TONY DE MELLO
Extracto del libro "Autoliberación interior"
1
¡DESPIERTA!
¡LA
FELICIDAD
ERES
TÚ!
Despertarse es la espiritualidad, porque sólo despiertos podemos entrar en la verdad y descubrir qué lazos nos impiden la libertad. Esto es la iluminación. Es como la salida del Sol sobre la noche, de la luz sobre la oscuridad. Es la alegría que se descubre a sí misma, desnuda de toda forma. Esto es la iluminación. El místico es el hombre iluminado, el que todo lo ve con claridad, porque está despierto.
No quiero que os creáis lo que os digo porque yo lo digo, sino que cuestionéis cada palabra y analicéis su significado y lo que os dice en vuestra vida personal; pero con sinceridad, sin autoengañaros por comodidad o por miedos.
Lo importante es el Evangelio, no la persona que lo predica ni sus formas. No la interpretación que se le ha dado siempre o la que le da éste o aquél, por muy canonizado que esté. Eres tú el que tiene que interpretar el mensaje personal que encierra para ti, en el ahora. No te importe lo que la religión o la sociedad prediquen.
La sociedad sólo canoniza a los que se conforman con ella. En el tiempo de Jesús y ahora. A Jesús no pudieron canonizarlo y por ello lo asesinaron. ¿Quiénes creéis que lo mataron? ¿Los malos? No. A Jesús lo asesinaron los buenos de turno, los más respetados y creídos en aquella sociedad. A Jesús lo mataron los escribas, los fariseos y sacerdotes; y si no andas con cuidado, asesinarás a Jesús mientras vives dormido.
Despertarse
es
la
espiritualidad,
porque
sólo
despiertos
podemos
entrar
en
la
verdad
y
la
libertad.
Estás
dormido
¿Y cómo sabré si estoy dormido? Jesús os lo dice en el Evangelio: “¿Por qué decís Señor, Señor, si no hacéis lo que os digo?” Si no hacemos lo que Dios quiere y nos dedicamos a fabricarnos un Dios “tapa agujeros”, es que estamos dormidos. Lo que importa es responder a Dios con el corazón. No importa ser ateo, musulmán o católico; lo importante es la circuncisión y el bautismo del corazón. El estar despierto es cambiar tu corazón de piedra por uno que no se cierre a la verdad.
Si estás doliéndote de tu pasado, es que estás dormido. Lo importante es levantarse para no volver a caer. La solución está en tu capacidad de comprensión y de ver otra cosa que lo que te permites ver. Ver lo que hay detrás de las cosas. Cuando se te abran los ojos, verás cómo todo cambia, que el pasado está muerto y el que se duerme en el pasado está muerto, porque sólo el presente es vivo si tú estás despierto en él.
Metanoia
quiere
decir
despertarse
y
no
perderse
la
vida.
Es
vivenciar
el
presente.
Para
saber
esto
hay
un
criterio:
¿Tú
sufres?
Es
que
estás
dormido.
Es
igual
que
sepas
muchas
cosas
y
te
dediques
a
salvar
a
las
personas.
"El
ciego
que
guía
a
otro
ciego"
quiere
decir
que
los
dos
están
dormidos.
Si
sufres
es
que
estás
dormido.
Me
dirás
que
el
dolor
existe.
Sí,
es
verdad
que
el
dolor
existe,
pero
no
el
sufrimiento.
El
sufrimiento
no
es
real,
sino
una
obra
de
tu
mente.
Si
sufres
es
que
estás
dormido
porque,
en
sí,
el
sufrimiento
no
existe,
es
un
producto
de
tu
sueño;
y
si
estás
dormido,
verás
a
un
Jesús
dormido,
que
tú
te
has
imaginado,
que
nada
tiene
que
ver
con
el
Jesús
real,
y
eso
puede
ser
muy
peligroso.
Calderón
dice:
"Todo
es
según
el
color
del
cristal
con
que
se
mira."
Si
estás
dormido
no
serás
capaz
de
ver
más
que
cosas
dormidas,
y
no
te
darás
cuenta
hasta
que
despiertes.
Pasará
la
vida
por
ti
sin
que
tú
la
vivas.
Si
tienes
problemas
es
que
estás
dormido.
La
vida
no
es
problemática.
Es
el
yo
(la
mente
humana)
el
que
crea
los
problemas.
A
ver
si
eres
capaz
de
comprender
que
el
sufrimiento
no
está
en
la
realidad,
sino
en
ti.
Por
eso,
en
todas
las
religiones,
se
ha
predicado
que
hay
que
morir
al
yo
para
volver
a
nacer.
Éste
es
el
verdadero
bautismo
que
hace
surgir
al
hombre
nuevo.
La
realidad
no
hace
problemas,
los
problemas
nacen
de
la
mente
cuando
estás
dormido.
Tú
pones
los
problemas.
Estar
despierto
es
aceptarlo
todo,
no
como
ley,
no
como
sacrificio,
ni
como
esfuerzo,
sino
por
iluminación.
¿Se
puede
decir
que
en
estos
últimos
días
no
te
has
sentido
como
un
hombre
libre
y
feliz,
sin
problemas
ni
preocupaciones?
¿No
te
has
sentido
así?
Pues
estás
dormido.
¿Qué
ocurre
cuando
estás
despierto?
No
cambia
nada,
todo
ocurre
igual,
pero
tú
eres
el
que
ha
cambiado
para
entrar
en
la
realidad.
Entonces
lo
ves
todo
claro.
Le
preguntaron
a
un
maestro
oriental
sus
discípulos:
"¿Qué
te
ha
proporcionado
la
iluminación?"
Y
contestó:
"Primero
tenía
depresión
y
ahora
sigo
con
la
misma
depresión,
pero
la
diferencia
está
en
que
ahora
no
me
molesta
la
depresión."
Estar
despierto
es
aceptarlo
todo,
no
como
ley,
ni
como
sacrificio,
ni
como
esfuerzo,
sino
por
iluminación.
Aceptarlo
todo
porque
lo
ves
claro
y
ya
nada
ni
nadie
te
puede
engañar.
Es
despertar
a
la
luz.
El
dolor
existe,
y
el
sufrimiento
sólo
surge
cuando
te
resistes
al
dolor.
Si
tú
aceptas
el
dolor,
el
sufrimiento
no
existe.
El
dolor
no
es
inaguantable,
porque
tiene
un
sentido
comprensible
en
donde
se
remansa.
Lo
inaguantable
es
tener
el
cuerpo
aquí
y
la
mente
en
el
pasado
o
en
el
futuro.
Lo
insoportable
es
querer
distorsionar
la
realidad,
que
es
inamovible.
Eso
sí
que
es
insoportable.
Es
una
lucha
inútil
como
es
inútil
su
resultado:
el
sufrimiento.
