Shamar Rinpoche
La
meditación
es
una
práctica
sumamente
profunda,
en
la
que
se
ahonda
más
y
más
en
la
medida
que
uno
progresa.
Mi
consejo
a
todos
es
empezar
de
una
manera
sencilla,
tan
sencilla
como
sea
posible.
Honestamente,
sin
embargo,
debo
deciros
que
me
siento
limitado
para
emprender
la
tarea
de
comunicar
la
verdadera
experiencia,
incluso
la
forma
más
elemental
de
meditación
debido
a
los
límites
del
lenguaje.
La
terminología
de
cualquier
lengua,
dado
que
es
una
invención
humana,
está
basada
exclusivamente
en
la
experiencia
común,
y
así
ocurre
con
el
lenguaje
filosófico,
que
está
confinado
dentro
de
los
límites
de
la
experiencia
interior
compartida,
sin
ningún
punto
de
referencia
exterior
con
el
que
estar
de
acuerdo.
El
lenguaje,intrínsecamente,
es
incapaz
de
trascender
la
experiencia
personal,
y
esto
es
la
raíz
del
dilema
al
que
nos
enfrentamos.
Si,
por
ejemplo,
tú
tocas
una
taza
de
té
caliente
la
sensación
de
calor
se
percibe
y,
de
la
misma
manera,
sentirás
una
sensación
de
frío
si
tocas
un
cubo
de
hielo.
Así,
los
términos
caliente
y
frío
tienen
un
significado
bastante
preciso
sobre
el
que
todo
el
mundo
puede
estar
de
acuerdo,
ya
que
todos
hemos
experimentado
estas
sensaciones
a
través
del
contacto
físico
en
algún
momento.
Pero
¿cómo
vamos
a
verificar
nuestra
mutua
aceptación
de
términos
usados
para
comunicar
incontables
experiencias,
tales
como
ciertos
estados
de
conciencia
que
emergen
durante
la
meditación?
Aunque
es
verdad
que,
durante
los
siglos
precedentes,
una
jerga
filosófica
ha
surgido
en
Tibet
en
base
a
determinados
términos
del
Dharma,
inventados
por
meditadores,
la
comprensión
de
los
significados
reales
de
estos
términos
requiere
un
substancial
cúmulo
de
información
y
estar,
en
algún
modo,
familiarizado
con
estas
experiencias.
Se
dice,
por
ejemplo,
que
en
la
práctica
del
Mahamudra,
surge
la
experiencia
de
“Rojik”
(la
cual
se
traduce
aproximadamente
como
“un
gusto”)
***
Mahamudra
quiere
decir
literalmente
“La
Meditación
del
Gran
Sello”,
en
el
sentido
de
que
es
como
un
sello
lacrando
un
documento
con
cera
fundida;
esto
no
es
cambiante;
esto
significa
que
después
las
cosas
son
percibidas
equilibradamente.
Este
es
uno
de
los
muchos
niveles
de
realización
que
puede
conseguirse
a
través
de
la
práctica
de
Mahamudra.
Es
difícil
precisar
a
qué
se
refiere
el
término
Rojik.
La
palabra
“gusto”
es
sólo
una
analogía
para
una
clase
de
experiencia
mental.
No
se
trata
del
gusto
experimentado
por
la
lengua.
Una
persona
que
haya
experimentado
la
consciencia
de
un
gusto
puede
comunicarse
con
alguien
más
que
haya
tenido
la
misma
experiencia
por
medio
del
uso
de
esta
palabra,
pero
el
término
será
abstracto
e
incomprensible
para
aquellos
otros
que
todavía
no
lo
hayan
experimentado.
Como
nos
indica
este
ejemplo,
la
terminología
del
Dharma
puede
funcionar
como
un
de
comunicación
casi
perfecto
entre
dos
seres
que
comparten
la
misma
profundidad
en
la
realización
de
la
meditación,
pero
usándolo
de
una
manera
general
tiende
a
ser
vago
y
obtuso,
y
solo
capaz
de
proporcionar
un
bosquejo
aproximado
del
significado
perseguido.
Sin
embargo,
a
pesar
de
estos
puntos
de
vista
sobre
la
naturaleza
del
lenguaje,
intentaré
compartir
mis
ideas
acerca
de
la
meditación.
Como
ya
he
dicho
anteriormente,
la
meditación
más
profunda
empieza
con
una
meditación
sencilla.
