Osho, ayer noche explicaste la quietud interior desde la dimen-sión
del silencio interior. Explica por favor la quietud interior desde alguna
otra dimensión.
La quietud tiene muchas dimensiones. Una es el silencio; es el
extremo opuesto al sonido, es la ausencia de sonido. La segunda dimensión
es la ausencia de movimiento: es el extremo opuesto al movimiento. La mente
es movimiento del mismo modo que la mente es sonido. El sonido viaja y
la mente también. La mente está en movimiento constante,
nunca permanece quieta. No puedes imaginarte a una mente quieta. No existe
una cosa así, porque cuando hay quietud, la mente deja de existir;
cuando existe la mente, hay movimiento. ¿Cuál es pues el
movimiento de la mente? Con él podemos concebir la segunda dimen-sión
de la quietud: la ausencia de movimiento.
Exteriormente sabemos lo que el movimiento significa: ir
de un lugar a otro, de un sitio a otro. De A a B. Si estás
en A y te vas a B, ha tenido lugar un movimiento. Así,
exteriormente a la mente, movimiento quiere decir cambiar de lugar en el
espacio. Si no hay espacio, no te puedes mover. Necesitas espacio para
moverte exteriormente.
El movimiento interno no es en el espacio, sino en el tiempo.
Si no hay tiempo no puedes desplazarte interiormente. El tiempo es un espacio
interior: de un segundo pasas a otro segundo, de este día
a otro día, de aquí para allá, de ahora a después,
en el tiempo. El tiempo es el espacio interno. Analiza tu mente y verás
que siempre te estás moviendo desde el pasado al futuro, desde el
futuro al pasado. O bien te vas hacia recuerdos del pasado o te desplazas
a deseos en el futuro.
Cuando te vas desde el pasado al futuro o desde el futuro al
pasado, solamente entonces empleas el momento presente, pero sólo
como un medio. El presente, para la mente, no es nada más que la
línea divisoria entre pasado y futuro. Para la mente el presente
no es realmente existencial. Solamente es una línea divisoria desde
la que puedes desplazarte al pasado o al futuro. La mente nunca está
en el presente porque es incapaz de ir al presente. Compréndelo:
eres incapaz de moverte en el presente. En el presente no existe el tiempo.
El presente siempre es un único instante. Nunca estás en
dos momentos al mismo tiempo. Solamente vives un instante. No puedes ir
de A a B porque solamente existe A. No hay B.
Entiende esa cualidad del tiempo en el presente: siempre
vives un solo instante. Tanto si eres un mendigo como si eres un emperador,
da igual. Tu depósito temporal es el mismo, solamente de instante
a instante, y no puedes moverte en él. No hay lugar dónde
moverse y la mente existe únicamente si hay movimiento. Por eso
la mente nunca emplea el presente, no puede emplearlo. Retrocede al pasado.
Allí hay muchos lugares a los que puede ir. Existe un gran depósito
de recuerdos: todo tu pasado está ahí.
O también puede irse al futuro. Puedes imaginártelo
porque el futuro es, básicamente, tan sólo el pasado
proyectado. Has vivido, has experimentado muchas cosas. Las deseas otra
vez o deseas evitarlas: ése es tu futuro. Amaste a alguien:
fue hermoso, puro gozo. Entonces deseas que se repita por eso proyectas
en el futuro tu deseo de que se repita. Estuviste enfermo, sufriste y deseas
evitarlo en el futuro por eso proyectas no enfermar de nuevo. De modo que
tu futuro es tan sólo un pasado que has proyectado y así
puedes moverte en el futuro.
Pero la mente no se encuentra satisfecha con el futuro que pertenece
a esta vida. Proyecta cielos, proyecta vidas futuras. No está satisfecha
con un pequeño futuro, así que la mente crea tiempo más
allá de la muerte. El pasado y el futuro son vastos territorios;
puedes moverte con facilidad en ellos. Con el presente no te puedes mover.