No
se
puede
luchar
por
lo
que
no
existe.
No
hay
que
buscar
la
felicidad
en
donde
no
está,
ni
tomar
la
vida
por
lo
que
no
es
vida,
porque
entonces
estaremos
creando
un
sufrimiento
que
sólo
es
el
resultado
de
nuestra
ceguera
y,
con
él,
el
desasosiego,
la
congoja,
el
miedo,
la
inseguridad...
Nada
de
esto
existe
sino
en
nuestra
mente
dormida.
Cuando
despertemos,
se
acabó.
El
ir
contra
la
realidad,
haciendo
problemas
de
las
cosas,
es
creer
que
tú
importas,
y
lo
cierto
es
que
tú,
como
personaje
individual,
no
importas
nada.
Ni
tú,
ni
tus
decisiones
ni
acciones
importan
en
el
desarrollo
de
la
vida;
es
la
vida
la
que
importa
y
ella
sigue
su
curso.
Sólo
cuando
comprendes
esto
y
te
acoplas
a
la
unidad,
tu
vida
cobra
sentido.
Y
esto
queda
muy
claro
en
el
Evangelio.
¿Importaron
todas
las
transgresiones
y
desobediencias
para
la
historia
de
la
salvación?
¿Importa
si
yo
asesino
a
un
hombre?
¿Importó
el
que
asesinaran
a
Jesucristo?
Los
que
lo
asesinaron
creían
estar
haciendo
un
acto
bueno,
de
justicia,
y
lo
hicieron
después
de
mucho
discernimiento.
Jesús
era
portador
de
la
luz
y
por
ello
predicaba
las
cosas
más
raras
y
contrarias
al
judaísmo,
a
sus
creencias
e
interpretaciones
religiosas:
hablaba
con
las
mujeres,
comía
con
los
ladrones
y
prostitutas.
Pero,
además,
interpretaba
la
Ley
en
profundidad,
saltándose
las
reglas
y
sus
formas.
Los
sabios
y
los
poderosos
tenían
que
eliminarlo.
¿Podía
ser
de
otra
manera?
Era
necesario
que
muriera
así,
asesinado
y
no
enfermo
de
vejez.
Cuentan
que
un
rey
godo
se
emocionó
al
oír
el
relato
de
Jesús
y
dijo:
"¡De
estar
yo
allí,
no
lo
hubieran
matado!"
¿Lo
creemos
así,
como
ese
rey
godo?
Dormimos.
La
muerte
de
Jesús
descubre
la
realidad
en
una
sociedad
que
está
dormida
y,
por
ello,
su
muerte
es
la
luz.
Es
el
grito
para
que
despertemos.
¿Qué
hace
falta
para
despertarse?
No
hace
falta
esfuerzo
ni
juventud
ni
discurrir
mucho.
Sólo
hace
falta
una
cosa,
la
capacidad
de
pensar
algo
nuevo,
de
ver
algo
nuevo,
de
ver
algo
nuevo
y
de
descubrir
lo
desconocido.
Es
la
capacidad
de
movernos
fuera
de
los
esquemas
que
tenemos.
Ser
capaz
de
saltar
sobre
los
esquemas
y
mirar
con
ojos
nuevos
la
realidad
que
no
cambia.
El
que
piensa
como
marxista,
no
piensa;
el
que
piensa
como
budista,
no
piensa;
el
que
piensa
como
musulmán,
no
piensa...
y
el
que
piensa
como
católico,
tampoco
piensa.
Ellos
son
pensados
por
su
ideología.
Tú
eres
un
esclavo
en
tanto
y
en
cuanto
no
puedes
pensar
por
encima
de
tu
ideología.
Vives
dormido
y
pensado
por
una
idea.
El
profeta
no
se
deja
llevar
por
ninguna
ideología,
y
por
ello
es
tan
mal
recibido.
El
profeta
es
el
pionero,
que
se
atreve
a
elevarse
por
encima
de
los
esquemas,
abriendo
camino.
La
Buena
Nueva
fue
rechazada
porque
no
querían
la
liberación
personal,
sino
un
caudillo
que
los
guiase.
Tememos
el
riesgo
de
volar
por
nosotros
mismos.
Tenemos
miedo
a
la
libertad,
a
la
soledad,
y
preferimos
ser
esclavos
de
unos
esquemas.
Nos
atamos
voluntariamente,
llenándonos
de
pesadas
cadenas,
y
luego
nos
quejamos
de
no
ser
libres.
¿Quién
te
tiene
que
liberar
si
ni
tú
mismo
eres
consciente
de
tus
cadenas?
Las
mujeres
se
atan
a
sus
maridos,
a
sus
hijos.
Los
maridos
a
sus
mujeres,
a
sus
negocios.
Todos
nos
atamos
a
los
deseos
y
nuestro
argumento
y
justificación
es
el
amor.
¿Qué
amor?
La
realidad
es
que
nos
amamos
a
nosotros
mismos,
pero
con
un
amor
adulterado
y
raquítico
que
sólo
abarca
el
yo,
el
ego.
Ni
siquiera
somos
capaces
de
amarnos
a
nosotros
mismos
en
libertad.
Entonces,
¿cómo
vamos
a
saber
amar
a
los
demás,
aunque
sean
nuestros
esposos
o
nuestros
hijos?
Nos
hemos
acostumbrado
a
la
cárcel
de
lo
viejo
y
preferimos
dormir
para
no
descubrir
la
libertad
que
supone
lo
nuevo.
Lo
peor
y
más
peligroso
del
que
duerme
es
creer
que
está
despierto
y
confundir
sus
sueños
con
la
realidad.
Vosotros
estáis
dormidos
porque,
si
no,
ya
no
necesitarías
venir
a
este
curso.
Si
ya
lo
vierais
todo
con
ojos
nuevos,
ya
no
necesitaríais
venir
a
despertaros.
Pero,
si
sois
capaces
de
reconoceros
dormidos,
ser
conscientes
de
que
no
estáis
despiertos,
ya
es
un
paso.
Pues
lo
peor
y
más
peligroso
del
que
duerme
es
creer
que
está
despierto
y
confundir
sus
sueños
con
la
realidad.
Lo
primero
que
necesitáis
para
despertar,
es
saber
que
estáis
durmiendo
y
estáis
soñando.
La
religión
es
una
cosa
buena
en
sí,
pero
en
manos
de
gente
dormida
puede
hacer
mucho
daño.
Y
lo
podemos
ver
muy
claramente
por
la
historia
de
una
religión
que,
en
el
nombre
de
Dios,
cometió
tantas
barbaridades
creyendo
que
hacía
el
bien.
Si
no
sabes
emplear
la
religión
en
esencia,
en
libertad,
sin
fanatismos
ni
ideologías
de
un
color
u
otro,
puedes
hacer
mucho
daño
y,
de
hecho,
se
sigue
haciendo.