La
que
proporciona
la
calma
duradera
(T:Shinnay,
S:
Shamatha)
consiste
en
una
técnica
muy
efectiva,
que
es
vigorizante
y
nada
complicada.
Existen
muchos
métodos
diferentes,
y
todos
tienen
el
mismo
propósito
subyacente:
capacitar
a
la
mente
a
permanecer
en
paz
y
sin
interrupción
en
un
estado
estable
con
una
concentración
enfocada
en
un
punto,
durante
un
prologado
periodo
de
tiempo.
Uno
empieza
por
aprender
a
sentarse
durante
periodos
de
diez,
veinte
o
treinta
minutos,
extendiendo
gradualmente
la
duración
de
las
sesiones
de
meditación.
La
capacidad
de
permanecer
en
un
estado
de
completa
absorción
se
considera
extremadamente
avanzada,
pero
incluso
durante
los
primeros
estadios
de
la
meditación
uno
puede
aprender
a
sentarse
tranquilamente
y
ser
consciente
de
su
mente,
observando
el
flujo
de
los
pensamientos
que
aparecen
y
se
van,
que
son
como
el
rápido
movimiento
de
las
nubes
en
el
claro
cielo.
Al
principio,
la
mente
del
meditador
es
como
un
caballo
salvaje,
y
por
medio
de
comprometerse
en
la
práctica
consistente
de
la
meditación,
de
la
pacificación
mental,
ésta
se
podrá
domesticar
gradualmente.
Finalmente,
la
mente
se
convertirá
en
algo
claro
y
completamente
libre
de
agitación.
La
actividad
de
la
mente,
que
al
principio
es
una
cascada
de
agua,
más
tarde
se
convierte
en
el
suave
fluir
de
las
corrientes
de
un
río
ancho
para
transformarse,
finalmente,
en
las
tranquilas
aguas
de
un
claro
lago
de
montaña.
Para
sentar
las
bases
del
desarrollo
de
la
capacidad
de
concentración,
que
es
el
corazón
de
la
meditación
de
la
calma
duradera,
nosotros
deberemos
empezar
explorando
la
naturaleza
de
la
distracción
para
determinar
en
qué
consiste
y
cómo
aparece.
Existen
dos
principales
categorías
de
la
distracción:
interior
y
exterior.
La
distracción
exterior
se
refiere
a
las
molestias
del
entorno
físico,
tales
como
sonidos
que
perturban
la
concentración.
A
veces,
la
distracción
puede
ocurrir
sin
uno
darse
cuenta.
Es
fácil
distraerse
siguiendo
toda
clase
de
pensamientos,
siendo
envuelto
de
esta
manera
en
experiencias
externas
sin
ser
conscientes
de
lo
que
está
ocurriendo.
Al
principio,
es
difícil
mantener
la
atención
sin
perderse,
pero,
lentamente,
en
progresivos
estadios,
esas
influencias
externas
que
nos
distraen
son
superadas.
A
veces,
para
realizar
la
disciplina
en
la
meditación,
meditadores
experimentados
utilizan
técnicas
adicionales
como
la
de
mantener
en
equilibrio
un
vaso
lleno
de
agua
sobre
sus
cabezas.
La
distracción
puede
tomar
muchas
formas,
algunas
aparentemente
positivas
y
otras
aparentemente
negativas.
Las
distracciones
negativas
incluyen
todo
tipo
de
estados
emocionales
agitados,
tales
como
el
enfado,
los
celos
y
el
miedo.
Así,
es
posible
que
las
intensas
emociones
parezcan
ser
magnificadas
por
la
práctica
de
la
meditación,
convirtiéndose
en
sentimientos
más
abrumadores.
Esto
sucede
debido
al
hecho
de
que
en
la
vida
ordinaria
la
mente
está
normalmente
saltando
de
aquí
a
allí,
con
un
movimiento
a
la
deriva,
agitado,
charlando
sin
cesar,
preocupada
con
una
actividad
mental
incesante,
por
lo
que
los
estados
emocionales
tienden
a
no
notarse
de
una
manera
profunda.
Sin
embargo,
en
el
espacio
vacío
de
la
mente,
tranquilamente
absorbida,
la
fuerza
obsesiva
de
los
patrones
emocionales,
se
transforma
en
algo
claramente
obvio.
Las
distracciones
interiores
que
implican
sentimientos
positivos
son
más
sutiles
y
engañosas.