La ausencia de movimiento implica estar en el presente. Esa es la segunda
dimensión de la quietud. Si puedes permanecer en este instante,
tan sólo aquí y ahora, estarás quieto. No puedes estar
de ninguna otra forma. No existe ninguna otra posibilidad más que
estar quieto.
Vive en el ahora, y el movimiento se detendrá porque la
mente se detendrá. No pienses en el pasado y no proyectes en el
futuro. Esto que se te está dando es todo lo que tienes. Permanece
en ello, conténtate en ello. Este mismo instante es el único
tiempo verdaderamente existencial; no hay nada más. El pasado es
solamente una memoria. Está solamente en tu mente, es polvo acumulado,
experiencias acumuladas. No hay pasado en la existencia, no hay futuro
en la existencia. La existencia es el presente.
Si el hombre no estuviera en esta Tierra no habría ni
pasado ni futuro. Las flores florecerían, desde luego, pero en el
presente. El Sol saldría, pero en el presente. La Tierra no sabría
nada del pasado ni soñaría nada en el futuro. No habría
ni pasado ni futuro. El pasado está en la mente, en la memoria y
debido a este recuerdo es proyectado al futuro. Por eso, generalmente dividimos
al tiempo en tres partes: pasado, presente y futuro, pero en realidad
el pasado y el futuro no son una parte del tiempo. Son parte de la mente,
no partes del tiempo. El tiempo posee una única división,
si es que puedes llamarla división, y es la del presente.
El tiempo es siempre presente. Esas tres divisiones no son divisio-nes
del tiempo. El pasado y el futuro pertenecen a la mente, no al tiempo.
Al tiempo solamente le pertenece el presente. Pero entonces es difícil
llamarlo presente porque, lingüísticamente, para nosotros
el presente es algo entre el pasado y el futuro. Se refiere al pasado,
se refiere al futuro. Si no hubiera pasado ni futuro entonces la palabra
«presente» perdería todo significado.
Se dice que Eckhart dijo que no hay tiempo, solamente el eterno
«ahora». Existe un «ahora» eterno y un infinito
«aquí». Cuando digo «allí»
solamente lo digo en referencia al sitio en que estamos, sino, solamente
habría «aquí». Si yo no estuviera aquí,
¿ que lugar sería el «aquí» y qué
lugar sería el «allí»? En referencia a mí
mismo, llamó al lugar más cercano «aquí»,
y al que no está cercano lo llamó «allí».
¿Dónde acaba el «aquí» y dónde
comienza el «allí»? No podemos delimitarlo. En realidad
todo es un «aquí», un «aquí»
infinito.
Es debido a la mente que dividimos el tiempo. Entonces, todo
lo que hemos vivido se convierte en el pasado y todo lo que esperamos vivir
se convierte en el futuro y aquello que está transcurriendo se convierte
en el presente. Pero no hay mente, solamente hay un infinito «ahora»,
un eterno «ahora». «Aquí, ahora», es la
realidad. «Allí» y «después» son
partes de la mente, no partes de la realidad.
El concebir la quietud desde una segunda dimensión significa
hacer un esfuerzo para vivir momento a momento. Entonces estarás
en quietud, estarás en silencio. No habrá agitación
interior, ni movimiento, ni oscilaciones internas. Todo se habrá
convertido en un remanso de profundo silencio.
¿Por qué esta mente se desplaza al pasado y al
futuro? Buda le dio el nombre de tanha a trishna, el deseo. Buda
dice que, debido a que has vivido algo, lo deseas de nuevo. Al desearlo,
te vas al futuro. No desees y no habrá futuro. Es difícil,
porque cuando la mente experi-menta placer, anhela repetirlo y cuando la
mente experimenta incomodidad no desea repetirla, desea evitarla. Por esto
es natural que se cree el futuro y debido a este futuro nos perdemos el
presente.
