero,
por
otro
lado
es
tu
campeón,
tu
defensor.
Entonces
disculpas
y
sigues
mansamente
su
conducta,
a
menudo
pasmosa.
El
taimado
protector,
al
darle
poder
absoluto,
se
vuelve
el
dictador
absoluto
y
te
desesperas
porque
sientes
que
nunca
serás
libre.
La
verdad
es
que
no
tienes
necesidad
de
esta
protección.
La
personalidad
es
como
un
matón
en
la
escuela,
a
cuya
pandilla
te
uniste
alguna
vez
para
mayor
seguridad.
Después,
cuando
ya
has
crecido,
viene
y
te
convence
de
que
todavía
lo
necesitas.
Puede
hacer
esto
porque,
sin
saberlo,
albergas
todo
el
dolor
de
ayer:
los
viejos
miedos
y
las
heridas
de
tu
infancia,
de
tu
juventud
y
de
tu
vida
adulta.
El
matón,
conociendo
tu
miedo,
no
te
dejará
solo.
Y
te
aterroriza
perder
su
protección.
Sin
embargo,
la
personalidad
tiene
su
lugar
y
su
rol.
Es
un
amo
muy
malo,
pero
es
un
buen
sirviente.
No
se
le
debe
permitir
al
sirviente
que
rija
tu
vida.
Ya
la
ha
confundido
lo
suficiente.
Todo
lo
que
percibes
que
está
equivocado
en
el
mundo
es
el
resultado
de
la
personalidad
de
alguien.
De
hecho,
el
mundo
mismo
fue
construido
por
la
ignorancia
de
la
personalidad.
Es
por
eso
que
el
mundo
es
un
lugar
tan
cruel,
explotador
y
deshonesto
comparado
con
la
belleza
y
la
integridad
de
la
Tierra
y
la
naturaleza.
Tal
como
la
personalidad
vive
de
ti
y
consume
tus
recursos,
así
está
el
mundo
agotando
los
recursos
de
la
Tierra.
El
mundo
es
la
personalidad
de
la
Tierra
Voy
a
mostrarte
tu
verdadera
naturaleza,
la
naturaleza
con
la
que
naciste,
y
tu
naturaleza
falsa,
el
fundamento
de
tu
personalidad,
la
fuente
de
tu
infelicidad.
Verás
con
una
nueva
luz
cómo
funciona
el
genio
de
la
naturaleza,
cómo
llegaste
a
estar
separado
de
ese
genio
natural
y
cómo
puedes
volver
a
vivir
en
armonía
con
él.
Explicaré
cómo
se
desarrolla
la
personalidad
y
de
dónde
viene
realmente,
para
que
entiendas
lo
que
es.
De
lo
que
te
irás
dando
cuenta
gradualmente
acerca
de
la
personalidad
es
que
“no
soy
yo”.
Describiré
que
es
“mí”,
el
real
“mí”,
el
ser
detrás
de
la
máscara
y
la
manta
de
la
personalidad.
Estarás
descendiendo
a
tu
propio
subconsciente
donde
reside
la
verdad
del
asunto.
Descubrirás
en
ti
mismo
una
mayor
presencia
de
autoridad.
Te
harás
más
responsable
por
tu
vida,
enderezando
para
siempre
tus
relaciones
confusas
y
corrigiendo
las
situaciones
con
las
que
tu
personalidad
te
ha
dejado.
*
No
naciste
con
tu
personalidad.
Naciste
sin
nada.
Y
puedes
verlo
mirando
a
un
bebé
recién
nacido.
Un
bebé
es
un
cuerpo
de
amor.
Recién
ha
salido
del
misterio,
del
lugar
casi
sin
tiempo
que
es
el
útero.
He
allí
el
hermoso
cuerpito,
sus
movimientos
adorables
y
su
apariencia
dulce
y
fresca.
La
gente
adora
oler
a
los
bebés.
Los
levantan
y
entierran
en
ellos
sus
narices,
y
la
fragancia
no
es
por
cierto
sólo
la
del
talco.
El
bebé
tiene
un
olor
que
no
es
de
los
cinco
sentidos.
Es
el
olor
psíquico
de
la
inocencia.
Y
esa
inocencia
todavía
está
en
ti.
Sin
embargo,
hay
algo
que
falta
en
un
bebé.
Aun
con
toda
su
belleza
y
su
maravilla,
no
puede
tratar
con
el
mundo.
