I
No
te
atormentes
por
su
corazón,
corazón
mío;
déjalo
en
la
oscuridad.
¿Qué
se
yo
si
su
belleza
es
sólo
de
su
cuerpo,
y
su
sonrisa
sólo
de
su
cara?
Déjame
aceptar
sin
preguntas
este
sencillo
sentido
de
sus
miradas,
y
ser
así
feliz.
II
Igual
me
da
si
es
un
manto
de
ilusión
el
que
sus
brazos
tejen
alrededor
de
mí,
porque
el
manto
es
rico
y
raro;
y
al
engaño
se
le
puede
sonreír,
y
olvidarlo.
III
No
te
atormentes
por
su
corazón,
corazón
mío;
conténtate
si
la
música
es
verdadera,
aunque
no
se
pueda
fiar
en
la
palabra;
disfruta
de
la
gracia
que
danza,
como
un
lirio,
sobre
la
mentirosa
superficie
ondeante,
y
sea
lo
que
fuere
de
lo
que
vive
allá
en
el
fondo.
IV
Deseaste
mi
amor,
y,
sin
embargo,
no
me
amabas.
Por
eso
mi
vida
se
cuelga
de
ti
como
una
cadena,
que
te
grita
y
se
te
aferra,
más
dura
cuanto
más
luchas
por
ser
libre.
V
Mi
desesperación
ha
llegado
a
ser
tu
compañera
mortal,
y
se
agarra
al
más
leve
de
tus
favores,
pretendiendo
arrastrarte
hasta
la
caverna
de
las
lágrimas.
Has
destrozado
mi
libertad,
y,
con
su
ruina,
te
has
fabricado
tu
propia
prisión.
VI
No
supe
lo
que
hacía
un
momento
y
vine.
Pero
alza
tus
ojos
que
yo
vea
si
queda
aún
alguna
sombra
de
los
días
pasados,
una
pálida
nube,
ya
sin
lluvia,
en
el
horizonte.
Sopórtame
un
momento¡
aunque
yo
no
sepa
lo
que
hago.
VII
Las
rosas
están
todavía
en
capullo,
y
no
saben
aún
cómo
descuidamos
coger
flores
este
verano.
La
estrella
de
la
mañana
tiene
todavía
el
mismo
silencio
palpitante;
la
luz
primera
está
enredada
aún
en
las
enredaderas
que
cuelgan
de
mi
ventana,
como
en
aquellos
días
pasados.
Olvidé
un
momento
que
todo
había
cambiado,
y
vine.
VIII
Olvidé
si
tú
me
avergonzaste
alguna
vez,
volviéndome
tu
cara
cuando
yo
te
desnudaba
mi
corazón.
Sólo
recuerdo
las
palabras
que
tropezaron
en
el
temblor
de
tus
labios;
las
sombras
de
arrebatada
pasión
de
tus
ojos
oscuros,
como
las
alas
de
un
pájaro
que
busca
su
nido
en
el
crepúsculo.
Olvidé
que
tú
te
acordabas,
y
vine.
IX
Esta
mañana
mi
despertar
fue
dichoso,
porque
vi
a
mi
amor.
El
cielo
era
una
sola
alegría,
y
mi
vida
y
mi
juventud
se
consumaron.
Hoy
mi
casa
es
de
verdad
mi
casa,
y
mi
cuerpo
mi
cuerpo.
La
suerte
me
ha
sido
amiga,
y
mis
dudas
se
disipan.
¡Pájaros,
cantad
vuestra
canción
mejor!
¡Luna,
derrama
tu
luz
más
bella!
¡Dispara,
a
millones,
tus
flechas,
dios
del
amor!
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