Para
despertar
hay
que
estar
dispuesto
a
escucharlo
todo,
más
allá
de
los
cartelitos
de
buenos
y
malos,
con
receptividad,
que
no
quiere
decir
credulidad.
Hay
que
cuestionarlo
todo,
atentos
a
descubrir
las
verdades
que
puede
haber,
separándolas
de
las
que
no
lo
son.
Si
nos
identificamos
con
las
teorías
sin
cuestionarlas
con
la
razón
-y
sobre
todo
con
la
vida-
y
nos
las
tragamos
almacenándolas
en
la
mente,
es
que
seguimos
dormidos.
No
has
sabido
asimilar
esas
verdades
para
hacer
tus
propios
criterios.
Hay
que
ver
las
verdades,
analizarlas
y
ponerlas
a
prueba,
una
vez
cuestionadas.
"Haced
lo
que
os
digo",
dice
Jesús.
Pero
no
podremos
hacerlo
si
antes
no
nos
transformamos
en
el
hombre
nuevo,
despierto,
libre,
que
ya
puede
amar.
"Aunque
diera
todo
a
los
pobres,
y
mi
cuerpo
a
las
llamas
-dice
Pablo,
¿de
qué
me
serviría
si
no
amo?"
Este
modo
de
ver
de
Pablo
se
consigue
viviendo,
y
este
modo
de
ser
nace
de
estar
despierto,
disponible
y
sin
engaños.
Cuando
la
relación
entre
amigos
no
funciona
lo
bien
que
tú
quisieras,
puedes
aliviarla.
Puedes
pararte
y
comenzar
una
tregua,
pero
si
no
has
puesto
al
aire
las
premisas
que
están
debajo,
el
problema
sigue
en
pie,
y
seguirá
generando
sentimientos
negativos.
¡Qué
lío!
Mi
vida
es
un
lío.
¿Soy
capaz
de
reconocerlo?
Necesito
tener
receptividad.
¿Estoy
dispuesto
a
reconocer
que
el
sufrimiento
y
la
congoja
los
fabrico
yo
mismo?
Si
eres
capaz
de
darte
cuenta,
es
que
comienzas
a
despertarte.
Ordinariamente,
buscamos
alivio
y
no
curación.
Cuando
sufres,
¿estás
dispuesto
a
separarte
de
ese
sufrimiento
lo
necesario
para
analizarlo
y
descubrir
el
origen
que
está
detrás?
Es
preferible
dejar
que
sufras
un
poco
más,
hasta
que
te
hartes
y
estés
dispuesto
a
ver.
O
despiertas
tú,
o
la
vida
te
despertará.
Las
componendas
y
alivios
son
manejos
comerciales
del
buen
comportamiento
que
te
ha
metido
en
la
mente
tu
sentido
de
buena
educación.
Si
los
miras,
bien
despierto,
descubrirás
que
no
son
más
que
utilización,
comercio
de
toma
y
daca
y
chantaje,
más
hipocresía.
Cuando
ves
esto,
¿quieres
quitarte
el
cáncer,
o
tomar
un
analgésico
para
no
sufrir?
Cuando
la
gente
se
harta
de
sufrir
es
un
buen
momento
para
despertar.
Buda
dice:
"El
mundo
está
lleno
de
dolor,
que
genera
sufrimiento.
La
raíz
del
sufrimiento
es
el
deseo.
Si
quieres
arrancarte
esa
clase
de
dolor,
tendrás
que
arrancarte
el
deseo."
¿El
deseo
es
cosa
buena?
Es
una
cuestión
de
lenguaje,
pues
la
palabra
"deseo",
en
español,
abarca
deseos
buenos,
que
son
estímulos
de
acción,
y
deseos
estériles,
que
a
nada
conducen.
A
estos
deseos,
para
entendernos,
vamos
a
llamarlos
apegos.
La
base
del
sufrimiento
es
el
apego,
el
deseo.
En
cuanto
deseas
una
cosa
compulsivamente
y
pones
todas
tus
ansias
de
felicidad
en
ella,
te
expones
a
la
desilusión
de
no
conseguirla.
De
no
haber
deseado
tanto
que
tu
amigo
te
acoja,
te
contemple
y
te
tenga
en
cuenta;
de
no
desearlo
tanto,
no
te
importaría
su
indiferencia
ni
su
rechazo.
Donde
no
hay
deseo-apego,
no
hay
miedo,
porque
el
miedo
es
la
cara
opuesta
del
deseo,
inseparable
de
él.
Sin
esta
clase
de
deseos,
nadie
te
puede
intimidar,
ni
nadie
te
puede
controlar
o
robar,
porque,
si
no
tienes
deseos,
no
tienes
miedo
a
que
te
quiten
nada.
No hay pareja ni amistad que esté tan segura como la que se mantiene libre. Sólo es eterno lo que se basa en un amor libre. Los deseos te hacen siempre vulnerables.
Donde
hay
amor
no
hay
deseos.
Y
por
eso
no
existe
ningún
miedo.
Si
amas
de
verdad
a
tu
amigo,
tendrías
que
poder
decirle
sinceramente:
"Así,
sin
los
cristales
de
los
deseos,
te
veo
como
eres,
y
no
como
yo
desearía
que
fueses,
y
así
te
quiero
ya,
sin
miedo
a
que
te
escapes,
a
que
me
faltes,
a
que
no
me
quieras."
Porque
en
realidad,
¿qué
deseas?
¿Amar
a
esa
persona
tal
cual
es,
o
a
una
imagen
que
no
existe?
En
cuanto
puedas
desprenderte
de
esos
deseos-apegos,
podrás
amar;
a
lo
otro
no
se
lo
debe
llamar
amor,
pues
es
todo
lo
contrario
de
lo
que
el
amor
significa.
El
enamorarse
tampoco
es
amor,
sino
desear
para
ti
una
imagen
que
te
imaginas
de
una
persona.
Todo
es
un
sueño,
porque
esa
persona
no
existe.
Por
eso,
en
cuanto
conoces
la
realidad
de
esa
persona,
como
no
coincide
con
lo
que
tú
te
imaginabas,
te
desenamoras.
La
esencia
de
todo
enamoramiento
son
los
deseos.
Deseos
que
generan
celos
y
sufrimiento
porque,
al
no
estar
asentados
en
la
realidad,
viven
en
la
inseguridad,
en
la
desconfianza,
en
el
miedo
a
que
todos
los
sueños
se
acaben,
se
vengan
abajo.
El
enamoramiento
proporciona
cierta
emoción
y
exaltación
que
gusta
a
las
personas
con
una
inseguridad
afectiva
y
que
alimentan
una
sociedad
y
una
cultura
que
hacen
de
ello
un
comercio.
