LA VERDADERA NATURALEZA DE LA MENTE
Fragmento
del
libro
Cambio
de
expresión:
trabajar
con
las
emociones
Tradución
al
español:
Miriam
Cotes
Benítez
El Lama Gendun nació en Tíbet. Como muchos otros, salió de su país cuando los chinos lo invadieron. Reconocido como un meditador que pasó largos años en retiro tanto en Tíbet como en India, fue invitado a la Dordoña en los años 70 para enseñar meditación a los occidentales interesados. El Lama Gendun murió en Francia a finales de los años 90. El texto en el que esta enseñanza se basa es un trabajo de Chagme Rinpoche, un estudioso y experimentado lama del siglo XVII.
***
Aquellos
que
practican
el
Vajrayana,
las
enseñanzas
tántricas
secretas,
tienen
un
compromiso
sagrado
de
no
rechazar
las
emociones
del
apego,
la
ira,
la
ignorancia,
el
orgullo
y
la
envidia
o
los
celos.
La
razón
para
que
esto
sea
así
tiene
que
ver
con
que
si
las
rechazan,
nunca
tendrán
la
posibilidad
de
descubrir
su
sabiduría
intrínseca.
Al
abandonar
los
cinco
venenos,
abandonamos,
al
mismo
tiempo,
cualquier
posibilidad
de
realizar
las
cinco
sabidurías,
puesto
que
ellas
se
encuentran
en
el
mismo
lugar
de
las
emociones.
Esa
es
la
razón
por
la
cual,
cuando
nos
comprometemos
con
las
prácticas
tántricas,
debemos
trabajar
con
los
diferentes
objetos
que
dan
surgimiento
a
las
reacciones
emocionales.
Los
objetos
mismos
del
apego,
el
odio,
etc.,
se
convierten
en
los
medios
para
la
liberación
de
los
conflictos
emocionales.
En
términos
prácticos,
esto
significa
que
cuando
uno
de
los
cinco
venenos
aparece
en
la
mente,
tenemos
que
mirar
directamente
su
esencia
hasta
entender
que
en
verdad
no
tiene
una
existencia
real.
Percepción,
emoción
y
sabiduría
Las
emociones
aparecen
debido
a
las
condiciones
creadas
por
nuestra
mente
confusa.
Nuestra
conciencia
fundamental,
que
en
el
momento
presente
se
encuentra
en
un
estado
de
total
ignorancia,
proyecta
a
partir
de
sí
la
idea
de
un
mundo
experimentado
por
medio
de
los
cinco
sentidos,
los
cinco
órganos
de
los
sentidos
y
sus
relaciones
activas
con
los
objetos
externos.
Debido
a
nuestros
hábitos
previos,
la
mente
proyecta
imágenes
que
considera
separadas
de
ella
misma.
Entonces,
éstas
se
convierten
en
formas
que
actúan
como
objetos
para
la
vista,
sonidos
para
el
oído,
y
así
sucesivamente.
La
presencia
de
estos
objetos
aparentemente
independientes
hace
que
la
mente
se
perturbe,
permitiendo
la
aparición
de
las
emociones.
Por
ejemplo,
cuando
nuestros
ojos
ven
una
forma,
la
cosa
no
se
queda
ahí:
inmediatamente
reaccionamos
frente
a
ella.
Cuando
la
forma
nos
parece
agradable,
nos
sentimos
atraídos.
Si
la
encontramos
desagradable
o
repulsiva,
la
rechazamos
y
queremos
alejarnos.
Lo
mismo
aplica
a
toda
la
información
sensorial,
es
decir,
a
todo
lo
que
oímos,
olemos,
probamos
o
tocamos.
Cada
vez
que
los
órganos
de
los
sentidos
entran
en
funcionamiento
deberíamos
mirar
directamente
la
esencia
real
de
lo
que
está
sucediendo.
Gradualmente
llegaremos
a
ver
que
el
objeto
que
estamos
percibiendo
no
es
más
que
la
mente
trabajando.