Me estás escuchando, puedes simplemente escucharme; entonces
no tendrás mente. Será una escucha sin mente. Pero
si estás escuchando y tratando de entender al mismo tiempo, te habrás
ido al futuro. Si estás pensando en lo que se te está diciendo,
te has perdido lo que se te ha dicho: te has ido al futuro. Y el
presente es algo tan sutil y delicado y tan pequeño y tan atómico
que puedes perdértelo en un solo instante. Un simple gesto,
y te lo habrás perdido.
Si estás escuchando, simplemente escucha. No pienses en
lo que se te está diciendo, no trates de descubrir el significado,
porque no puedes hacer dos cosas en el presente; escuchar es suficiente.
Y si estás solamente escuchando, estás en el presente y la
misma escucha se convierte en meditación.
Mahavira ha dicho que si eres capaz de escuchar correctamente
no necesitas practicar nada más. Siendo sólo un shravak,
uno que escucha adecuadamente, lograrás todo lo que puede ser logrado.
Simplemente siendo un shravak, uno que escucha correctamente, porque
simple-mente escuchar no es una simple escucha, es un gran fenómeno.
Y una vez que conoces el secreto, puedes aplicarlo en cualquier situación.
Comer se convertirá en meditación, caminar se convertirá
en meditación, dormir será meditación. Cualquier cosa
en la que estés en ese momento, sin irte al futuro, será
meditación.
Pero desconocemos toda actividad en la que estamos en el pre-sente.
O empezamos a pensar en el pasado o empezamos a pensar en el futuro. Nos
perdemos el presente continuamente. Eso implica que la Existencia se nos
escapa siempre. Y esto se convierte en un proceso en cadena; luego se convierte
en un hábito.
Una noche Mulla Nasrudin caminaba por una calle. La calle estaba
solitaria y de repente se dio cuenta de que unos hombres a caballo,
una especie de tropa se dirigía hacia él. Su mente comenzó
a trabajar. Pensó que podían ser asaltantes, que podían
matarle. O que podían ser soldados del rey y que podían llevárselo
para que prestara el servicio militar o cualquier otra cosa. Se asustó
y cuando los caballos y el ruido que formaban se le acercaron, se puso
a correr y entró en un cementerio y para poder esconderse se tumbó
en una fosa abierta.
Al ver a aquel hombre corriendo, los jinetes, que eran
simples via-jantes, se dieron cuenta de lo que había sucedido. Corrieron
tras Mulla Nasrudin y se acercaron a la tumba en que estaba. El yacía
con los ojos cerrados como si estuviera muerto. «¿Qué
te sucede? ¿Por qué te has asustado tanto de repente? ¿Qué
pasa?»
Entonces Mulla Nasrudin se dio cuenta de que se había
asustado a sí mismo sin motivo. Abrió sus ojos y dijo, «Es
algo muy complejo, muy complicado. Si insistíis en preguntarme porqué
estoy aquí, os lo diré. Estoy aquí por vuestra
culpa y vosotros estáis aquí por la mía».
Es un círculo vicioso. Si tienes deseos, te irás
al futuro y esto creará un círculo vicioso. Cuando ese futuro
se convierta en el presente, de nuevo te irás al futuro. Hoy pensaré
en el mañana; esto se convertirá en un hábito. Y el
mañana nunca llega. No puede llegar; es imposible. Cuando llega
es de nuevo el hoy y he creado el hábito de irme siempre desde el
hoy al mañana. Por eso cuando el mañana llega, llega como
el hoy y luego me voy de nuevo al mañana.
¡Es una cadena! Y cuanto más la elabores, más
eficiente te volverás en completarla. Y el mañana nunca llega.
Lo que llega siempre es el hoy, y con el hoy tú no tienes ninguna
relación. Estableces un mecanismo: debido a que es hoy, te
vas. Es un hábito muy fuerte, no solamente de esta vida, sino de
muchas otras vidas. Uno tiene que acabar con él, tiene que salir
de él. Hagas lo que hagas recuerda solamente una cosa: permanece
en el presente mientras lo estés haciendo. Es difícil, arduo,
y no vas a lograrlo de inmediato. Has de romper un hábito muy arraigado.