Alguien
tiene
que
pensar
por
él
y
protegerlo.
Al
bebé
le
falta
la
experiencia
de
vivir.
El
adquirir
experiencia
lo
llamamos
crecer
o
envejecer.
Eso
es
lo
que
has
hecho.
El
cuerpo
de
amor
original
del
bebé
todavía
es
tu
cuerpo,
pero
algo
le
ha
pasado.
Ha
experimentado
el
vivir.
Habiendo
ganado
la
experiencia
de
todos
tus
años,
¿puedes
decir
que
todavía
estás
sin
carga
como
un
bebé
recién
nacido?
¿Eres
inocente?
¿Puedes
decir
que
eres
esa
inocencia
ahora,
como
eras
originalmente?
Si
no
es
así,
¿por
qué
no?
Estoy
haciéndote
esta
pregunta
a
ti,
el
lector,
el
ser
que
una
vez
fue
un
bebé
y
ahora
es
un
adulto.
Esto
es
acerca
de
ti.
Estoy
hablando
acerca
de
tu
experiencia
y
lo
que
es
verdadero
en
tu
experiencia
es
la
verdad.
Entonces,
¿qué
es
verdad
en
tu
experiencia?
Hay
dos
modos
de
responder,
desde
adentro
o
desde
afuera.
Desde
afuera,
mirando
tus
tensiones,
preocupaciones
y
problemas,
podrías
decir:
“No.
Estoy
cargado
por
muchas
cosas
que
conozco
y
recuerdo,
mi
culpa,
mis
dudas,
mis
miedos.
A
veces
soy
libre
pero,
tan
pronto
como
me
lo
recuerdan,
sé
que
no
soy
inocente
y
empiezo
a
estar
ansioso
y
a
preocuparme.”
Pero
en
tus
momentos
más
hondos
y
serenos
podrías
decir:
“Sí,
soy
inocente.”
Y
esa
es
la
verdad.
Porque
interiormente
eres
siempre
el
niño
dulce
e
inocente
que
eras,
no
importa
tu
edad
en
años.
La
dulzura
y
la
inocencia
son
tu
naturaleza.
Pero
igual
que
un
bebé,
la
dulzura
y
la
inocencia
no
tienen
lugar
en
este
mundo
si
no
tienen
protección.
Serán
pisoteadas,
manipuladas,
explotadas,
abusadas
y
maltratadas.
¿Cómo
puedo
ser
dulce
e
inocente
como
un
bebé
en
un
mundo
como
éste?
Por
supuesto
que
no
puedes.
Acá
afuera
no
puedes
ser
lo
que
eres
adentro.
Así
es
como
parece
ser.
Pero
la
naturaleza,
la
Madre
Naturaleza,
provee
la
solución,
naturalmente.
La
solución
es
la
experiencia.
Vivir
significa
juntar
experiencia.
No
puedes
vivir
sin
aprender
del
modo
más
difícil
que
si
hay
vidrios
en
el
camino
mejor
que
no
los
pises
con
los
pies
descalzos.
Del
mismo
modo,
nuestra
hermosa
naturaleza
interna
es
protegida
por
el
buen
sentido
de
nuestra
experiencia.
Pero
parece
que
hemos
olvidado
esto.
En
lo
que
concierne
a
nuestra
vida
emocional,
ignoramos
nuestra
experiencia
duramente
ganada.
Alcanzamos
y
abrazamos
repetidamente
aquello
que
nos
lastima
y
nos
lacera.
Soportamos
y
nos
quedamos
con
gente
manipuladora,
emocional
y
enojada:
gente
dañina.
Sucumbimos
ante
las
demandas
egoístas
de
sus
personalidades
y
la
nuestra.
Permitimos
que
las
personalidades
de
otras
personas
vivan
de
nosotros,
así
como
nosotros
vivimos
de
ellas.
En
un
intercambio
loco
y
perverso
nos
ponemos
de
acuerdo
en
explotarnos
los
unos
a
los
otros,
y
sufrimos,
cada
uno
a
su
turno.
¿Quieres
realmente
vivir
con
una
pareja
enojada,
emocionalmente
demandante
o
indiferente?
Por
supuesto
que
no.
Tu
inocencia
no
puede
relacionarse
con
un
amor
tan
destructivo
(si
puedes
llamar
“amor”
a
eso).