El
objeto
es
la
mente,
no
se
diferencia
de
ella
y,
por
lo
tanto,
no
hay
necesidad
de
crear
ninguna
dualidad
artificial
manteniendo
una
distinción
clara
entre
sujeto
y
objeto.
Si
miramos
la
esencia
de
esta
carencia
de
dualidad,
la
verdadera
naturaleza
del
objeto
y
de
la
mente
que
lo
percibe,
descubriremos
la
esencia
misma
de
la
mente.
Esta
percepción
de
la
esencia
de
la
mente
tiene
lugar
cuando
todos
los
pensamientos
previos
se
han
detenido
y
el
siguiente
pensamiento
aún
no
ha
aparecido.
La
mente
se
encuentra
en
el
presente
espontáneo,
su
propia
realidad.
Es
la
mente
la
que
ve
su
propia
esencia
y
es
a
esto
a
lo
que
le
damos
el
nombre
de
sabiduría
primordial.
Su
presencia,
entonces,
aclara
las
emociones
atómicamente.
Es
como
encender
una
vela
en
un
cuarto
oscuro:
tan
pronto
como
la
luz
se
hace
presente,
la
oscuridad
desaparece
por
sí
sola.
En
forma
similar,
el
simple
hecho
de
que
la
sabiduría
esté
en
la
mente
hace
que
las
emociones
se
desvanezcan
por
completo.
Si
tenemos
éxito
en
meditar
así,
en
ese
mismo
instante
veremos
la
sabiduría
inherente
a
cada
emoción
y,
por
ende,
nos
liberamos
de
su
aspecto
negativo.
Esto
es
lo
que
se
conoce
como
la
aparición
y
la
liberación
simultánea
de
las
emociones.
Cada
uno
de
los
cinco
venenos
se
reconoce
como
una
de
las
cinco
sabidurías.
Sí,
por
el
contrario,
no
logramos
ver
el
aspecto
de
sabiduría
del
evento
que
está
teniendo
lugar
en
la
mente,
una
vez
más
quedamos
atrapados
en
la
dualidad.
Seguimos
el
pensamiento,
nos
dejamos
influenciar
por
él
y
empezamos
a
reaccionar
ante
el
objeto
aceptándolo
o
rechazándolo,
hasta
que
la
mente
queda
invadida
por
la
confusión
y
las
emociones
y
terminamos
teniendo
que
experimentar
el
sufrimiento
que
sigue.
Dice
en
el
texto
que
si
renunciamos
a
los
cinco
venenos
será
imposible
encontrar
la
sabiduría.
La
actividad
de
las
emociones
es
la
actividad
de
la
mente.
Cada
emoción
que
aparece
no
es
más
que
la
mente
misma
en
acción
y,
por
lo
tanto,
si
rechazamos
las
emociones
estamos
rechazando,
al
mismo
tiempo,
la
mente.
Sólo
a
través
de
su
actividad
descubrimos
la
actividad
de
la
sabiduría
y,
entonces,
al
rechazar
la
actividad
emocional
de
la
mente,
rechazamos
la
posibilidad
de
encontrar
su
actividad
de
sabiduría.
Esto
nunca
nos
llevará
a
realizar
la
realidad
última
de
la
mente.
Abandonar
los
cinco
venenos
es
un
camino
menos
directo
a
la
iluminación.
Es
el
camino
que
siguen
los
sravakas
(practicantes
realizados
del
camino
Hinayana).
Sin
embargo,
ver
la
verdadera
naturaleza
de
las
emociones
en
la
medida
en
que
se
presentan
no
es
una
tarea
fácil.
Si
solamente
nos
permitimos
mirar
las
emociones
que
aparecen
en
nuestra
mente,
una
detrás
de
la
otra,
en
la
forma
usual,
no
somos
diferentes
de
lo
que
éramos
antes.
Nada
ha
cambiado.
Si
de
verdad
gozamos
con
nuestras
emociones,
incrementando
deliberadamente
su
fuerza
hasta
que
nos
intoxican
completamente,
nos
estaremos
comportando
como
alguien
poseído
y,
en
consecuencia,
acumularemos
el
karma
de
un
demonio.