Suceden
como
maravillosos
y
agradables
marcos
de
la
mente
que
resultan
de
exitosos
logros
en
la
práctica
de
la
meditación
de
la
calma
duradera,
y
se
caracterizan
por
tremendos
sentimientos
de
satisfacción,
comodidad
y
un
sentimiento
de
felicidad
y
bienestar.
La
dificultad
reside
en
que
es
bastante
probable
que
el
meditador
se
apegue
a
estos
estados
de
la
mente
y
se
esfuerce
en
provocar
que
se
repitan
en
un
intento
de
mantener
un
sentimiento
duradero
de
abandono
dichoso.
De
esta
manera,
el
apego
se
transforma
en
un
obstáculo
que
impide
un
avance
en
posteriores
estadios
de
consciencia.
En
la
ausencia
de
distracciones,
tanto
interiores
como
exteriores,
emergerá
un
sentimiento
de
bienestar,
claridad
y
de
apreciación
intuitiva
de
la
vacuidad.
Sin
embargo,
en
este
momento,
con
nuestra
forma
de
pensar
ordinaria,
nos
detenemos
y
miramos
a
una
taza
de
té
que
está
sobre
la
mesa,
enfrente
de
nosotros,
no
sentiremos
estas
cualidades
positivas
de
la
mente
emergiendo.
Incluso
si
fuéramos
capaces
de
mantener
un
estado
de
atenta
conciencia
mientras
enfocamos
la
atención
sobre
un
objeto,
sería
como
sujetar
a
un
pony
salvaje
al
otro
extremo
de
un
lazo.
Pero,
en
la
medida
que
uno
progresa
en
la
meditación,
la
mente
se
domestica
más
y
más
y,
finalmente,
el
objeto
de
la
atención
se
cambia
al
yo;
resultando
en
una
experiencia
de
bienestar
expansivo,
claridad
y
un
vasto
sentimiento
de
vacuidad
que
lo
impregna
todo,
que
se
caracteriza
por
la
ausencia
de
los
habituales
conceptos
ordinarios,
tales
como
los
de
concebir
los
fenómenos
(percepciones
sensoriales)
tan
substancialmente
reales
y
que
parecen
emerger
desde
una
naturaleza
propia
inherente.
En
este
estadio,
un
maestro
o
guía,
es
indispensable.
Es
difícil
que
uno
por
su
cuenta
pueda
reconocer
e
interpretar
correctamente
lo
que
está
ocurriendo,
ya
que
uno
está
inmerso
en
la
experiencia
y
no
puede
discernir
si
la
experiencia
es
genuina
o
se
fabrica
intencionadamente
por
sutiles
inclinaciones
mentales
que
surgen
de
expectativas
preconcebidas.
No
siendo
capaz
de
percibir
los
sutiles
trabajos
de
la
mente,
uno
asumiría
naturalmente,
por
cuenta
propia,
que
la
experiencia
no
es
inventada.
Sólo
alguien
que
esté
familiarizado
con
los
diferentes
estadios
de
la
práctica
meditativa
será
capaz
de
ver
claramente
lo
que
está
ocurriendo
en
realidad.
A
la
hora
de
elegir
un
maestro,
se
deberá
considerar
que
él
o
ella
tenga
talento,
sea
maduro
y
paciente
y
capaz
de
ser
directo
y
hábil
sin
ser
tosco
o
que
desanime
al
estudiante
aspirante.
Yo
no
puedo
sobre-enfatizar
la
importancia
de
encontrar
un
maestro.
Por
lo
tanto,
como
hemos
visto,
la
aparición
de
un
auténtico
sentimiento
de
bienestar,
vacuidad
y
claridad
es
una
indicación
de
haber
realizado
con
éxito
la
meditación
de
la
calma
duradera.
Esto,
a
su
vez,
dará
pie,
naturalmente,
a
una
creciente
capacidad
de
estar
con
agudeza
en
estas
experiencias.
Por
ejemplo,
si
una
experiencia
de
bienestar
surge,
y
se
desarrolla
un
foco
de
atención
exclusivo
en
esa
experiencia,
finalmente
se
transformará
en
algo
estable
y
duradero.