Pero
ya
no
vives
más
a
partir
de
tu
inocencia
y
tu
experiencia
pura,
el
amor
con
el
que
naciste
y
el
buen
sentido
que
desarrollaste.
Tu
personalidad
se
ha
metido
en
el
medio.
Y
ahora,
en
tu
vida
emocional,
tu
vida
amorosa,
no
sabes
cuál
es
cuál:
cuál
es
el
buen
sentido
y
cuál
es
el
aguafiestas.
¿Quieres
sufrir?
¡Qué
pregunta
tonta!
Pero,
¿de
qué
otro
modo
explicas
la
manera
en
que
soportas
el
innecesario
dolor
que
te
causa
tu
familia
y
tus
amigos?
¿Cómo
explicas
la
manera
en
que
esperas
que
tus
seres
queridos
y
tus
amigos
soporten
tus
malos
humores?
Disculpas
este
extraño
modo
de
convivir
diciendo:
“Nadie
es
perfecto.
Tenemos
que
soportarnos
mutuamente
los
humores
y
las
infelicidades.”
Pero
yo
te
pregunto:
“¿Es
así?
¿Tienes
que
soportar
las
depresiones,
el
enojo
y
la
infelicidad
de
los
otros?
¿De
dónde
sacaste
esa
idea
loca?”
Te
lo
diré.
Viene
de
tu
personalidad,
y
de
las
personalidades
de
los
otros.
Y
es
una
completa
mentira.
Has
sido
engañado
y
no
lo
sabes.
No
te
das
cuenta
que
la
miseria,
la
depresión
y
los
conflictos
son
para
la
personalidad
tan
satisfactorios
y
plenos
como
la
excitación,
la
aventura
y
la
nueva
experiencia.
La
personalidad
halla
estímulo
en
ambas
cosas:
altos
y
bajos.
Pero
tú
no.
Disfrutas
naturalmente
el
estímulo
de
nuevas
y
variadas
experiencias,
pero
tu
verdadera
naturaleza
no
quiere
herir
a
nadie
como
resultado
de
ello.
La
personalidad
no
se
preocupa
en
absoluto
por
quién
es
herido
o
quién
sufre,
seas
tú
o
cualquier
otro.
Ella
sólo
quiere
la
experiencia,
buena
o
mala.
Tú
verdaderamente
quieres
el
bien
para
ti
y
para
todos.
Esto
se
debe
a
que
en
tu
parte
más
profunda,
en
tu
inocencia,
eres
bueno,
eres
amor,
amor
viviente.
El
amor
es
tu
verdadera
naturaleza.
La
personalidad
es
tu
naturaleza
falsa.
El
amor
es
tu
fundamento
De
este
fundamento
interior
surge
tu
inteligencia,
que
mira
hacia
afuera
y
ve
el
mundo
externo.
Eres
como
una
flor
adorable:
tus
raíces
firmemente
plantadas
en
el
amor,
y
tu
percepción
de
la
vida
brillando
con
belleza
y
con
la
intención
del
bien,
para
que
todos
los
que
puedan
verlo,
lo
vean.
Esa
es
la
verdad.
Eso
es
lo
que
eres...
O
eso
es
lo
que
eras
antes
de
que
tu
personalidad
se
hiciera
cargo.
Ahora
oscilas
entre
los
dos.
Un
día
estás
amoroso,
contento
y
dulce;
al
día
siguiente
estás
aburrido,
deprimido,
ansioso
o
malhumorado,
y
los
que
te
rodean
sufren.
Entonces,
¿de
dónde
viene
la
personalidad?
Viene
del
dolor,
del
dolor
emocional.
Mientras
estabas
ganando
experiencia,
involuntariamente
juntaste
dolor.
Lo
acumulaste
poco
a
poco,
como
infante,
niño,
adolescente
y
adulto.
Cada
vez
que
te
sentiste
herido
por
otros
o
fallaste
en
obtener
lo
que
querías,
una
emoción
dolorida
surgió
y
se
pegó
a
la
emoción
anterior.
Imperceptiblemente,
una
bola
de
dolor
pasado
creció
dentro
tuyo.
Y
de
ese
dolor
surgió
la
personalidad:
la
persona
que
no
eres.
Tú
eres
amor.
El
nombre
de
esa
persona
dolorida
es
Miedo:
una
percepción
del
mundo
ansiosa
y
atemorizada,
una
negatividad
de
percepción,
el
terror
a
ser
herido
nuevamente,
dolorido
en
el
presente,
tal
como
en
el
pasado.