También
puede
suceder
que
nos
convirtamos
en
ese
tipo
de
personas
que
cada
vez
se
sienten
más
orgullosas
de
su
habilidad
para
lidiar
con
las
emociones.
Puesto
que
su
entendimiento
no
se
ha
desarrollado
plenamente,
incrementan
el
poder
de
las
emociones.
Entre
más
fuertes
se
vuelven,
más
grande
se
hace
su
orgullo.
Y
las
cosas
no
paran
ahí.
Pese
a
no
estar
libres
de
confusiones
emocionales,
estas
personas
sostiene
que
sí
lo
están
y
se
auto
erigen
en
ejemplos
para
otros.
Motivadas
por
un
gran
orgullo,
buscan
hacer
crecer
su
reputación,
que
las
reconozcan
como
importantes
y
famosas
por
su
"adecuado"
manejo
de
las
emociones.
Cada
vez
más
confusas,
acumulan
un
karma
que
crece
cada
instante
en
negatividad.
Un
Buda
para
cada
emoción
Si
logramos
mirar
directamente
la
realidad
de
cada
uno
de
los
cinco
venenos,
en
la
medida
en
que
aparecen,
reconoceremos
que
no
son
otra
cosa
que
las
cinco
sabidurías.
En
el
veneno
de
la
ira
y
el
odio
percibiremos
la
sabiduría
como
espejo
que
corresponde
al
Buda
Dorje
Sempa.
Mirando
directamente
la
naturaleza
del
orgullo,
encontraremos
la
sabiduría
de
la
igualdad
y
al
Buda
Ratnasambhava.
En
la
naturaleza
del
deseo
descubriremos
la
sabiduría
discriminativa
y
al
Buda
Amithaba.
Si
miramos
los
celos
y
la
envidia,
veremos
la
sabiduría
que
todo
lo
logra
y
al
Buda
Amoghasiddhi.
Y
si
miramos
la
ignorancia,
encontraremos
la
sabiduría
del
dharmahatu
y
al
Buda
Vairocana.
Estos
Budas
también
corresponden
a
las
diferentes
energías
elementales
del
cuerpo,
cada
una
de
las
cuales
está
asociada
con
una
emoción.
Ver
a
través
de
las
emociones
produce
no
sólo
la
realización
de
un
aspecto
de
la
sabiduría
sino
que
transforma
el
elemento
correspondiente
del
cuerpo
en
cada
uno
de
los
cinco
Budas.
En
el
Vajrayana
no
abandonamos
las
emociones.
Simplemente
miramos
su
naturaleza
o
esencia,
a
partir
de
lo
cual
éstas
se
transforman
automáticamente
en
las
cinco
sabidurías
y,
espontáneamente,
generamos
las
mentes
de
los
cinco
Budas
arquetípicos.
Este
tipo
de
práctica
la
emplean
quienes
meditan
de
acuerdo
con
la
tradición
del
Mahamudra
o
el
Dzogchen.
Un
remedio
para
todas
las
enfermedades
Mirar
directamente
la
esencia
o
naturaleza
de
una
emoción
es
un
método
que
puede
aplicarse
en
todos
los
casos,
de
la
misma
manera
en
que
podemos
utilizar
una
sola
medicina
para
curar
cien
enfermedades.
El
practicante
con
grandes
habilidades
utilizará
este
método
para
"inflar"
las
emociones
en
el
instante
en
que
alguna
de
ellas
aparezca
en
la
mente.
Esto
equivale
a
arrojar
una
diminuta
chispa
de
fuego
en
un
montón
de
heno
seco:
inmediatamente
se
encenderá
y
será
completamente
destruido.
Aunque
la
chispa
original
es
pequeña,
puede
quemar
cualquier
cantidad
de
heno.
De
la
misma
forma,
una
pequeña
chispa
de
sabiduría
puede
quemar
toda
la
confusión
de
la
mente
y
las
emociones
asociadas
con
ella,
hasta
que
lo
único
que
queda
en
la
mente
es
realidad
última.
