"Ya viví lo
suficiente para presenciar tres períodos distintos en el
comportamiento de las personas.
El primero lo viví en la infancia, cuando aprendí de mis padres que
era preciso ser.
Ser
honesto, ser educado, ser digno, ser respetuoso,
ser amigo, ser leal.
Algunas décadas más tarde, fui testigo de la fase del tener.
Era preciso tener.
Tener
buena apariencia, tener dinero, tener
status, tener cosas, tener y tener...
En la actualidad, estoy presenciando la fase del “fingir”.
Analizando Este punto de vista, llegaremos a la conclusión
de que hoy, muchas personas fingen que todo está bien.
Padres fingen que educan, profesores fingen
que enseñan, alumnos fingen que aprenden,
profesionales fingen que son competentes, gobernantes
fingen que se preocupan con el pueblo y hay pueblos
que fingen que lo creen.
Personas fingen que son honestas, líderes religiosos
que se hacen pasar por representantes de Dios y fieles que
fingen que tienen fe.
Enfermos fingen que tienen salud, maleantes
fingen que son dignos y la justicia finge que
es imparcial.
Traficantes se hacen pasar por ciudadanos de bien y consumidores de
drogas fingen que no contribuyen con ese mercado del
crimen.
Padres que fingen que no saben que sus hijos usan
drogas, que se prostituyen, que se están matando poco a poco e hijos
que fingen que no saben que sus padres saben.
Corruptos se hacen pasar por idealistas y terroristas fingen
que son justicieros.
Y la mayoría de la población hace de finge que todo
está bien.
Pero una cosa es segura:
No podemos fingir cuando nos miramos en el espejo de
la propia conciencia.
Podemos inclusive encontrar disculpas para explicar nuestros
“fingir”, pero no los justificamos.
Es importante resaltar, sin embargo, que esa representación de cada
día, ese “fingir” causa perjuicios para aquellos que
echan mano de este tipo de comportamiento.
La persona que actúa así termina confundiéndose a si misma y cayendo
en un vacío, pues ni ella misma sabe de hecho quien es y acaba
traicionándose en algún momento.
Y esto es extremadamente extenuante y desgastante.
Raras personas son realmente auténticas.
Por eso se destacan en los ambientes en que se mueven.
Son aquellas que no
representan, apenas son lo que son, sin fingir.
Son profesionales éticos y competentes, amigos leales, padres
celosos en la educación de sus hijos, políticos honestos, religiosos
fieles a las enseñanzas que imparten.
Son, en fin, personas no complicadas, de actitudes simples, pero
coherentes y, sobre todo, fieles consigo mismas.
La persona que vive de apariencias o finge ser quien no es, corre
serios riesgos de caer en la depresión. Esto es perfectamente
comprensible por la batalla que traba consigo misma y el desgaste
para mantener una realidad falsa.
Si es fácil engañar a los demás, es imposible engañar a la propia
conciencia.
Por todas esas razones, vale la pena ser quien se es, aunque eso no
le agrade a los demás.
Al final, no es a los demás que rendiremos cuentas de nuestras
acciones, sino a nuestra conciencia y a Dios.” |