Amado Osho,
Es extraño que los que establecen las normas en el
mundo entero, los que se ocupan de poner todos sus recursos y esfuerzos
en asegurarse, por todos los medios posibles, de que el hombre no sea hombre,
nos pidan que celebremos el «Día de los Derechos Humanos».
¡Pero bueno! ¿Qué es lo que está sucediendo?
Amado Maestro, ¿podrías explicárnoslo?
Una de las cosas más fundamentales que hay que recordar siempre,
es que estamos viviendo en una sociedad hipócrita.
Una vez le preguntaron a un gran filósofo: «¿Qué
piensas de la civilización?»
El filósofo contestó: «Es una buena idea, pero
alguien tiene que transformar la idea en realidad. La «Civilización»
todavía no ha ocurrido. Es un sueño del futuro».
La gente que está en el poder -político, religioso, social-,
lo está porque la «Civilización» no ha ocurrido.
Un mundo civilizado, un hombre maduro, no necesita naciones -todas esas
fronteras son falsas. No necesita religiones, porque todas las teologías
son sencillamente ficciones.
Los que han estado durante miles de años en el poder -sacerdotes,
políticos, super ricos- tienen todo el poder para impedir la evolución
humana. Pero el mejor modo de impedirla es convencer al hombre de que «Ya
estás civilizado». Convencerlo de que «Ya eres un ser
humano. No necesitas una transformación; es innecesario».
Y la debilidad del hombre consiste en que sabiendo perfectamente que
no existe lo que denominamos «Civilización», que no
existe lo que denominamos sensibilidad humana, aún cree en todas
las mentiras que los políticos le han estado contando, que los sacerdotes
le han estado predicando, que los educadores le han estado enseñando,
porque parece más sencillo simplemente creer; no necesitas hacer
nada más.
Reconocer el hecho de que todavía no eres hombre, crea miedo.
La tierra desaparece bajo tus pies.
La verdad te desnuda totalmente, te desnuda de todas las mentiras,
te desnuda de todas las hipocresías. Por eso nadie la desea, todos
creen poseerla ya.
¿Puedes ver la estrategia psicológica? Si no le quieres
dar algo a alguien, convéncelo, hipnotízalo, repítele
una y otra vez: «Ya lo tienes». Y cuando miles de personas
a tu alrededor -tus padres, tus maestros, tus sacerdotes, tus líderes-
creen en ello, es casi imposible para los recién llegados a este
mundo -niños pequeños- no dejarse convencer
por esta vieja idea milenaria. Millones de personas vivieron y murieron
creyendo que la «Civilización» estaba aquí.
Así que lo primero que quiero que entiendas es que todavía
somos bárbaros. Sólo los bárbaros pueden hacer cosas
como las que hemos estado haciendo durante miles de años. No seres
humanos. En tres mil años, cinco mil guerras... ¿Y llamas
al hombre civilizado?
En el siglo veinte, exactamente a la mitad, puede surgir un Adolf Hitler,
un Joseph Stalin, un Benito Mussolini y puede surgir un Mao Tse-Tung.
¿Y todavía crees que el hombre es civilizado?
Adolf Hitler, él solo, mató a seis millones de seres
humanos; y muy sofisticadamente. Ciencia y tecnología fueron utilizadas.
Un millón de judíos; simplemente quemados en cámaras
de gas. En unos segundos, miles de personas no son más que humo
saliendo por las chimeneas.
Asesinó a tanta gente que era imposible darle a cada persona
un entierro convencional.
El hombre no ha sido nunca tan pobre. Hasta los mendigos tienen tumbas,
pero él mató a tanta gente, que hacer tumbas para todos ellos...
toda Alemania se hubiera transformado en un cementerio. Así que
tenía profundas fosas preparadas y la gente simplemente era arrojada
a ellas y enterrada. E incluso antes de arrojar sus cuerpos a las fosas,
destruía la dignidad de estas personas muertas. Eran despojadas
de sus ropas; les afeitaban la cabeza, barba y bigotes, de tal modo que
era imposible reconocer la cara de la persona. Les cortaban la cabeza;
aquí encontrabas la cabeza, allí una mano, más allá
una pierna,... en otro lado, el resto del cuerpo. Y entre miles de personas...