Sin
embargo,
la
naturaleza
dualista
del
pensamiento
humano
inhibe
la
actualización
de
un
sentido
imparcial
y
puro
de
bienestar,
porque
la
mente
tiende
a
crear
esta
clase
de
sentimiento,
para
contrarrestar
los
pensamientos
incómodos
y
molestos,
y,
por
lo
tanto,
el
sentimiento
de
alegría
experimentado
podría
ser
simplemente
una
invención
artificial,
basada
en
una
expectativa,
en
vez
de
una
percepción
válida
obtenida
de
manera
natural.
Esto
también
es
verdad
para
la
experiencia
de
claridad,
que
puede
fácilmente
ser
distorsionada.
Antes
de
que
profundicemos,
definamos
primero
el
término
claridad.
La
claridad
de
la
mente
no
es
más
que
la
consciencia
de
la
consciencia
misma.
A
veces,
se
habla
de
ella
como
de
la
presencia
de
una
luz
clara,
que
se
refiere
a
su
cualidad
de
intensidad,
conciencia
lúcida;
tiene
la
capacidad
de
iluminar
con
el
sentido
de
hacer
conocido
lo
desconocido.
Literalmente,
no
emite
luz
como
lo
hace
una
farola.
Es
simplemente,
una
forma
de
hablar.
En
la
vida
diaria
no
somos
conscientes
de
la
naturaleza
esencial
de
la
mente.
La
clara
luz
subyacente
de
la
naturaleza
de
la
mente
es
normalmente
obscurecida
por
el
mar
de
pensamientos
que
surgen,
debidos
a
la
estimulación
de
los
aspectos
físicos
y
mentales
de
la
conciencia
sensorial,
como
un
resultado
de
la
presencia
de
condiciones
secundarias
que
las
sustentan,
tales
como,
la
interacción
entre
las
apariencias
de
los
fenómenos
exteriores
y
las
facultades
de
los
sentidos,
así
como
los
procesos
cognitivos
que
transmiten
la
experiencia
sensorial
dentro
de
las
percepciones
sensitivas
mentales.
Este
estado
preocupado
de
la
mente
es
realmente
una
clase
de
estupor
o
somnolencia
y
está
basado
en
la
ignorancia
cegadora
de
los
estados
mentales
densos
en
los
que
la
autoconsciencia
está
ausente.
Son
unas
series
de
acciones
cognitivas
continuas
que
están
ocurriendo
automáticamente,
y,
reacciones
que
suceden
sin
contar
con
el
autoreflexivo,
autoconsciente
aspecto
de
la
conciencia.
En
breve,
la
capacidad
reflexiva
de
la
mente
es
la
base
de
la
verdadera
inteligencia,
y
toda
la
actividad
mental
superflua
que
continúa
sin
estar
conectada
con
la
autoconsciencia
de
la
mente
consciente
que
lo
envuelve
todo,
es
simplemente
actividad
mental
ciega,
una
clase
de
ruido
que
sirve
para
distraer
la
mente
de
su
verdadera
naturaleza.
Una
vez
que
el
proceso
de
pensamiento
ha
sido
pacificado,
el
resultado
es
una
inmensa
claridad.
Como
he
mencionado
antes,
si
el
apego
del
sentimiento
de
claridad
aparece,
crea
un
estado
artificial
de
la
mente,
que
quita
mérito
a
la
experiencia
real
de
claridad
y
uno
se
queda
de
nuevo
con
un
estado
ordinario
de
la
mente
samsárica.
Lo
que
es
verdad
para
el
bienestar
y
la
claridad
también
es
aplicable
a
la
vacuidad.
La
naturaleza
de
la
mente
como
vacuidad
no
es
normalmente
experimentada
debido
a
la
ignorancia.
Cuando
la
mente
se
percibe
como
sólida,
intrínsecamente
real,
tensiones
y
neurosis
son
inevitables,
y,
consecuentemente,
son
vividas
equivocadamente
como
si
existieran
verdaderamente.
Una
vez
que
los
pensamientos
conceptuales
son
pacificados,
el
terreno
es
despejado
para
que
una
auténtica
realización
de
la
vacuidad
ocurra.
Sin
embargo,
como
sucedía
con
la
alegría
y
la
claridad,
es
un
imperativo
que
el
deseo
de
recrear,
prolongar
y
poseer
este
estado
sea
abandonado
para
que
la
percepción
pueda
permanecer
pura
y
por
lo
tanto,
fiable.
Resumiendo,
se
puede
decir
que
la
práctica
de
la
meditación
de
la
calma
duradera
conduce
a
conseguir
ecuanimidad
y
paz.
