LA QUINTAESENCIA DE LAS TRES ESFERAS

Enseñanza de Yeshe Tsogyal


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Fernando Mora Zahonero


La quintaesencia de las tres esferas, Yeshe Tsogyal expone la contemplación conocida como «la unión de los tres espacios» en varias líneas que dicen así:



La esfera natural de la pureza primordial es la mente vacía.
La esfera natural de la claridad espontánea es la presencia vacía.
La esfera natural de la apariencia ilusoria son las formas vacías.
Esas tres son mi forma.

El despejado cielo azul es la vasta vacuidad exterior.
La mente sin apego es la vasta vacuidad interior.
La cognición espontánea es la vasta vacuidad secreta de la sabiduría.
Esas tres son mis consortes.



Primeramente, se lleva a cabo una breve práctica de visualización y de recitación del mantra de Yeshe Tsogyal y, cuando todo se disuelve en la sílaba A, nos concentramos en dicha sílaba y, luego, pronunciándola en voz alta tres veces la lanzamos al espacio, donde permanece un rato y posteriormente se disuelve. En ese momento, practicamos la unión de las tres esferas, los tres cielos o los tres espacios.

El espacio natural (ying, dhatu), no nacido, más allá de los conceptos constituye la primera mitad de la práctica mientras que la otra mitad es la cognición espontánea no-dual (rigpa, vidya).

Las tres esferas —mente, presencia y forma— de que nos habla Yeshe Tsogyal están relacionadas con los tres kayas, con lo que se denomina esencia, naturaleza y energía y también con los tres vajras de cuerpo, palabra y mente o las dimensiones abiertas y puras del ser.

Los tres cielos son las consortes de las tres esferas y constituyen el aspecto formal de la práctica.

El primer cielo es el espacio completamente despejado del cielo azul en el que dejamos reposar los ojos de la conceptualización. Éste es el principal soporte de la práctica. Hay que permanecer únicamente en la presencia natural del cielo, lo cual constituye la mezcla de la mente vacía (primera esfera), que es primordialmente pura desde el sin principio, con el cielo o el espacio vacío exterior (primera consorte).

Relajamos, de este modo, la mente conceptual en la pureza primordial de la mente a través de la unión del consorte del cielo externo con la consorte de la mente vacía.

Desde esta actitud completamente abierta surge el gozo o la mente sin apego (la vasta vacuidad interna) que constituye la claridad o la luminosidad vasta, espontánea, natural, inefable, que se halla siempre presente. De ese modo, la presencia vacía de la claridad o la luminosidad (segunda esfera) se halla siempre en unión con la mente de no-apego (segunda consorte).

Las formas vacías son todas las percepciones, sensaciones, emociones y pensamientos, puesto que ninguno de ellos se halla, en realidad, separado del espacio básico (ying, dhatu). Las formas vacías son el esplendor, el juego, el ornamento, la energía, la manifestación, la danza y la compasión derivada de la unión de vacuidad y claridad. Esas formas vacías (tercera esfera) jamás se separan de la cognición espontánea, la gnosis vacía, la clara conciencia o el rigpa (tercera consorte).

Las tres esferas constituyen la base, la unión de las tres consortes es el sendero, mientras que el fruto del abrazo o la unión entre el espacio fundamental y la cognición espontánea, entre conciencia y vacuidad (yeshe, jñana), es la sabiduría primordial que siempre se halla presente en todos los seres. El símbolo de esa unión espontánea es el abrazo entre Kuntuzangpo (Samantabhadra) y Kuntuzangmo (Samantabhadri), el Buda primordial masculino-femenino.

La mirada que reposa relajada en el cielo externo que sirve de soporte a la práctica es el espacio externo que podemos denominar samatha o concentración del cielo.

La conciencia que fluye sin apego en el cielo interno de la mente es el espacio interno o el vipashyana del cielo.

La unión de samatha y vipashyana, es decir, del espacio externo y el interno, constituye el espacio secreto. De ese modo, no basta con la unión del espacio vacío y de la mente vacía porque la vacuidad no es el objetivo último del sendero sino el punto de retorno o, si se prefiere, de partida para la plena manifestación de la compasión, donde tiene lugar la liberación natural de todos los pensamientos, las apariencias y las visiones tanto puras como impuras. Según la opinión tradicional, únicamente la transmisión directa o no-conceptual del rigpa (es decir, la gnosis, el conocimiento puro o la sabiduría) por parte del maestro permite llevar a cabo la unión del tercer espacio.