Aquellos
practicantes
de
medianas
capacidades
deben
utilizar
este
método
de
la
siguiente
manera:
tan
pronto
como
una
emoción
aparezca
en
la
mente
en
el
momento
de
la
meditación,
deben
examinarla
directamente,
con
una
mirada
desprovista
de
cualquier
revestimiento.
La
emoción
se
calmará
inmediatamente
y
perderá
poder
sobre
el
practicante.
Se
dice
que
este
proceso
equivale
a
reconocer
la
no
dualidad
del
agua
y
las
olas.
En
la
superficie
del
mar
se
pueden
ver
muchas
olas
de
diversos
tamaños
y
formas.
Sin
embargo,
el
contenido
de
las
olas
es
la
misma
agua
del
mar.
En
realidad,
no
hay
distinción
entre
las
olas
y
el
agua.
De
igual
forma,
todas
las
emociones
que
aparecen
en
la
mente
no
son
otra
cosa
que
la
mente
misma.
Por
lo
tanto,
no
hay
razón
para
que
debamos
rechazar
la
emoción
o
para
que
la
consideremos
diferente
a
la
mente.
El
practicante
promedio
podrá
entender
esto
y,
al
experimentar
directamente
el
hecho
de
que
las
emociones
son
simplemente
la
mente,
éstas
se
calmarán
por
su
propia
cuenta.
El
practicante
de
capacidades
ordinarias
podrá
hacerse
consciente
de
la
emoción
en
el
momento
en
que
ésta
aparece
en
la
mente.
No
deberá
involucrarse
en
la
emoción
y
dejarse
tomar
por
ella
que
es
lo
que
usualmente
sucede.
Es
como
alguien
loco
que
de
pronto
recupera
el
juicio.
Libre
de
su
locura,
su
conciencia
ordinaria
regresa.
En
forma
similar,
tan
pronto
como
esta
persona
se
da
cuenta
de
la
presencia
de
una
emoción,
aplica
la
práctica
que
considere
apropiada
en
ese
momento
y
circunstancias.
Ser
concientes
de
la
emoción,
incluso
de
manera
parcial,
aunque
no
nos
libera
nos
da
el
punto
de
arranque
para
la
aplicación
posterior
de
otros
enfoques
para
trabajar
con
las
emociones.
Para
nosotros
es
difícil
considerar
la
ignorancia
como
una
emoción,
pero
si
pensamos
cuidadosamente,
podemos
ser
influenciados
por
la
ignorancia
como
por
el
deseo
y
la
ira.
La
ignorancia
no
es
algo
neutral
sin
efectos
o
consecuencias,
es
un
estado
definido
de
la
mente
que
hace
que
actuamos
en
una
forma
determinada.
La
ignorancia
ocurre
cuando
no
somos
capaces
de
ver
las
cosas
como
realmente
son.
Esta
incapacidad
de
reconocer
lo
que
está
sucediendo
puede
ser
consciente
o
inconsciente:
unas
veces
se
presenta
como
inocencia
y
otras
como
indiferencia,
es
decir,
no
querer
ver
deliberadamente
lo
que
está
pasando.
Puede
involucrar
factores
como
una
confusión
general
acerca
de
lo
que
está
ocurriendo
o
la
formación
de
visiones
totalmente
erradas.
También
tiene
que
ver
con
el
apego.
La
ignorancia
a
veces
puede
ser
muy
cómoda
("la
ignorancia
es
una
bendición",
dicen.
Si
nos
miramos
de
cerca,
podemos
encontrar
estas
actitudes
en
gran
cantidad
de
nuestros
comportamientos).
Desde
el
punto
de
vista
budista,
la
ignorancia
nada
tiene
que
ver
con
la
inocencia
o
la
bienaventuranza.
Por
el
contrario,
es
la
causa
principal
de
nuestro
sufrimiento
y,
por
ello,
es
que
se
incluye
de
forma
explícita
entre
los
cinco
venenos.