En
un
estado
de
calma
la
mente
es
capaz
de
una
atención
clara
en
la
que
es
consciente
de
su
naturaleza
profunda
como
bienestar
dichoso,
claridad
y
vacuidad,
sin
imponer
el
concepto
equivocado
de
verdaderamente
substancial,
existencia
inherente,
sobre
la
mente
misma.
Con
una
práctica
continua
el
potencial
para
que
esas
capacidades
aumenten
no
tiene
límites
y
finalmente,
uno
entra
en
un
estado
de
iluminación.
Es
como
una
oruga
emergiendo
del
capullo
como
una
mariposa.
La
conciencia
de
una
persona
con
este
nivel
de
consciencia
está
totalmente
desapegada
de
las
preocupaciones
mundanas
o
intereses
egoístas,
y
él
o
ella
está
solamente
interesada
con
el
desarrollo
adicional
de
la
concentración
meditativa,
aunque,
por
supuesto,
es
todavía
necesario
comer
para
mantener
el
cuerpo.
Sin
embargo,
por
muy
elevados
que
esos
estados
meditativos
puedan
ser,
no
transcienden
la
existencia
samsárica
y
no
provocan
la
liberación
última.
No
son
comparables
con
la
iluminación
de
Buda.
Para
conseguir
la
amplia
conciencia
que
caracteriza
el
estado
de
iluminación,
así
como
la
obtención
de
la
liberación
de
estados
samsáricos
de
conciencia,
es
crucial
que
la
práctica
de
la
meditación
de
la
calma
duradera
sea
combinada
con
la
meditación
superior
de
la
visión
profunda.
(T:
Lhaktong,
S:
Vipashyana),
la
cual
es
también,
a
veces,
llamada
meditación
analítica.
Una
vez
que
se
ha
aumentado
la
capacidad
de
la
mente
para
mantener
la
atención
de
la
calma
duradera,
la
meditación
superior
de
la
visión
profunda
llega
fácilmente
y
de
manera
natural.
Aunque
mucha
gente
habla
de
vipashyana
como
una
forma
de
meditación,
a
menudo
empleada
por
meditadores
aprendices
de
varias
tradiciones,
en
este
caso,
el
término
es
usado
de
una
manera
muy
específica.
Realmente,
la
misma
palabra
puede
ser
usada
para
describir
dos
diferentes
niveles
de
práctica.
Aquí
se
refiere
a
una
práctica
más
bien
avanzada,
y
a
su
estado
más
elevado,
esto
es
inseparable
de
la
conciencia
de
un
Buda.
Así
que
no
es
nada
común.
Dentro
del
contexto
de
la
filosofía
budista
tántrica,
incluso
el
razonar
intuitivo
altamente
evolucionado
del
madhyamaka,
y
otras
escuelas
de
pensamiento,
son
categorizadas
como
tipos
superiores
de
meditación
de
la
visión
profunda.
En
general,
aunque
están
interrelacionadas,
la
meditación
de
la
calma
duradera
se
refiere
normalmente
a
la
fase
de
desarrollo,
y
la
superior,
de
la
visión
profunda,
a
la
fase
de
finalización,
y
así,
en
su
materialización
se
considera
una
forma
de
meditación
muy
avanzada.
Como
principiantes
debemos
analizar
nuestro
estado
de
la
mente
actual
y
darnos
cuenta
que
es
una
ilusión.
Por
medio
de
investigaciones
lógicas
debemos
descubrir
la
causa
de
la
confusión
mental.
Nuestra
búsqueda
nos
conducirá
inevitablemente
a
ver
claramente
que
los
fenómenos
interiores
y
exteriores
(sensaciones
mentales
y
objetos
de
la
percepción
de
los
sentidos)
no
tienen
substancia
y
son
irreales.
Al
empezar
la
meditación
analítica,
lo
mejor
es
observar
la
naturaleza
del
fenómeno
exterior
y,
entonces,
proceder
de
una
manera
gradual
con
aspectos
más
sutiles
de
la
mente,
ya
que
este
segundo
aspecto,
aunque
menos
obvio,
es
una
consideración
más
relevante
para
la
práctica
de
la
meditación.
Por
medio
de
la
indagación
lógica
podemos
ver
que
los
objetos
externos
son
simplemente
manifestaciones
de
estados
confusos
de
la
mente,
y
no
existen
como
creemos
que
lo
hacen.