El
dolor
es
el
fundamento
de
la
personalidad.
No
te
das
cuenta
de
que
el
dolor
está
allí,
o
de
que
el
dolor
es
tan
inteligente
como
tú.
No
te
das
cuenta
de
que
está
hablando
y
actuando
a
través
tuyo
gran
parte
del
tiempo,
buscando
seguridad,
que
gusten
de
él,
ser
amado,
aceptado.
Ve
el
presente
a
través
del
pasado.
Proyecta
su
dolor
en
circunstancias
presentes,
volviéndolas
dolorosas
cuando
no
lo
son.
Arruina
lo
bueno
automáticamente.
He
aquí
un
ejemplo.
Cuando
estás
haciendo
el
amor,
la
personalidad
temerosa,
buscando
comodidad
para
mitigar
su
dolor,
surgirá
a
menudo
para
unirse
al
placer.
Instantáneamente,
una
sombra
en
forma
de
reserva,
endurecimiento
o
la
palabra
equivocada,
aparece
en
medio
de
lo
bueno.
Y
la
sensación
de
bien
se
desvanece,
o
es
arruinada.
¿Has
experimentado
esto?
Lo
mismo
sucede
cuando
estás
disfrutando
simplemente
la
compañía
de
alguien.
¿Has
estado
alguna
vez
teniendo
una
conversación
placentera
y,
repentinamente,
una
palabra
equivocada
la
arruina
o
pone
fin
a
la
armonía
de
la
situación?
Esa
es
la
personalidad,
metiéndose.
¿Te
has
sentido
herido
repentinamente
por
lo
que
alguien
dice?
¿No
arruinó
esto
lo
contento
que
estabas
en
el
presente,
haciendo
que
te
relacionases
inmediatamente
con
el
dolor
de
alguna
crítica
o
algún
abuso
en
el
pasado?
¿Ves
cómo
pones
el
pasado
en
el
presente?
*
La
naturaleza
tiene
su
propio
modo
perfecto
de
eliminar
el
dolor
que
da
nacimiento
a
la
personalidad.
Y
esto
explica
porqué
en
la
naturaleza
no
hay
personalidad,
y
no
hay
problemas.
El
primer
dolor
en
la
existencia
es
el
dolor
de
haber
nacido.
Allí
estabas,
como
todos
los
otros
mamíferos
bebés,
abrigado
en
el
útero
de
tu
madre,
inmerso
en
un
calor
de
amor,
fluido
y
constante,
que
proveía
todo
sin
esfuerzo;
sin
necesidad
de
respirar,
de
comer,
de
mantener
el
calor,
de
llorar
por
lo
que
querías.
Entonces,
repentinamente,
fuiste
arrojado
a
un
mundo
de
separación,
un
lugar
nuevo
y
extraño
donde
había
dolor
y
contracción
de
frío,
distancia,
interrupción,
hambre
y
la
inexorable
necesidad
de
respirar
y
de
comunicarse
a
través
del
sonido.
Un
shock
enorme
y
traumático.
Pero
frente
a
este
aparente
desastre,
la
Madre
Naturaleza,
como
siempre,
se
hizo
cargo
de
la
situación.
Tal
como
te
había
cuidado
dentro
del
útero,
te
abasteció
ahora
desde
adentro
de
tu
propia
psiquis.
Dentro
del
impactante
vacío
creado
por
el
haber
nacido,
la
naturaleza
soltó
una
dosis
de
plasma
psíquico
incondicionado.
A
esta
sustancia
energética
ahora
la
llamas
emoción,
pero
en
aquel
estadio
era
la
sustancia
del
amor
incondicionado,
el
amor
sin
tiempo.
Su
función
era
mullir
temporariamente
al
organismo
contra
la
impactante
interrupción
de
su
flujo
de
tiempo
acostumbrado,
dado
que
en
los
primeros
momentos
de
shock,
como
sabes
por
tu
experiencia
como
adulto,
el
tiempo
cesa
literalmente.
En
el
nacimiento
eso
significaría
la
muerte
si
no
fuese
por
esta
afluencia
de
amor
que
llena
el
vacío.
El
amor
llena
el
vacío
al
proveer
en
la
emergencia
una
sensación
de
comodidad,
calor
o
continuidad.