Era imposible encontrar a quien buscabas.
¿Por qué lo hizo? Para que nadie pudiese ser reconocido.
Aún si encontrabas a alguien muerto, no podías identificarlo,
ni siquiera tenías su cuerpo completo.
¿Y dices que el hombre es civilizado?
Y éste no es el fin de la historia. Viendo la Segunda Guerra
Mundial, uno puede pensar que se necesita muy poca inteligencia para darse
cuenta de que debería ser la última - ¡sólo
con ver lo que el hombre se ha hecho a sí mismo...! Pero no, nos
estamos preparando para la Tercera Guerra Mundial... y la última.
A Albert Einstein le preguntaron: «¿Puede decirnos algo
acerca de lo que va a suceder en la Tercera Guerra Mundial?»
Y Einstein contestó: «Perdóne, no puedo decir nada
sobre la Tercera, pero sí sobre la Cuarta». Su interlocutor
no lo podía creer; le dijo: «¡No puede decir nada
acerca de la Tercera; ¡tan complicado es...! Pero sí puede
decir algo sobre la Cuarta, lo cual es aún más complicado!»
Albert Einstein dijo entonces: «Ud. no me comprende. Sobre la
Cuarta puedo decir algo definitivo, categórico. Y es que la Cuarta
nunca sucederá, porque la Tercera destruirá toda la vida;
no sólo a los seres humanos; también a las rosas. Todo lo
que viva desaparecerá de la Tierra».
¿Y dices que la Humanidad se ha civilizado?
No, te han engañado. Y esta Declaración Universal de
las Naciones Unidas sobre los Derechos Humanos, es la misma hipocresía.
George Gurdieff solía contar una sencilla historia, aunque se
refiere a la Humanidad. En la historia había un mago que vivía
internado en bosques y montañas y tenía miles de ovejas.
Pero el problema era que las ovejas le temían, porque cada día
veían que una de ellas era matada para su desayuno y otra para su
cena, así que acostumbraban a escaparse, y era difícil encontrarlas
en un bosque tan vasto.
Como era mago, usó su magia. Hipnotizó a todas las ovejas,
y les habló... A una le dijo: «Tú eres un hombre,
no tienes que tener miedo. Sólo las ovejas serán matadas
y comidas, tú no. Tú eres un hombre, como yo». A otra
le dijo: «Tú eres un león, preferirías morir
antes que huir. Tú no eres parte de ellas, así que cuando
las matan, no es tu problema. Son para ser matadas, pero tú eres
mi amigo más querido en este bosque».
De este modo, le contó a cada oveja una historia diferente,
y a partir del segundo día dejaron de escaparse de la casa. Seguían
viendo que otra oveja moría, que era sacrificada, pero eso no les
preocupaba. Una era un león, otra era un tigre, otra era un
hombre, otra era... Ninguna era una oveja, excepto la que era matada.
De este modo, sin ayuda de guardianes, mantenía miles de ovejas.
Iban al bosque a por comida, a por agua, y volvían a casa creyendo
siempre que: es alguna oveja la que va a morir, no tú. Tú
no perteneces a esa plebe. Tú eres un león, respetado,
honrado; un amigo del gran mago.
Los problemas del mago estaban resueltos.
Te estoy contando esta historia porque es literalmente verdad acerca
de ti. Te han contado cosas, que has aceptado sin ni siquiera mirar alrededor
para ver si coincidían o no con la realidad.
Lo primero... mi primera objeción a la Declaración de
los Derechos Humanos de la ONU, es que los derechos existen únicamente
cuando hay deberes. Los deberes son las raíces; los derechos, las
flores: No puedes tener derechos sin deberes. Y celebrar un día
al año por los Derechos Humanos... Sin embargo, no se celebra un
día por los Deberes Humanos, que es lo primero.
¿Por qué no hablan sobre los deberes? Porque no quieren
darte tus derechos humanos. Sin deberes, tan sólo puedes hablar
de derechos, pero no los tendrás en tus manos.