Cuando
estás
enamorado
no
te
atreves
a
decir
toda
la
verdad
por
miedo
a
que
el
otro
se
desilusione
porque,
en
el
fondo,
sabes
que
el
enamoramiento
sólo
se
alimenta
de
ilusiones
e
imágenes
idealizadas.
El
enamoramiento
supone
una
manipulación
de
la
verdad
y
de
la
otra
persona
para
que
sienta
y
desee
lo
mismo
que
tú
y
así
poder
poseerla
como
un
objeto,
sin
miedo
a
que
te
falle.
El
enamoramiento
no
es
más
que
una
enfermedad
y
una
droga
del
que,
por
su
inseguridad,
no
está
capacitado
para
amar
libre
y
gozosamente.
La
gente
insegura
no
desea
la
felicidad
de
verdad;
porque
teme
el
riesgo
de
la
libertad
y,
por
ello,
prefiere
la
droga
de
los
deseos.
Con
los
deseos
vienen
el
miedo,
la
ansiedad,
las
tensiones
y...,
por
descontado,
la
desilusión
y
el
sufrimiento
continuos.
Vas
de
la
exaltación
al
desespero.
¿Cuánto
dura
el
placer
de
creer
que
has
conseguido
lo
que
deseabas?
El
primer
sorbo
de
placer
es
un
encanto,
pero
va
prendido
irremediablemente
al
miedo
a
perderlo,
y
cuando
se
apoderan
de
ti
las
dudas,
llega
la
tristeza.
La
misma
alegría
y
exaltación
de
cuando
llega
el
amigo,
es
proporcional
al
miedo
y
al
dolor
de
cuando
se
marcha...
o
cuando
lo
esperas
y
no
viene...
¿Vale
la
pena?
Donde
hay
miedo
no
hay
amor,
y
podéis
estar
bien
seguros
de
ello.
Cuando
despertamos
de
nuestro
sueño
y
vemos
la
realidad
tal
cual
es,
nuestra
inseguridad
termina
y
desaparecen
los
miedos,
porque
la
realidad
es
y
nada
la
cambia.
Entonces
puedo
decirle
al
otro:
"Como
no
tengo
miedo
a
perderte,
pues
no
eres
un
objeto
de
propiedad
de
nadie,
entonces
puedo
amarte
así
como
eres,
sin
deseos,
sin
apegos
ni
condiciones,
sin
egoísmos
ni
querer
poseerte."
Y
esta
forma
de
amar
es
un
gozo
sin
límites.
¿Qué
haces
cuando
escuchas
una
sinfonía?
Escuchas
cada
nota,
te
deleitas
en
ella
y
la
dejas
pasar,
sin
buscar
la
permanencia
de
ninguna
de
ellas,
pues
en
su
discurrir
está
la
armonía,
siempre
renovada
y
siempre
fresca.
Pues,
en
el
amor,
es
igual.
En
cuanto
te
agarras
a
la
permanencia
destruyes
toda
la
belleza
del
amor.
No
hay
pareja
ni
amistad
que
esté
tan
segura
como
la
que
se
mantiene
libre.
El
apego
mutuo,
el
control,
las
promesas
y
el
deseo,
te
conducen
inexorablemente
a
los
conflictos
y
al
sufrimiento
y,
de
ahí,
a
corto
o
largo
plazo,
a
la
ruptura.
Porque
los
lazos
que
se
basan
en
los
deseos
son
muy
frágiles.
Sólo
es
eterno
lo
que
se
basa
en
un
amor
libre.
Los
deseos
te
hacen
siempre
vulnerable.
Hay
dos
tipos
de
deseos
o
de
dependencias:
el
deseo
de
cuyo
cumplimiento
depende
mi
felicidad
y
el
deseo
de
cuyo
cumplimiento
no
depende
mi
felicidad.
El
primero
es
una
esclavitud,
una
cárcel,
pues
hago
depender
de
su
cumplimiento,
o
no,
mi
felicidad
o
mi
sufrimiento.
El
segundo
deja
abierta
otra
alternativa:
si
se
cumple
me
alegro
y,
si
no,
busco
otras
compensaciones.
Este
deseo
te
deja
más
o
menos
satisfecho,
pero
no
te
lo
juegas
todo
a
una
carta.
Pero
existe
una
tercera
opción,
hay
otra
manera
de
vivir
los
deseos:
como
estímulos
para
la
sorpresa,
como
un
juego
en
el
que
lo
que
más
importa
no
es
ganar
o
perder,
sino
jugar.
Hay
un
proverbio
oriental
que
dice:
"Cuando
el
arquero
dispara
gratuitamente,
tiene
con
él
toda
su
habilidad."
Cuando
dispara
esperando
ganar
una
hebilla
de
bronce,
ya
está
algo
nervioso.
Cuando
dispara
para
ganar
una
medalla
de
oro,
se
vuelve
loco
pensando
en
el
premio
y
pierde
la
mitad
de
su
habilidad,
pues
ya
no
ve
un
blanco,
sino
dos.
Su
habilidad
no
ha
cambiado
pero
el
premio
lo
divide,
pues
el
deseo
de
ganar
le
quita
la
alegría
y
el
disfrute
de
disparar.
Quedan
apegadas
allí,
en
su
habilidad,
las
energías
que
necesitaría
libres
para
disparar.
El
deseo
del
triunfo
y
el
resultado
para
conseguir
el
premio
se
han
convertido
en
enemigos
que
le
roban
la
visión,
la
armonía
y
el
goce.
El
deseo
marca
siempre
una
dependencia.
Todos
dependemos,
en
cierto
sentido,
de
alguien
(el
panadero,
el
lechero,
el
agricultor,
etc.,
que
son
necesarios
para
nuestra
organización).
Pero
depender
de
otra
persona
para
tu
propia
felicidad
es,
además
de
nefasto
para
ti,
un
peligro,
pues
estás
afirmando
algo
contrario
a
la
vida
y
a
la
realidad.
Por
tanto,
el
tener
una
dependencia
de
otra
persona
para
estar
alegre
o
triste
es
ir
contra
la
corriente
de
la
realidad,
pues
la
felicidad
y
la
alegría
no
pueden
venirme
de
fuera,
ya
que
están
dentro
de
mí.
Sólo
yo
puedo
actualizar
las
potencias
de
amor
y
felicidad
que
están
dentro
de
mí
y
sólo
lo
que
yo
consiga
expresar,
desde
esa
realidad
mía,
me
puede
hacer
feliz,
pues
lo
que
me
venga
desde
afuera
podrá
estimularme
más
o
menos,
pero
es
incapaz
de
darme
ni
una
pizca
de
felicidad.
Dentro
de
mí
suena
una
melodía
cuando
llega
mi
amigo,
y
es
mi
melodía
la
que
me
hace
feliz;
y
cuando
mi
amigo
se
va
me
quedo
lleno
con
su
música,
y
no
se
agotan
las
melodías,
pues
con
cada
persona
suena
otra
melodía
distinta
que
también
me
hace
feliz
y
enriquece
mi
armonía.
