LA PRÁCTICA DEL DZOGCHEN EN
LA VIDA COTIDIANA
Dilgo Khyentse Rinpoche
http://yoganatural.blogspot.com/
La práctica cotidiana del dzogchen consiste en cultivar
simplemente una plena aceptación carente de preocupación y una apertura sin
límite ante todas las circunstancias. Debemos comprender que la apertura es
el campo de juego de las emociones y relacionarnos con nuestro prójimo sin
artificialidad, manipulación ni estrategias.
Tenemos que experimentarlo todo completamente, sin tratar de escondernos
dentro de nosotros mismos como la marmota que se oculta en su madriguera.
Esta práctica libera una energía tremenda que, por lo general, se ve
constreñida porque intentamos mantener puntos de referencia fijos. Los
puntos de referencia son el proceso que utilizamos para alejarnos de la
experiencia directa de la vida cotidiana.
Al principio, el intento de permanecer presentes en el momento puede
provocar cierto temor. Pero, si damos la bienvenida a la sensación de temor
con plena apertura, atravesaremos ese obstáculo creado por nuestras pautas
emocionales habituales.
Cuando llevamos a cabo la práctica de descubrimiento del espacio, debemos
experimentar un sentimiento de plena apertura hacia todo el universo.
Tenemos que abrirnos con absoluta simplicidad y desnudez mental. Ésta es la
poderosa aunque ordinaria práctica de dejar caer nuestra máscara de
autoprotección.
En la meditación, no tenemos que establecer división alguna entre la
percepción y el campo de percepción. No debemos parecernos al gato que
acecha a un ratón. Debemos comprender que el objetivo de la meditación no es
sumergirnos “profundamente” en nuestro interior ni retirarnos del mundo. La
práctica es libre, carente de conceptos, sin introspección ni concentración.
El vasto espacio sin origen de la luminosa sabiduría espontánea es la base
del ser y el principio y el final de la confusión. La presencia de la
sabiduría en el estado primordial carece de predilección por la iluminación
o la no-iluminación. La base del ser —también conocida como la mente pura
original— es la fuente de la que emergen todos los fenómenos. También recibe
el nombre de la Gran Madre, ya que es la matriz potencial donde todas las
cosas aparecen y se disuelven en su perfección natural y espontaneidad
absoluta.
Todos los fenómenos son completamente claros y lúcidos. El universo es
apertura sin obstrucción. Todas las cosas están interpenetradas.
Para ver todas las cosas en su desnudez, con claridad y sin oscurecimientos,
no hay nada que alcanzar o realizar. La naturaleza de los fenómenos aparece
naturalmente y se halla espontáneamente presente en la conciencia que
trasciende el tiempo. Todo es naturalmente perfecto tal como es. Todos los
fenómenos emergen, de manera única, como parte de una pauta en continua
transformación. Esa pauta vibra plena de sentido y significado a cada
instante, pero no podemos apegarnos a su significado más allá del momento en
que se presenta.
Ésta es la danza de los cinco elementos donde la materia es un símbolo de la
energía, la energía un símbolo de la vacuidad y nosotros mismos un símbolo
de nuestra propia iluminación. Sin necesidad de esfuerzo ni de práctica en
absoluto, la liberación o la iluminación está ya con nosotros.
La práctica del dzogchen es la misma vida cotidiana. Puesto que no existe un
estado inferior, no hay necesidad alguna de comportarse de un modo especial
o ni de alcanzar nada por encima o más allá de lo que ya somos realmente. No
debemos cultivar ningún sentimiento de esfuerzo por lograr alguna “meta
extraordinaria” o un estado “superior”.
Esforzarse por alcanzar ese estado es una neurosis que sólo nos condiciona
más y obstruye el libre flujo de la mente. También debemos evitar pensar en
nosotros mismos como personas carentes de valor, puesto que nuestra
verdadera naturaleza es naturalmente libre y no condicionada. Estamos
intrínsecamente iluminados y, en consecuencia, no carecemos de nada.
Cuando abordamos la práctica de la meditación, tenemos que hacerlo de manera
tan natural como comer, respirar o defecar. No tenemos que convertirla en un
acontecimiento especial o formal, lleno de seriedad y solemnidad. Debemos
comprender que la meditación está más allá del esfuerzo, la práctica, los
objetivos, las metas y la dualidad entre liberación y no-liberación. Nuestra
meditación siempre es perfecta. No hay necesidad alguna de corregir nada.
Puesto que todo lo que surge es el juego de mente, no existe la meditación
incorrecta, ni necesidad alguna de juzgar los pensamientos como buenos o
malos respectivamente.
Por lo tanto, debemos sentarnos simplemente, permaneciendo sencillamente en
nuestro propio lugar y en nuestra propia condición tal cual es, sin pensar
que estamos “meditando”. Nuestra práctica debe carecer de esfuerzo, de
tensión, de cualquier intento de control o manipulación para intentar que
sea más “apacible”.
Si descubrimos que estamos alterándonos del modo antes descrito,
sencillamente dejamos de meditar y descansamos y nos relajamos un rato.
Luego, reanudamos nuestra meditación. Si tenemos “experiencias interesantes”
durante la meditación o después de ella, debemos evitar convertirlas en algo
especial. Perder el tiempo pensando en esa clase de experiencias es una mera
distracción y un modo infalible de perder la naturalidad. Esas experiencias
sólo son signos de la práctica y deben ser consideradas como eventos
pasajeros. No debemos intentar repetirlas porque eso sólo sirve para
distorsionar la espontaneidad natural de la mente.
Todos los fenómenos son atemporales y completamente nuevos o frescos,
absolutamente únicos y completamente libres de los conceptos de pasado,
presente y futuro.
El continuo flujo de nuevos descubrimientos, revelaciones e inspiraciones
que emerge a cada momento es la manifestación de nuestra propia claridad.
Debemos aprender a ver nuestra vida cotidiana como un mandala o como el
ornamento luminoso de las experiencias que irradian espontáneamente de la
naturaleza vacía de nuestro ser. Los elementos que forman nuestro mandala
son los objetos cotidianos de nuestra experiencia moviéndose en la danza o
el juego del universo. Gracias a ese simbolismo, el maestro interior revela
el significado profundo y último del ser. Por lo tanto, debemos ser
naturales y espontáneos, aceptándolo todo y aprendiendo de todo. Eso nos
permitirá percibir el lado irónico y divertido de muchos acontecimientos
que, por lo general, nos irritan.
La meditación nos permite ver a través de la ilusión del pasado, el presente
y el futuro, con lo que nuestra experiencia deviene la continuidad del
ahora. El pasado sólo es un recuerdo poco fiable sostenido en el presente.
El futuro sólo es la proyección de nuestras concepciones presentes. El
presente mismo se desvanece tan pronto como tratamos de asirlo. Entonces,
¿por qué molestarnos en tratar de dar consistencia a la ilusión?
Tenemos que liberarnos de nuestros recuerdos y de todos los prejuicios
acerca de qué es la meditación. Cada instante de meditación es completamente
único y pleno de potencialidad. En ese momento, no podemos juzgar nuestra
meditación en términos de experiencia pasada ni de secas teorías o retóricas
vacías.
La mera inmersión en la meditación en el momento presente, con todo nuestro
ser, libres de dudas, aburrimiento y excitación, es la iluminación.