Su
padre Shivrampant Kampli y su madre Parvatibai fueron muy espirituales.
Shivrampant primero fue sirviente en la casa de un comerciante en Bombay, hasta
que en un año de plaga abandonó Bombay y compró un poco de tierra en Kandalgaon,
donde vivió la vida de un pequeño granjero hindú. Allí tuvo la suerte de hacerse
amigo de un Brahmá, pobre pero instruido, Vishnu Haribhau Gore, con el que
mantenía largas discusiones sobre temas religiosos, a las que asistía el joven
Maruti con gran atención. Para él, Gore era el hombre ideal, sabio y bondadoso,
honesto y trabajador, lleno de coraje.
Las prácticas religiosas en casa y las discusiones paternas con Gore, fueron las influencias más fuertes en la infancia de Maruti. Su adolescencia se dividió entre la escuela primaria del pueblo y ocuparse de las tareas usuales de la granja, sacar el ganado y ayudar a su padre en la labranza de la tierra.
El joven Maruti tenía una mente inquisitiva y despierta, siempre cuestionando la Naturaleza y sus leyes. La variedad de condiciones humanas en que vivií lo llevaron a preocuparse de la sociedad y sus estructuras, al hacerse muy pronto consciente de las vastas disparidades que había entre las gentes.
Shivrampant murió en 1915 dejando cuatro hijos y dos hijas. Los ingresos de la granja no eran suficientes y el hermano mayor tuvo que salir para Bombay y al año siguiente Maruti siguió a su hermano en 1918, y en 1924 se caso con Sumatibai, quien le dio un hijo y tres hijas.
Maruti comenzó su vida en Bombay como empleado en una oficina, pero su temperamento enérgico e independiente pronto lo llevó a los pequeños negocios, abriendo una tienda de "bidis", cigarrillos liados a mano según la costumbre campesina. Su negocio prosperó de forma modesta y en pocos años tenía varias tiendas pequeñas que fabricaban y vendían los "bidis" . Pero los negocios no pudieron apaciguar su hambre interior. Las viejas preguntas sobre el mundo, el hombre y Dios, pedían respuestas.
Entre sus amigos había
uno llamado Yashwantrao Bagkar, un hombre inteligente y dedicado a la búsqueda
interior, discípulo de Sri Siddharameshwar
Maharaj, de la Navnath Sampradaya. A menudo solían tener discusiones sobre temas
religiosos y filosóficos, y un día, Bagkar llevó a Maruti a ver a Sadguru, y
aunque Maruti quedó conmovido por su persona y su enseñanza, declaró llanamente
que todo el asunto lo sobrepasaba. Sin embargo, continuó asistiendo a sus
charlas y recibió un mantra e instrucción en la meditación. Pronto en su
práctica Maruti comenzó a tener visiones y a caer en trances. Estas
manifestaciones primarias cesaron pronto, dando lugar a una absorción en el ser
más profundo, que de pronto brilló como la única Realidad existente, la fuente
de la verdad abrasadora y del amor que todo lo abarca. Esto ocurrió entre 1933 y
1936.
Sri Siddharameshwar murió en 1936 y en 1937, Maruti, abandonando negocios y familia se convirtió en un monje errante, peregrino de la vasta y variada escena espiritual hindú. La infancia pueblerina lo había curtido para viajar a pie. La comida nunca fue problema. Por la gracia de su Guru siempre tuvo comida decente disponible, ofrecida con respeto. En su camino a los Himalayas, donde planeaba pasar el resto de su vida, encontró a un condiscípulo que le convenció de la insuficiencia de una vida totalmente apartada del mundo y del mayor fruto espiritual que suponía la templanza en la acción. Sri Nisargadatta Maharaj rehizo sus pasos.
"Tú eres la Última Realidad, el Ser Supremo", le dijo su Guru. Esta afirmación, pronunciada con ardor, hace que se replantee todo de nuevo. Aparentemente no hay en él ningún cambio exterior. Sigue cumpliendo su trabajo diario igual que antes; pero, poco a poco, Maharaj despierta a su verdadera naturaleza. Se une a la consciencia, después la trasciende y se sitúa en lo Absoluto.
A su regreso a Bombay encontró su negocio arruinado, quedando solo un pequeño puesto de bidis (Cigarrillos indios). Toma el nombre de Nisargadatta (de Nisarga, espontáneo, innato, y Datta, presencia) y se prepara él mismo, una habitación encima de la vivienda de su hijo en una calle pequeña, ruidosa y sucia de Kethwadi, barrio populoso de Bombay, a pocos metros de su puesto de bidis , donde lo sustituye su hijo. Y aquí habrá de quedarse hasta su muerte, el 8 de Septiembre de 1981. Aquí dormirá, recibirá las visitas y celebrará el Bahjan, ritual diario indio tradicional, cumpliendo la promesa que había hecho a su Guru. Satisfecho con poco, todas sus ambiciones extinguidas, llevó el pequeño negocio para mantener a su familia, dedicando toda su energía a la sadhana espiritual. Nada se hizo con esfuerzo consciente; cualquier cosa que realizó ocurrió de modo espontáneo, bajo la dirección interior obedecida implícitamente. Su vida diaria fue muy regular, con alimento, sueño y conversación reducidos al mínimo. La devoción a su Guru fue total y exclusiva. Nunca visitó templos o santos. Poco después del regreso de su peregrinaje, la gente atraída por su sabiduría y elocuencia, comenzó a agruparse en la calle junto a la tienda. El les hablaba siempre que el trabajo le dejaba libre.
A
lo largo de los años, hasta su muerte en Septiembre de 1981, Sri Nisargadatta
estuvo siempre accesible para todos aquellos que buscaban la compresión de si
mismos. Era suficiente sentarse y escucharle para encontrarse a uno mismo más
allá del tiempo y del espacio. Los problemas de la existencia y la consciencia,
de la vida y la muerte, el dolor y el placer, fueron investigados siempre desde
un ángulo nuevo, conduciendo a una visón más profunda de uno mismo. El maestro
siempre estaba ahí, con su sonrisa benigna y el testimonio de su experiencia
personal directa. Si la sabiduría puede definirse como la habilidad para separar
lo verdadero de lo falso, entonces Sri Nisargadatta es realmente un maestro de
sabiduría.
Gracias a Maurice Frydman, europeo que viv�a en la India, Maharaj alcanzó cierta fama. Frydman publicó en 1973, en lengua inglesa, un total de cien conversaciones entre Maharaj y sus visitantes. Entonces empezaron a afluir allí los buscadores de la verdad, especialmente holandeses y americanos, pero hay que especificar que Maurice Frydman retocó las palabras de Maharaj (con su aprobación) para darles una forna más literaria.