Y los políticos que han hecho esta declaración no tienen
la menor noción sobre deberes. Te daré algunos ejemplos.
Ellos dicen que todos los seres humanos son iguales. Y, por supuesto,
esto satisface el ego de cada ser humano; nadie pone objeciones. Es una
de las mentiras más peligrosas que se le han contado al hombre.
Y yo te digo, la igualdad es un mito. No hay ni siquiera dos seres humanos
iguales, de ningún modo, en ninguna dimensión. No digo que
sean desiguales; digo que son únicos, incomparables, así
que la cuestión de igualdad o desigualdad no aparece. ¿Eres
igual a las columnas de este recinto? Las columnas pueden ser hermosas,
pero tú no eres igual a ellas. ¿Significa esto que tú
eres inferior a las columnas? Significa simplemente que tú no eres
una columna; las columnas, son columnas; tú eres tú.
Cada ser humano es una categoría en sí mismo. Y a menos
que reconozcamos el «ser único» de cada individuo, no
habrá derechos humanos, ni habrá un mundo civilizado, humano,
amoroso, gozoso.
En la Declaración, una y otra vez enfatizan el hecho de que
debes amar a todos los seres humanos; sois todos hermanos. ¿Pero
has visto alguna vez hermanos que se amen? ¿Hermanos que sean
amigos? Nadie pelea como pelean los hermanos. Y el hecho de decir: «Sois
todos hermanos», no lo convierte en realidad.
La gente que proclama estos Derechos Humanos, ¿qué autoridad
tiene? ¿Quiénes son? Políticos... Ellos son la causa
de todas las guerras, ellos son la causa de toda clase de violencias que
suceden en el mundo. Son los que mantuvieron a casi la mitad de la Humanidad
-la mujer- en estado de esclavitud. Pero leyendo la Declaración,
realmente disfruté mucho... Porque no habla de hermanas, sino sólo
de hermanos; las hermanas no cuentan, a pesar de ser la mitad de la Humanidad.
Ni siquiera son mencionadas.
Estos políticos se expresan muy bien, son inteligentes, astutos...
casi todos provienen de profesiones liberales. Dicen que no debería
haber discriminación entre el hombre y la mujer, entre negros y
blancos, entre razas, religiones, ideologías políticas. ¿Y
quién crea esta discriminación? La misma gente que hace la
Declaración.
Esclavizaron a la mujer durante siglos, y todavía no están
dispuestos a darle su libertad, que, según su propia declaración,
es un derecho humano básico.
Los negros son tratados como animales. Hasta fines del siglo pasado,
eran vendidos, subastados en los mercados como mercancías. Y aún
hoy, no son respetados como lo son los blancos.
Y son los blancos -todos estos políticos son blancos- quienes
han llevado a la Humanidad al estado de esclavitud durante trescientos
años. Todos tenían sus imperios. Inglaterra poseía
el mayor; se decía que el sol nunca se ponía en ese Imperio.
En algún lugar del Imperio el sol siempre brillaba y siempre era
de día.
Pero otros blancos no se quedaban atrás: franceses, portugueses,
españoles, tenían grandes imperios, explotando toda la Tierra.
Han sido los parásitos. Y es gracioso que todos estos parásitos
estén ahora proclamando los derechos humanos.
Pero yo sé que todos estos derechos sólo son hipocresía.
Y lo sé por experiencia propia.
Uno de los derechos enumerados en esta Declaración dice que
nadie puede ser arrestado sin una orden de arresto. Exactamente así
fui arrestado en América, sin orden de arresto ni registro. Ni siquiera
me pudieron decir verbalmente qué crimen había cometido.
Cuando les pregunté: «¿Qué crimen he cometido?
Por lo menos debo saberlo.» La respuesta fueron armas cargadas. Doce
armas cargadas cercando mi avión.
Cuando la respuesta son las armas, puedes estar seguro de que la civilización
está todavía lejos.