Puedo
tener
una
melodía
o
más,
que
me
agraden
en
particular,
pero
no
me
agarro
a
ellas,
sino
que
me
agradan
cuando
están
conmigo
y
cuando
no
están,
pues
no
tengo
la
enfermedad
de
la
nostalgia,
sino
que
estoy
tan
feliz
que
no
añoro
nada.
La
verdad
es
que
yo
no
puedo
echarte
de
menos
porque
estoy
lleno
de
ti.
Si
te
echase
de
menos
sería
reconocer
que
al
marcharte
te
quedaste
fuera.
¡Pobre
de
mí,
si
cada
vez
que
una
persona
amada
se
va,
mi
orquesta
deja
de
sonar!
Cuando
te
quiero,
te
quiero
independiente
de
mí,
y
no
enamorado
de
mí,
sino
enamorado
de
la
vida.
No
se
puede
caminar
cuando
se
lleva
a
alguien
agarrado.
Se
dice
que
tenemos
necesidades
emocionales:
ser
querido,
apreciado,
pertenecer
a
otro,
que
se
nos
desee.
No
es
verdad.
Esto,
cuando
se
siente
esa
necesidad,
es
una
enfermedad
que
viene
de
la
inseguridad
afectiva.
Tanto
la
enfermedad,
necesidad
de
sentirme
querido,
como
la
medicina
que
se
ansía,
el
amor
recibido,
están
basados
en
premisas
falsas.
Necesidades
emocionales
para
conseguir
la
felicidad
en
el
exterior,
no
hay
ninguna;
puesto
que
tú
eres
el
amor
y
la
felicidad
en
ti
mismo.
Sólo
mostrando
ese
amor
y
gozándote
en
él
vas
a
ser
realmente
feliz,
sin
agarraderas
ni
deseos,
puesto
que
tienes
en
ti
todos
los
elementos
para
ser
feliz.
La
respuesta
de
amor
del
exterior
agrada
y
estimula,
pero
no
te
da
más
felicidad
de
la
que
tú
dispones,
pues
tú
eres
toda
la
felicidad
que
seas
capaz
de
desarrollar.
Dios
es
la
Verdad,
la
Felicidad
y
la
Realidad,
y
Él
es
la
Fuente,
dispuesta
siempre
para
llenarnos
en
la
medida
que,
libremente,
nos
abramos
a
Él.
Despertarse
es
la
única
experiencia
que
vale
la
pena.
Abrir
bien
los
ojos
para
ver
que
la
infelicidad
no
viene
de
la
realidad,
sino
de
los
deseos
y
de
las
ideas
equivocadas.
Para
ser
feliz
no
has
de
hacer
nada,
ni
conseguir
nada,
sino
deshacerte
de
falsas
ideas,
ilusiones
y
fantasías
que
no
te
dejan
ver
la
realidad.
Eso
sólo
se
consigue
manteniéndote
despierto
y
llamando
a
las
cosas
por
su
nombre.
Tú
ya
eres
felicidad,
eres
la
felicidad
y
el
amor,
pero
no
lo
ves
porque
estás
dormido.
Te
escondes
detrás
de
las
fantasías,
de
las
ilusiones
y
también
de
las
miserias
de
las
que
te
avergüenzas.
Nos
han
programado
para
ser
felices
o
infelices
(según
aprieten
el
botón
de
la
alabanza
o
de
la
crítica),
y
esto
es
lo
que
te
tiene
confundido.
Has
de
darte
cuenta
de
esto,
salir
de
la
programación
y
llamar
a
cada
cosa
por
su
nombre.
Si
te
empeñas
en
no
despertar,
nada
se
puede
hacer.
"No
te
puedes
empeñar
en
hacer
cantar
a
un
cerdo,
pues
perderás
tu
tiempo
y
el
cerdo
se
irritará."
Ya
sabes
que
no
hay
peor
sordo
que
el
que
no
quiere
oír.
Si
no
quieres
oír
para
despertar,
seguirás
programado,
y
la
gente
dormida
y
programada
es
la
más
fácil
de
controlar
por
la
sociedad.
Dentro de mí suena una melodía cuando llega mi amigo, y es mi melodía la que me hace feliz; y cuando mi amigo se va me quedo lleno de su música
2
¡DESPROGRÁMATE!
¡SÉ
TÚ
MISMO!
Lo
importante
es
ser
capaz
de
darte
cuenta
de
que
no
eres
más
que
un
yoyo,
siempre
de
arriba
para
abajo,
según
tus
problemas,
tus
disgustos
o
depresiones;
que
eres
incapaz
de
mantener
una
estabilidad.
Darte
cuenta
de
que
te
pasas
la
vida
a
merced
de
personas,
de
cosas
o
situaciones.
Que
te
manipulan
o
tú
puedes
manipular.
Que
no
eres
dueño
de
ti
ni
capaz
de
mirar
las
situaciones
con
sosiego,
sin
enfados
ni
ansiedad.
Toda esa actitud sólo depende de tu programación. Estamos programados desde niños por las conveniencias sociales, por una mal llamada educación y por lo cultural. Vivimos por ello programados y damos la respuesta esperada ante situaciones determinadas, sin pararnos a pensar qué hay de cierto en la situación, y si es consecuente con lo que de verdad somos esa respuesta habitual y mecánica.
Tenemos
programadas
ideas
convencionales
y
culturales,
que
tomamos
como
verdades
cuando
no
lo
son.
Como
la
idea
de
patria,
de
fronteras
y
hábitos
culturales
que
nos
llevan
a
conflictos
cuando
nada
tienen
que
ver
con
la
verdad.
Lo que haces como hábito, te hace dependiente porque te lo han programado. Sólo lo que surge de dentro es tuyo y te hace libre.
¡Desprográmate!
Cuando
venía
hacia
aquí,
en
el
avión,
me
dijeron:
-Mira,
ya
salimos
de
la
India,
ahí
está
la
frontera.
Yo
me
asomé
y
por
más
que
miraba
no
vi
ni
una
línea,
ni
una
barrera
natural
de
separación.
¿Es
que
existen
las
fronteras
en
la
naturaleza?
No
están
más
que
en
nuestra
mente.
Toda
tierra
es
de
todos,
y
toda
cultura
no
es
más
que
ideas
que
nos
separan.
Hubo
un
niño
blanco
que
se
perdió
en
la
selva
y
se
crió
en
una
tribu
con
cultura
distinta.
Cuando
creció
se
casó
con
una
nativa
de
aquella
cultura.