Esto
te
permite
continuar,
a
pesar
de
que
después
del
agudo
shock
de
pérdida,
el
primer
impulso
es
sentir
que
no
puedes
continuar.
La
respuesta
psíquica
de
la
Naturaleza
al
dolor
del
nacimiento,
tal
como
fue
descripta
recién,
sucede
en
todos
los
cuerpos
animales,
no
sólo
en
el
cuerpo
humano.
Dentro
del
cuerpo
de
cada
criatura,
en
algún
lugar
del
abdomen,
arde
una
llama
psico-espiritual.
La
llama
es
constante
y
cósmicamente
fría,
como
los
rayos
del
sol
que
son
fríos
hasta
que
atraviesan
la
materia.
La
función
de
la
llama
es
consumir
el
plasma
psíquico
de
emergencia.
Este
almohadón
salvavidas
de
amor
o
conciencia
es
tiempo
futuro;
el
futuro
hacia
el
que
se
está
moviendo
el
organismo
al
vivir
y
evolucionar.
Así
que
el
organismo
literalmente
le
ha
pedido
prestado
tiempo
y
seguridad
a
su
propio
futuro.
La
llama
tiene
que
consumir
el
plasma
lo
más
pronto
posible.
La
velocidad
es
vital
porque
es
claro
que
el
“tiempo
futuro”
no
tiene
lugar
en
el
presente.
En
el
presente
o
presencia
del
cuerpo,
se
degrada
inmediatamente
en
emoción,
en
negatividad.
Se
vuelve
tiempo
pasado
o
el
pasado.
Toda
emoción
es
el
pasado
reafirmándose
a
sí
mismo;
y
a
menos
que
la
emoción
sea
consumida
rápidamente,
el
organismo
empezará
a
vivir
en
el
pasado
y
a
ser
una
anormalidad
de
la
naturaleza.
La
respuesta
psíquica
de
la
naturaleza
al
shock
continúa
a
lo
largo
de
la
vida
del
cuerpo.
Por
ejemplo,
después
del
shock
de
una
pelea
o
una
herida,
los
animales
tienden
a
buscar
un
lugar
tranquilo
para
recostarse
y
lamer
sus
heridas.
Esto
es
para
permitir
que
la
llama
esencial
en
sus
vientres
consuma,
digiera
y
convierta
la
emoción,
el
pasado,
nuevamente
en
el
presente
o
presencia
de
amor
o
conciencia.
La
conciencia
reconvertida
sirve
entonces
a
otro
propósito
vital
que
reconocerás
en
tu
propia
vida.
Lleva
consigo
la
impresión
de
la
experiencia
que
el
animal
acaba
de
atravesar.
El
animal
ha
ganado
o
crecido
en
experiencia
y
desde
ahora
recurrirá
instintivamente
a
esa
experiencia
para
proteger
más
eficientemente
su
supervivencia
en
el
futuro,
tal
como
haces
tú
después
de
escaparte
por
un
pelo
de
cualquier
situación.
Y
es
así
como
surge
el
viejo
dicho:
“Para
un
camino
difícil
se
necesita
un
perro
viejo.”
que
quiere
decir:
“Un
perro
viejo
con
experiencia
está
mejor
equipado
para
vérselas
con
el
futuro.”
Es
así
que
el
“tiempo
futuro”
que
se
ha
pedido
prestado
sirve
para
un
propósito
en
el
presente.
Tal
es
el
milagro
de
la
divina
inteligencia
que
está
diseñando
esta
existencia.
Pero
el
animal
humano
la
estropea,
rompe
la
armonía
divina.
Solamente
el
animal
humano
se
aferra
al
dolor
del
suceso.
El
animal
humano
piensa
acerca
del
dolor,
vuelve
al
pasado.
La
conciencia
del
presente
está
ausente.
Esto
impide
que
el
tiempo
que
se
ha
pedido
prestado
sea
convertido
nuevamente
en
amor
en
el
presente,
porque
la
conciencia
es
la
llave
de
la
armonía
y
la
libertad.
El
resultado
es
que,
mientras
gana
en
experiencia,
el
animal
humano
acumula
y
regenera
dolor
emocional,
cosa
que
el
animal
no
hace.
Ambos
ganan
en
experiencia
que
salva
la
vida,
pero
sólo
el
humano
sufre
emocionalmente
por
ello.
TRADUCCION: KISHORI & SHALABHA