Fueron muy astutos; no sólo me arrestaron sin tener la orden,
sino que lo hicieron deliberadamente a una hora que implicaba permanecer
encarcelado por lo menos dos días. El Tribunal no abriría
hasta el lunes y sólo entonces podría conseguir la fianza.
Estaban seguros de que la obtendría, pues no había ninguna
prueba o evidencia en contra mía. Eligieron el momento en que el
Tribunal estaba cerrado por dos días, para poder tener la satisfacción
de torturarme durante ese tiempo. No me sorprendí cuando al tercer
día, el Tribunal me negó la salida bajo fianza.
El magistrado, una mujer, ni siquiera permitió a mis abogados
cuestionar el hecho de que fui arrestado sin una orden en un país
democrático que se precia de ser el más democrático
del mundo. El Tribunal no me permitió ni siquiera discutirlo, porque
discutirlo les expondría. Estaba fuera de lugar concederme la fianza.
En primer lugar fui arrestado sin ninguna orden; aún después
de tres días no la tenían. La cuestión de la fianza
ni se planteó.
La fianza no fue concedida.
En el segundo Tribunal, el Tribunal Supremo Federal, tampoco fue discutido
el tema. «¿Qué pasa con mi arresto?», ésta
es la pregunta básica; lo demás es secundario. Arrestas a
alguien sin decirle siquiera por qué le estás arrestando...
Y en estos Derechos Humanos, estos mismos políticos, mantienen
en América que nadie puede ser arrestado sin una orden oficial;
éste es un derecho fundamental.
Si yo no hubiese sido arrestado, quizás no hubiera llegado a
saberlo.
Dicen que nadie debe interferir en la filosofía, en la religión,
en la ideología política de otro, pues ése es el derecho
inherente a todo individuo. Pero mi comunidad en América fue destruida
porque era el único lugar sin discriminación de ninguna clase.
...el cristianismo, que yo no sea blanco, que mi comuna sea universal...
Había negros, gente de todas clases, de todas las partes del mundo...
Destruyeron una comunidad donde se respetaban los derechos humanos en todos
sus detalles.
Superficialmente el hombre se ha civilizado, pero en las oscuras profundidades
del inconsciente, sigue siendo un bárbaro.
En la introducción de esta declaración se dice: «Estamos
decididos a eliminar toda forma de intolerancia o discriminación
basada en la religión o creencia». Esto no es cierto en ningún
país. Las religiones luchan constantemente y si el gobierno está
compuesto de fanáticos religiosos, la minoría es aplastada
y destruida por todos los medios posibles. Es un buen deseo, pero la gente
que lo desea está completamente equivocada.
En la convención en la cual la ONU proclamó estos Derechos
Fundamentales, la Unión Soviética estaba ausente, así
como otros ocho países comunistas. EEUU estaba presente. La Declaración
fue adoptada por unanimidad -todos a favor, nadie en contra-. Lo menciono
porque el hacer esta declaración fue básicamente una iniciativa
de EEUU. Y éste es el primer país que va en contra de cada
derecho humano.
Ahora mismo, EEUU acaba de dar doscientos millones de dólares
a los terroristas en Nicaragua, para destruir a un pequeño
país que, como Cuba, se ha hecho comunista. América lo ha
inundado de terroristas; millones de dólares son vertidos continuamente,
para apoyar a los terroristas con armas y con todo. Y esta Declaración
dice que todos los países son soberanos y ninguno debería
interferir en la vida de otro, en su religión -eso es asunto suyo-,
en cómo quieren vivir, en qué quieren creer o no creer. No
es asunto de nadie más. Si en algún pequeño país
la gente ha aceptado como estilo de vida y estructura social el comunismo,
¿quiénes son los EEUU? ¿Y qué derecho tienen?
Nicaragua apeló al Tribunal Mundial; y el Tribunal Mundial aunque
lleno de jueces americanos, le dijo a EEUU: «Vuestra acción
está en contra de la Declaración de los Derechos Humanos.
Es criminal». Ronald Reagan simplemente lo ignoró. Dijo: «No
nos importa el Tribunal Mundial, ni sus decisiones».
Ahora bien, ésta es la gente que hizo la Declaración.