Ocurrió
que
a
una
amiga
de
su
mujer
se
le
murió
su
marido
en
la
guerra,
y
aquella
noche,
al
pensar
en
su
amiga
sola,
la
mujer
nativa
le
dijo
al
marido
blanco:
-Oye,
me
gustaría
que
fueses
a
consolar
a
mi
amiga,
que
está
sola,
y
como
ya
no
tiene
marido
te
acostases
con
ella.
El
marido,
que
recordaba
aún
rasgos
de
su
cultura,
se
negaba,
horrorizado,
pero
al
final
complació
a
su
mujer.
Cuando
volvió,
la
mujer
le
dijo:
-Ya
sabía
que
eras
un
buen
hombre
y
ahora
te
quiero
más,
porque
eres
compasivo
y
me
siento
orgullosa
de
ti.
¡Qué
bella
su
cultura,
pero
qué
difícil
de
entender
y
seguir
para
nosotros!
No
existe
separación
de
razas,
sólo
distintas
culturas
programadas
en
nuestras
mentes.
En
la
naturaleza
no
existen
fronteras.
El
honor,
el
éxito
y
el
fracaso
no
existen,
como
tampoco
la
belleza
ni
la
fealdad,
porque
todo
consiste
en
una
manera
de
ver
de
cada
cultura.
Es
lo
cultural
lo
que
provoca
esas
emociones
ante
el
nombre
de
patria,
raza,
idioma
o
pueblo.
Son
distintas
formas
de
ver
que
están
programadas
en
nuestra
mente.
La
patria
es
el
producto
de
la
política,
y
la
cultura
es
la
manera
de
adoctrinar.
Cuando
eres
un
producto
de
tu
cultura,
sin
cuestionarte
nada,
te
conviertes
en
un
robot.
Tu
cultura,
tu
religiosidad
y
las
diferencias
raciales,
nacionales
o
regionales
te
han
sido
estampadas
como
un
sello
y
las
tomas
como
algo
real.
Te
enseñaron
una
religiosidad
y
una
forma
de
comportarte
que
no
has
elegido,
sino
que
te
vinieron
impuestas
desde
fuera,
antes
de
que
tuvieses
edad
o
discernimiento
para
decidir,
y
sigues
así,
con
ellas
colgadas,
como
una
piedra
al
cuello.
Sólo
lo
que
nace
y
se
decide
adentro
es
auténtico
y
te
hace
libre.
Lo
que
haces
como
hábito
y
que
no
puedes
dejar
de
hacer
porque
te
domina,
te
hace
dependiente,
esclavo
de
lo
que
crees,
porque
te
lo
han
programado.
Sólo
lo
que
surge
de
dentro
lo
analizas,
lo
pasas
por
tu
criterio
y
te
decides
a
ponerlo
en
práctica
asumiéndolo;
es
tuyo
y
te
hace
libre.
Tienes
que
liberarte
de
tu
historia
y
su
programación
para
responder
por
ti
mismo
y
no
de
personaje
a
personaje.
Lo
mismo
ocurre
con
lo
que
creemos
amor
y
que
no
es
más
que
un
modelo
cultural
aceptado
por
la
mente.
No
se
puede
vivir
influenciado
por
el
pasado.
Lo
menos
que
se
puede
hacer
por
el
amor
es
ser
sincero,
tener
claridad
de
percepción
y
llamar
a
cada
cosa
por
su
nombre.
Ser
capaz
de
dar
la
respuesta
precisa
sin
engañar
ni
engañarte.
Porque
te
amo
te
doy
la
respuesta,
desde
mi
realidad,
que
te
corresponde
a
ti
y
a
tu
realidad,
en
este
momento.
Más
tarde
no
sé
lo
que
puede
ocurrir,
y
por
ello
no
te
hago
promesas
que
no
sé
si
podría
cumplir.
Esto
es
lo
menos
que
puedes
exigirle
al
amor:
sinceridad.
La
espiritualidad
consiste
en
ver
las
cosas,
no
a
través
de
cristales
de
color,
sino
tal
como
son.
La
espiritualidad
ha
de
nacer
de
ti
mismo;
y
cuanto
más
seas
tú
mismo,
serás
más
espiritual.
Lo cierto es que el dolor existe porque rechazamos que lo único sustancial es el amor, la felicidad, el gozo.
No seas fotocopia
No
imites
a
nadie,
ni
siquiera
a
Jesús.
Jesús
no
era
copia
de
nadie.
Para
ser
como
Jesús,
has
de
ser
tú
mismo,
sin
copiar
a
nadie,
pues
todo
lo
auténtico
es
lo
real,
como
real
era
Jesús.
La
culpabilidad
y
la
crítica
no
existen
más
que
en
la
mente
de
la
cultura.
Las
personas
que
menos
se
preocupan
de
la
vida
de
ahora,
de
vivir
el
presente,
son
las
que
más
se
preocupan
por
lo
venidero.
Preocúpate
por
estar
despierto,
vive
ahora
y
no
te
importará
el
futuro.
Cuando
tu
mentalidad
cambia,
todo
cambia
para
ti,
a
tu
alrededor.
Lo
que
antes
te
preocupaba
tanto,
ahora
te
importa
un
bledo
y,
en
cambio,
vas
descubriendo
cosas
maravillosas
que
antes
te
pasaban
inadvertidas.
Lo
que
más
les
preocupa
a
las
personas
programadas
es
tener
razón.
Tienen
miedo
a
perder
sus
ideas,
en
las
que
se
apoyan,
porque
les
dan
pavor
el
riesgo,
el
cambio,
la
novedad,
y
se
agarran
a
sus
viejas
ideas
porque
están
fosilizadas.
Nuestra
vida
se
convierte
en
un
lío
porque
tomamos
por
realidad
lo
que
no
son
más
que
programaciones
que
no
nos
sirven
de
nada
y
nos
agarramos
a
ellas
porque
no
sabemos
descubrir
otra
cosa.
En
el
fondo,
tenemos
una
enorme
inseguridad
y,
para
sentirnos
mejor,
vamos
a
consultar
a
los
que
creemos
que
saben
más
que
nosotros,
creyendo
que
ellos
nos
van
a
solucionar
los
problemas.
Pero
los
problemas,
que
sólo
existen
en
nuestra
imaginación,
sólo
despertando
los
solucionaremos.
Fácil y difícil
Se
cuenta
que
había
un
gran
maestro
llamado
Buso,
que
vivía
con
su
esposa
y
una
hija,
todos
con
fama
de
sabiduría
y
santidad.
Un
día
se
acercó
un
hombre
al
maestro
y
le
preguntó:
-La
iluminación,
¿es
fácil
o
difícil?
Y
Buso
le
contestó:
-Es
tan
difícil
como
alcanzar
la
Luna.
No
conforme,
el
hombre
se
acercó
a
la
mujer
de
Buso
y
le
hizo
la
misma
pregunta,
a
lo
que
ella
le
contestó:
-Es
muy
fácil.