En
realidad,
son
simples
proyecciones
mentales.
Es
por
esta
razón
que
en
el
Budismo
Mahayana,
la
comprensión
de
la
naturaleza
de
la
causa
y
efecto,
tal
como
se
observa
en
el
mundo
exterior,
es
la
base
sobre
la
cual
se
sustentan
otros
enfoques
filosóficos.
Una
vez
que
la
naturaleza
de
estas
proyecciones
mentales
es
entendida,
se
puede
invertir
el
proceso
mental
que
crea
el
aparente
constreñimiento
sólido
de
la
realidad
ordinaria,
y,
de
esta
manera,
es
posible
transcender
los
estados
de
la
mente
ordinarios
que
son
controlados
por
la
confusión.
Nuestra
experiencia
del
presente,
relegada
al
contexto
de
realidad
relativa,
nos
conduce
a
ver
los
acontecimientos
mentales
que
se
suceden,
o,
en
otras
palabras,
los
fenómenos
exteriores,
como
substancialmente
reales,
mientras
que,
de
hecho,
su
naturaleza
es
ilusoria,
como
imágenes
en
un
sueño.
Es
por
esta
razón
que
somos
controlados
por
estas
ilusiones.
Por
medio
de
la
meditación,
podemos,
finalmente,
superar
esta
tendencia,
mientras
la
mente
se
da
cuenta
de
una
manera
gradual
de
su
propia
naturaleza.
Progresivamente,
las
ilusiones
que
se
manifiestan
externamente,
llegan
a
estar
bajo
un
control
consciente,
e,
incluso,
sirven
como
un
realce
de
la
práctica
meditativa.
Los
Bodhisattvas,
seres
que
han
realizado
la
naturaleza
de
la
vacuidad
y
que
han
cultivado
con
éxito
la
compasión
perfecta
para
todos
los
seres,
son
capaces
de
utilizar,
e
incluso
transformar
la
realidad
ilusoria
para
satisfacer
espontáneamente
las
necesidades
de
los
seres
sintientes
y,
además,
son
capaces
de
manifestarse
simultáneamente
en
varios
reinos
para
guiarlos.
El
Buda
Amitabha,
por
ejemplo,
se
manifiesta
en
el
reino
búdico
de
Dewachen,
mientras
se
manifiesta
simultáneamente
en
cualquier
otra
parte
que
le
sea
apropiado
hacerlo.
Esto
es
posible
porque
es
capaz
de
controlar
la
realidad.
El
es
como
un
médico
que
es
capaz
de
curar
cualquier
enfermedad
con
la
medicina
apropiada.
El
nivel
de
maestría
de
un
Buda,
tal
como
Amithaba
es
bastante
grande,
pero
incluso
en
estadios
más
tempranos
se
pueden
manifestar
grandes
capacidades.
Un
practicante
que
ha
dominado
los
seis
yogas
de
Naropa
será
capaz
de
dedicarse
a
la
práctica
del
sueño
consciente.
Siendo
capaz
de
mantener
la
consciencia
durante
el
sueño
adquiere
la
capacidad
de
manipular
las
fuerzas
causales
de
un
sueño,
que
no
están
fijadas
fuertemente.
Con
práctica,
pueden
ser
controladas
por
la
mente.
Un
practicante
muy
realizado
es
capaz
de
expandir
esta
consciencia
y
relacionar
el
mismo
principio
a
fuerzas
causales
en
la
vida
diaria.
Es
por
esta
razón
que
los
Bodhisattvas
de
primer
y
segundo
nivel,
habiendo
conseguido
la
capacidad
de
manifestarse
libremente,
son
capaces
de
beneficiar
grandemente
a
los
seres,
aunque
no
con
tanta
amplitud
como
los
Budas.
El
principal
objetivo
de
tales
prácticas
es
percibir
la
esencia
de
la
mente
tal
como
es.
Una
prueba
de
esta
esencia
sería
el
restablecer
la
vista
a
una
persona
ciega.
La
percepción
de
la
verdadera
naturaleza
de
la
mente
es
más
y
más
exacta
en
la
medida
que
uno
se
familiariza
con
la
práctica.
Por
lo
que,
es
beneficioso
utilizar
la
meditación
analítica
para
llegar
a
una
conceptual
aproximación
de
la
intrínseca
naturaleza
de
la
mente,
la
cual
será
más
tarde
revisada
a
través
de
la
experiencia
directa.