Crearon este Tribunal para decidir en situaciones en las que surgiera algún
conflicto, pero esta gente no está dispuesta a escuchar. ¿Ves
a los políticos detrás de todo esto? El Tribunal Mundial,
la Declaración, todo son fachadas para esconder las cosas. Si algún
país pequeño hiciera lo mismo, se le daría la razón
al Tribunal, y EEUU actuaría a su favor para destruir a ese país
por estar cometiendo un acto criminal. Pero al ser EEUU quien comete esa
acción criminal, puede simplemente decir: «No nos importa
el Tribunal Mundial».
¿Y qué puede hacer este Tribunal? No tiene ejércitos,
no tiene poder. Tiene todo el poder que le ha sido dado a los políticos;
pero si los mismos políticos ignoran la ley que ellos han hecho,
¿qué puede hacer el Tribunal?
Y la ONU guarda silencio. Su Tribunal ha sido insultado. Si la gente
de la ONU tuviese alguna dignidad, debería disolverla y disolver
el Tribunal Mundial, porque, ¿qué sentido tiene? Hoy lo hace
EEUU; otros países lo harán mañana.
La Unión Soviética es mucho mejor y tiene razón,
porque nunca participó en esta declaración. No es parte de
esta Declaración. Ningún gobierno comunista lo hizo. Así
que, por lo menos, mostraron desde el principio que todas estas cosas son
falsas. ¿A quién están tratando de engañar?
De alguna manera, esta Declaración no es muy racional. Por ejemplo,
en esta larga lista falta el derecho a dejar el cuerpo cuando uno ha vivido
lo suficiente y ya está débil, enfermo, viejo, es una carga,
y no sirve para nada... está sufriendo innecesariamente y esperando
la muerte. ¿Por qué esperar? ¿Por qué torturar
innecesariamente a este hombre?
La sociedad es responsable de miles de personas que viven siendo torturadas
en los hospitales, en casas o en clínicas. No tienen ninguna posibilidad
de volver a tener una vida sana, creativa, de alguna utilidad. Pero siguen
vegetando; y la medicina está suficientemente desarrollada... Los
puedes mantener en hospitales durante años. Respiración artificial...
quizás el hombre ya esté muerto, pero a causa de la respiración
te engañas.
En esta larga lista, uno de los derechos humanos más importante
no está incluido. Y ese derecho, es el derecho a dejar el mundo,
a devolver el billete, a decir: «Quiero volver a casa, ¿quién
eres tú para impedírmelo, a mí o a cualquier otro?»
Este derecho es muy significativo hoy en día. En los países
avanzados el promedio de vida se ha alargado tanto que cada vez más
gente estará en una situación en la cual sus hijos e hijas
son ya viejos -ochenta, noventa años...-, la cuarta, quinta o sexta
generación ha llegado ya y no puede tener ninguna conexión
con un hombre de ciento veinte años de edad, vegetando en un hospital.
Esos recién llegados no tienen ninguna relación con ellos,
no les guardan ningún respeto.
Los meses pasan y esa gente mayor está por ahí, en los
hospitales, esperando a que tal vez alguien venga -un amigo, un niño,
un viejo conocido- a encontrarse con ellos. Nadie viene. La gente los evita.
Te aburren, naturalmente; es casi como leer un periódico de hace
cincuenta, sesenta años. Si vas a verlos te hablarán únicamente
de aquellos días dorados, cuando eran jóvenes y la vida,
una aventura. No puedes conectar con ellos, y sencillamente te aburres.
Todo ha cambiado tanto en cincuenta años que esa gente ni siquiera
se da cuenta de qué es lo que ha cambiado.
Pero ningún gobierno del mundo acepta el derecho a morir, la
eutanasia. En esta larga Declaración la eutanasia no está
incluida.
Los políticos son muy, muy astutos. No quieren controversia;
sólo dicen cosas que te gustan y que les vayan a gustar a todos.
No se preocupan por la situación actual y los cambios que necesita.
Su único esfuerzo es tratar de hacerte feliz mediante falsas palabras.
En ninguna parte del mundo se aplica ninguno de los derechos básicos.