Es
tan
fácil
como
beberse
un
vaso
de
agua.
Intrigado
se
quedó
el
hombre
y,
para
salir
de
dudas,
le
hizo
la
misma
pregunta
a
la
hija
del
maestro,
que
le
contestó:
-¡Hombre!,
si
lo
haces
difícil
es
difícil,
pero
si
lo
haces
fácil...
Lo
más
difícil
es
la
capacidad
de
ver,
ver
simplemente,
con
sinceridad,
sin
engañarse,
porque
ver
significa
cambio,
nada
a
qué
agarrarse,
y
estamos
acostumbrados
a
buscarnos
asideros
y
a
andar
con
muletas.
En
cuanto
llegas
a
ver
con
claridad,
tienes
que
volar;
y
volar
es
no
tener
nada
de
qué
agarrarte.
Necesitamos
desmontar
la
tienda
en
la
que
nos
refugiábamos
y
seguir
por
el
sendero
adelante
sin
apoyos.
El
susto
mayor
es
por
la
aniquilación
de
todo
miedo,
puesto
que
los
miedos
han
sido
el
manto
en
el
que
te
envolvías
para
no
ver
ni
ser
visto.
Dejar
las
cosas
atrás
y
enfrentarte
a
la
felicidad,
cuando
no
quieres
ser
feliz
a
ese
precio.
Una
felicidad
que
has
de
expresar
tú
y
no
esperar
a
que
te
la
den
hecha.
Aunque
vas
diciendo
que
buscas
la
felicidad,
lo
cierto
es
que
no
quieres
ser
feliz.
Prefieres
volver
al
nido
antes
que
volar
porque
tienes
miedo,
y
el
miedo
es
algo
conocido
y
la
felicidad
no.
En
mi
profesión
de
psicólogo
advierto
cada
día
esto.
Lo
primero
que
tiene
que
entender
el
buen
psicólogo
es
que
el
que
viene
a
él
no
busca
la
curación,
sino
el
alivio,
la
comodidad,
pero
no
quiere
cambiar;
es
demasiado
expuesto
y
comprometido.
Es
como
aquel
que
está
metido
en
la
porquería
hasta
la
boca
y
que
lo
único
que
le
preocupa
es
que
no
le
hagan
olas,
no
que
lo
saquen
de
allí.
Lo
malo
es
que
la
mayoría
equipara
la
felicidad
con
conseguir
el
objeto
de
su
apego,
y
no
quiere
saber
que
la
felicidad
está
precisamente
en
la
ausencia
de
los
apegos,
y
en
no
estar
sometido
al
poder
de
ninguna
persona
o
cosa.
En la naturaleza no existen fronteras. No están más que en nuestra mente. Toda tierra es de todos, y toda cultura no es más que ideas que nos separan.
Conocerse a fondo
Para
despertarse,
el
único
camino
es
la
observación.
El
ir
observándose.
El
ir
observándose
uno
a
sí
mismo,
sus
reacciones,
sus
hábitos
y
la
razón
de
por
qué
responde
así.
Observarse
sin
críticas,
sin
justificaciones
ni
sentido
de
culpabilidad
ni
miedo
a
descubrir
la
verdad.
Es
conocerse
a
fondo.
El
indagar
e
investigar
quién
es
Jesucristo
es
muy
loable,
pero
¿para
qué
sirve?
¿Te
puede
servir
para
algo
si
no
te
conoces
a
ti
mismo?
¿Te
sirve
para
algo
si
estás
controlado
y
manipulado
sin
saberlo?
La
pregunta
más
importante
del
mundo,
base
de
todo
acto
maduro,
es:
¿Yo,
quién
soy?
Porque,
sin
conocerte,
no
puedes
conocer
ni
a
Dios.
Conocerte
a
ti
mismo
es
fundamental.
Sin
embargo,
lo
curioso
del
caso
es
que
no
hay
respuesta
para
la
pregunta
¿quién
soy
yo?,
porque
lo
que
tienes
que
averiguar
es
lo
que
no
eres,
para
llegar
al
ser
que
ya
eres.
Hay
un
proverbio
chino
que
dice:
"Cuando
el
ojo
no
está
bloqueado,
el
resultado
es
la
visión.
Cuando
la
mente
no
está
bloqueada,
el
resultado
es
la
sabiduría,
y
cuando
el
espíritu
no
está
bloqueado,
el
resultado
es
el
amor."
Hay
que
quitar
las
vendas
para
ver.
Si
no
ves,
no
puedes
descubrir
los
impedimentos
que
no
te
están
dejando
ver.
El
observarte
a
ti
mismo
es
estar
atento
a
todo
lo
que
acontece
dentro
y
alrededor
de
ti,
como
si
esto
le
ocurriese
a
otra
persona,
sin
personalizarlo,
sin
juicio
ni
justificaciones
ni
esfuerzos
por
cambiar
lo
que
está
sucediendo,
ni
formular
ninguna
crítica
ni
autocompadecerte.
Los
esfuerzos
que
hagas
por
cambiar
son
peores,
pues
luchas
contra
unas
ideas,
y
lo
que
hay
que
hacer
es
comprenderlas,
para
que
ellas
se
caigan
por
sí
solas
una
vez
que
comprendas
su
falta
de
realidad.
Hay
que
cuestionar
todo
esto
para
ver
si
se
comprende
como
una
verdad
y
entonces
te
pondrás
a
observarte.
La vida observada
A
veces
te
sientes
mal,
hecho
un
lío,
no
sabes
funcionar
solo
y
te
vas
al
psicólogo
a
que
te
arregle.
El
psicólogo
no
puede
hacer
nada
que
tú
no
hagas.
No
puede
conseguir
nada
que
tú
no
estés
dispuesto
a
hacer.
Puede
escucharte
y
ayudar
a
que
tú
mismo
vayas
aclarándote
mientras
hablas.
En
verdad,
lo
que
haces
allí
es
observarte,
y
eso
es
lo
que
has
de
hacer
tú,
pero
de
continuo.
Yo
soy
psicólogo
y
puedo
decirte
que
la
terapia,
la
mayoría
de
las
veces,
lo
que
hace
es
un
intercambio
de
problemas:
te
quita
uno,
pero
te
mete
otro.
La
espiritualidad
es
la
que
intenta
solucionarte.
Busca
solucionar
el
problema
del
yo,
que
es
el
que
está
generando
los
problemas
que
te
llevan
al
psicólogo
y
al
psiquiatra.
La
espiritualidad
va
directamente
a
la
raíz,
a
rescatar
tu
yo,
el
auténtico,
que
está
ahogado
por
barreras
que
no
lo
dejan
ser
libremente.