El
análisis
empieza
con
observaciones
muy
básicas.
Por
ejemplo,
veremos
que
la
mente
no
es
de
una
naturaleza
física,
tiene
otras
cualidades
que
aquellas
que
pueden
ser
vistas
y
tocadas,
y
que
se
adscriben
al
cerebro.
Pero
eso
no
es
nada.
Es
una
presencia
viva
que
es
intensa
y
dinámica.
La
naturaleza
real
de
la
mente
es
clara,
vacía
y
no
obstruida.
Además,
podemos
dividir
la
mente
en
dos
aspectos.
El
primero,
es
el
estado
del
que
somos
conscientes,
el
cual,
consiste
en
un
flujo
continuo
de
pensamientos
que
surgen
y
cesan,
cada
uno
distinto
del
anterior.
Intenta
contar
el
número
de
pensamientos
que
ocurren
en
sesenta
segundos.
Puedes
ver
que
muchos
aparecen
y
se
van.
Los
pensamientos
no
son
entidades
sólidas,
y
no
es
posible
parar
el
surgir
y
cesar
de
éstos.
Intenta
contar
los
colores
que
tú
ves
ante
ti
en
este
instante.
La
mente
percibe
cada
color
claramente,
aunque
no
se
concentra
específicamente
en
cada
uno.
Cada
color
es
la
causa
de
un
nuevo
pensamiento
emergiendo.
Así
que
si
todos
los
pensamientos
son
eliminados,
¿qué
queda?
Lo
que
resta
es
el
segundo
aspecto
de
la
mente,
que
se
enfoca
en
sí
misma,
en
vez
de
en
otros
objetos.
Nada
será
visto,
oído,
degustado,
olido
o
sentido
por
medio
del
sentido
de
la
conciencia
cuando
ésta
suceda,
y
la
conciencia
será
completamente
liberada
de
todo
confinamiento.
Siguiendo
esto,
el
alcance
de
la
visión
mental,
el
oído,
etc.
Se
hará
inmensamente
más
grande
que
antes,
y
así,
los
cinco
tipos
de
conciencia
perceptiva
de
los
sentidos
más
elevados
ocurrirán.
Para
alguien
que
es
nuevo
en
la
meditación,
a
través
de
una
práctica
básica
que
pone
énfasis
en
ser
consciente
del
yo,
tiene
el
potencial
de
progresar
a
lo
largo
de
los
estadios
descritos
aquí.
Finalmente,
en
la
medida
que
la
capacidad
de
mantener
la
atención
en
un
punto
sin
esfuerzo
se
desarrolla,
emociones
perturbadoras
tales
como
el
orgullo
y
los
celos,
pueden
ser
analizadas.
Como
resultado,
los
objetos
exteriores
de
atención
se
transforman
en
objetos
interiores
de
atención.
La
verdadera
raíz
que
lleva
a
colgarse
de
la
realidad
como
verdaderamente
existente
no
puede
ser
arrancada
hasta
que
un
nivel
muy
avanzado
de
meditación
superior
de
la
visión
profunda
es
conseguido.
Pero
es
todavía
posible
que
mucho
antes
las
emociones
conflictivas
sean,
al
menos,
parcialmente
suavizadas.
Incluso
al
principio,
la
práctica
de
la
meditación
de
la
calma
duradera,
disminuye
los
obstáculos
emocionales
permitiendo
ver
claramente
cada
emoción
cuando
surge,
y,
por
lo
tanto,
comprender
que
verdaderamente
no
existe,
siendo,
simplemente
un
acontecimiento
mental.
Si
la
mente
es
capaz
de
darse
cuenta
de
la
vacuidad
de
las
emociones,
entonces
no
existen.
Incluso
el
apego
remitirá
cuando
sea
reconocido
como
vacío.
El
karma,
por
otro
lado,
continuará
funcionando
como
el
incesante
flujo
de
causa
y
efecto.
La
meditación
de
la
calma
duradera
por
sí
misma,
no
tiene
el
poder
de
liberar
al
meditador
de
la
necesidad
de
estar
sujeto
al
proceso
de
causa
y
efecto.
La
disciplina
en
la
vida
diaria,
tal
como
la
regulación
de
la
ingesta
de
comida,
ayuda
disminuyendo
el
impacto
de
las
experiencias
frustrantes
sobre
el
equilibrio
de
la
mente.