El
hacer
esfuerzos
por
cambiar
es
contraproducente,
pues
lo
que
te
va
a
cambiar
es
la
verdad:
observar
la
verdad
y
comprender
que
tu
programación
no
te
deja
ser
tú
mismo.
El
observador
es
lo
que
te
va
a
cambiar.
"La
vida
no
observada,
no
examinada,
no
vale
la
pena
vivirla,
porque
no
es
vida",
decía
Sócrates.
Es
preciso
darse
cuenta
de
todas
las
reacciones
que
surgen
al
mirar
a
una
persona,
un
paisaje
o
a
uno
mismo.
Observa
cómo
sueles
reaccionar
frente
a
determinadas
situaciones.
Mirar
con
objetividad,
como
si
no
fueras
tú,
tomando
conciencia
de
lo
que
pasa
dentro
y
fuera
de
ti,
estando
atento
(como
cuando
conduces).
Hacerlo
sin
juicios
valorativos,
porque
si
te
pones
etiquetas,
ya
no
ves
las
cosas
como
son.
Caer
en
la
cuenta,
sin
prejuicios,
sólo
entendiéndolo.
Si
no
cambiamos
espontáneamente
es
porque
ponemos
resistencia.
En
cuanto
descubramos
los
motivos
de
la
resistencia,
sin
reprimirla
ni
rechazarla,
ella
misma
se
disolverá.
Cuando
en
nosotros
hay
sensibilidad,
no
se
necesita
violencia
alguna
para
conseguir
las
cosas
que
necesitamos,
pues
todo
se
resuelve
entendiendo,
comprendiendo;
y
nos
sorprendemos
al
ver
cómo
todo
se
resuelve
según
comprendemos
la
realidad
y
no
luchemos
contra
ella.
Tenemos
que
darnos
cuenta
de
que,
con
la
palabra,
o
con
el
pensamiento,
solemos
etiquetar
las
cosas
y
las
personas,
y
luego,
como
consecuencia
de
ello,
vivimos
el
personaje
de
la
etiqueta,
y
no
la
persona.
Ponerse
en
contacto
con
la
realidad
es
mirar
ésta
sin
querer
interpretarla,
ni
cambiar
nada,
sino
dejar
que
la
realidad
cambie
el
orden
de
las
cosas
luciendo
por
sí
misma.
Para ser como Jesús, has de ser tú mismo, sin copiar a nadie, pues todo lo auténtico es lo real, como real era Jesús.
Métodos para ser feliz
Darte
cuenta
del
dolor,
de
la
aflicción
o
del
desasosiego
que
sufres
y
cuál
es
el
motivo;
de
dónde
sale,
en
verdad,
ese
sufrimiento.
Si
te
sientes
molesto,
darte
cuenta
en
seguida
de
ello,
y
de
dónde
nace
este
malestar.
(Si
dices
que
estás
molesto
porque
alguien
se
ha
portado
mal
contigo,
no
se
puede
entender
que
tú
te
castigues
porque
otro
se
comporta
mal.
Tiene
que
haber
otro
motivo
más
personal
y
escondido.
Obsérvalo.)
Darte
cuenta
de
que
el
sufrimiento
o
las
molestias
se
deben
a
tu
reacción
ante
un
hecho
o
una
situación
concreta
y
no
a
la
realidad
de
lo
que
está
ocurriendo.
(Si
vas
a
ir
al
campo
y
llueve,
el
enfado
no
está
en
la
lluvia
-que
es
la
realidad-,
sino
en
tu
reacción
porque
se
han
contrariado
tus
planes.)
Solemos
echar
la
culpa
a
la
realidad
y
no
queremos
darnos
cuenta
de
que
son
nuestras
reacciones
programadas
las
que
nos
contrarían.
Tenemos
unos
hábitos
inculcados,
que
funcionan
como
una
maquinita
automática:
a
tal
pregunta,
tal
respuesta;
a
tal
contrariedad,
tal
reacción.
Y
funcionamos
como
autómatas.
La
cultura
nos
inculca
unas
leyes
rígidas,
cuya
única
razón
es
que
así
se
ha
hecho
siempre.
Y
con
esta
razón
tan
endeble
somos
capaces
de
matarnos
por
defender:
honor,
patria,
bandera,
raza,
familia,
buenas
costumbres,
orden,
ideales,
buena
fama
y
muchas
más
palabras
que
no
encierran
más
que
ideas
sin
sentido
real,
que
nos
han
inculcado
como
cultura.
Y
lo
mismo
ocurre
con
las
ideas
religiosas.
Lo
importante
es
el
ser,
y
no
el
figurar.
La
verdad
es
que
estamos
tan
metidos
en
esa
programación
que
actuar
con
claridad
de
percepción,
desde
esa
cultura,
casi
parece
un
milagro,
y
más
si
pretendemos
reaccionar
sin
disgusto.
Hay
que
despertarse
antes
para
comprender
que
lo
que
te
hace
sufrir
no
es
la
vida,
sino
tus
alucinaciones,
y
cuando
consigues
despertar
y
apartas
los
sueños,
te
encuentras
cara
a
cara
con
tu
libertad
y
con
la
verdad
gozosa.
Lo
cierto
es
que
el
dolor
existe
porque
rechazamos
que
lo
único
sustancial
es
el
amor,
la
felicidad,
el
gozo.
Cuando
somos
capaces
de
encontrar
el
camino
despejado,
para
ese
amor-felicidad
que
somos,
nos
topamos
con
el
dolor,
que
no
es
nada
concreto
ni
sustancial
por
sí
mismo,
sino
la
ausencia
de
la
percepción
del
amor-felicidad.
Como
la
oscuridad,
que
no
existe,
sino
que
es
consecuencia
de
la
menor
percepción
de
la
luz.
La
vida
es,
en
sí,
un
puro
gozo
y
tú
eres
amor-felicidad
como
sustancia
y
potencial
para
desarrollar.
Sólo
los
obstáculos
de
la
mente
te
impiden
disfrutarla
plenamente.
Son
las
resistencias
que
pone
tu
programación
lo
que
te
impide
ser
feliz.
De
no
tropezar
con
tu
resistencia,
¿dónde
estaría
el
dolor?
Habría
una
armonía
en
ti,
igual
a
la
que
existe
en
la
naturaleza.
Más
aun,
pues
tú
eres
rey
de
esa
naturaleza
y
dotado
de
una
sensibilidad
para
captar
la
bondad,
la
felicidad
y
la
belleza,
que
te
hace
creativo
y
capaz
ya,
no
sólo
de
ser
feliz,
sino
de
dar
amor-felicidad
a
manos
llenas.
Con
sólo
observar
todo
esto
ya
estás
dando
un
paso
para
tu
despertar.
Todo
depende
de
tu
reacción,
y
ésta
depende
de
tu
programación;
y
si
eres
capaz
de
observar
esto
y
comprenderlo,
ya
tendrás
bastante.