Para
cuando
se
haya
conseguido
un
nivel
que
le
permita
a
uno
dedicarse
a
la
meditación
superior
de
la
visión
profunda,
los
problemas
relacionados
con
los
efectos
kármicos
no
molestarán
mucho.
Sin
embargo,
el
nivel
de
la
práctica
de
la
meditación
de
la
calma
duradera,
puede
ser,
todavía,
fácilmente
perturbado.
¿Qué
hacer
con
esto?
***
Una
recomendación
que
yo
doy
es
la
de
tomar
los
votos
de
Bodhisattva,
que
suponen
un
compromiso
de
postergar
un
deseo
de
iluminación
ante
el
gran
objetivo
de
ayudar
a
todos
los
seres.
Por
medio
de
tal
compromiso,
uno
siembra
en
ese
momento
las
semillas
para
su
futuro
desarrollo,
resultando
ser
un
fuerte
y
sincero
deseo
de
liberar
a
todos
los
seres
del
sufrimiento
del
samsara.
Es
beneficioso
recordar
a
la
mente
que
todos
los
seres,
sin
excepción,
son
nuestros
familiares,
ya
que,
en
algún
momento,
durante
anteriores
existencias,
han
sido
nuestros
padres
o
madres,
y
nos
han
mostrado
inconmensurable
cariño.
Manteniendo
esta
clase
de
perspectiva
se
transforma
la
práctica
de
uno
completamente,
ya
que
si
la
motivación
personal
de
esforzarse
por
la
propia
liberación
es
alterada
a
causa
de
la
compasión,
entonces
se
adopta,
realmente,
el
camino
más
corto
y
directo
de
conseguir
la
iluminación.
¿Por
qué?
Porque
desde
el
mismo
comienzo,
esta
motivación
pone
el
foco
de
los
propios
pensamientos
en
línea
con
los
de
Buda.
Tomando
los
votos
de
Bodhisattva,
uno
promete
seguir
unas
pautas
de
conducta
apropiada,
asociadas
con
la
forma
de
vida
de
un
Bodhisattva.
Los
votos
se
relacionan,
no
sólo
con
la
propia
actividad
exterior,
sino
también
con
la
actitud
interior.
Si
la
promesa
es
mantenida
cuidadosamente
y
no
se
permite
que
se
deteriore
nunca,
el
inmenso
poder
generado
por
observarlo,
suavizará
toda
clase
de
potenciales
perturbaciones
emocionales
y
obstáculos
de
la
propia
práctica.
Como
Shantideva
dijo
en
“La
vida
de
un
Bodhisattva”:
“Tomar
este
voto
le
protege
a
uno
de
toda
clase
de
obstáculos”.
Por
lo
que
es
necesario
hacer
continuos
esfuerzos
para
mantener
este
voto,
renovarlo
interiormente
de
una
manera
regular
y
particularmente
cuando
uno
se
da
cuenta
que
ha
sido
incumplido.
El
enfado,
los
celos
y
el
orgullo
son
los
principales
factores
que
debilitan
el
compromiso
y
la
propia
convicción.
Habiendo
tomado
los
votos,
uno
debería
definitivamente
hacer
todo
lo
posible
por
mantenerlos,
pero
surgirán,
por
supuesto,
muchas
dificultades,
especialmente
al
principio.
Es
casi
inevitable
que
uno
sea
arrastrado
por
pensamientos,
palabras
o
actos
equivocados.
Como
remedio
es
bueno
recitar
el
“Sutra
de
las
Tres
Recolecciones”
tres
veces
al
día,
mientras
se
visualizan
los
treinta
y
cinco
Budas,
y
se
piensa
en
el
bienestar
de
todos
los
seres
sintientes.
De
esta
manera,
el
voto
será
mantenido.
En
conclusión,
me
gustaría
animar
a
todo
el
mundo
a
considerar
profundamente
la
importancia
de
la
meditación.
Si
consideramos
realmente
lo
corto
de
nuestra
existencia,
pienso
que
sentiremos
una
gran
motivación
hacia
la
práctica,
aunque
somos
los
únicos
que
debemos
decidir
realmente
sobre
lo
que
es
importante.
Otro
punto
a
considerar
es
la
importancia
de
tener
alguien
que
nos
guíe.
Ya
que
estamos
dentro
de
una
tradición,
es
necesario
tener
un
guía.
Confiar
en
un
maestro
auténtico
será
algo
muy
beneficioso
para
ti.