Va a ser una dura lucha, pero inténtalo. El esfuerzo mismo creará
una distancia, y por el mismo esfuerzo vas a saborear, a veces, momentos
del presente. Y una vez conozcas el sabor, estás en el camino.
Pero no conoces el sabor del presente. No lo has probado nunca,
nunca has vivido en él, ¡nunca!, te lo digo. Y está
siempre aquí. Es la vida misma; es todo lo que hay en
la vida.
Jesús dijo que estamos simplemente muertos, ¡sin
vida! Un día pasaba junto a un pescador justo a la salida del sol.
El pescador había lanzado sus redes al lago y Jesús puso
la mano en su hombro y le dijo, «¿Vas a desperdiciar
toda tu vida pescando? Puedo enseñarte algo mejor para pescar. Te
haré un pescador de la vida». El pescador miró a Jesús
como si un imán le estuviera atrayendo, luego tiró su red
y siguió a Jesús.
Cuando acababan de salir del pueblo uno se les acercó
corriendo y le dijo al pescador, «Tu padre ha muerto. Acaba de morir,
así que vuelve a casa. ¿A dónde vas?»
El pescador pidió permiso; le dijo a Jesús, «Déjame
que vaya a casa. Volveré pronto. Tengo que enterrar a mi difunto
padre».
Jesús le dijo, «Deja que los muertos entierren a
los muertos. No tienes porqué ir; sígueme. Hay muchos cadáveres
en el pueblo. Ellos enterrarán al difunto».
Para Jesús, estamos muertos porque nunca hemos saboreado
la vida, nunca hemos saboreado el presente, lo existencial. Vivimos en
el muerto pasado y seguimos proyectando este pasado ya muerto en el futuro.
Esto es a lo que Shankara denomina maya, ilusión. Shankara ha sido
muy mal entendido. Cuando Shankara dice que el mundo entero es una ilusión,
quiere decir que el «mundo del hombre» es una ilusión,
no el mundo en sí.
No sabemos nada del mundo. Hemos creado nuestro propio mundo
mental. Todo el mundo tiene su propio mundo, este mundo de pasado y de
futuro, este mundo de recuerdos y de deseos. Este mundo es falso, ilusorio.
Por eso cuando Shankara dice que este mundo es falso, se refiere a «tu
mundo», no al mundo. Y cuando «tu mundo» deje de
existir, conocerás al verdadero mundo. Y Shankara dice que éste
es el Brahmán, que ésa es la Verdad, la Verdad absoluta.
Es como si estuviéramos viviendo en un mundo de sueños,
cada uno estando rodeado de sus propios sueños, de una nube de sueños.
Todo el mundo va envuelto en sus propios sueños. Y debido a esos
sueños no podemos ver lo que es verdadero, lo que es real. Lo real
está escondido tras nuestros sueños. Esta mente soñadora
es la mente inquieta; la mente no soñadora es la mente quieta. Pero
los deseos crean sueños. Sueñas por la noche porque deseas
durante el día. Si no desearas durante el día no soñarías
por las noches.
Un Buda no sueña, porque los sueños son deseos
y los deseos son sueños. Cuando surgen durante el día los
llamas deseos; cuando aparecen por la noche, los llamas sueños.
Pero todo deseo es sueño. ¿Por qué? Porque todo deseo
radica en el futuro, el cual no existe. Todo deseo es un deseo futuro que
no existe. ¡El futuro no existe!
Y seguimos soñando. Debemos acabar con este soñar.
Este soñar es un movimiento, un movimiento continuo. Estás
repleto de sueños, sueños destruidos, acabados, que
son de nuevo recreados. Cada día hemos de tirar los viejos y crear
unos nuevos.
En cualquier momento, en cualquier actividad, trata de estar
aquí y ahora. El esfuerzo mismo es una barrera, pero se ha de empezar
con algo. Al principio tendrás que hacer un esfuerzo. Aun el esfuerzo
es una barrera porque el esfuerzo te lanza al futuro. Pero al principio
uno ha de esforzarse, luego en un segundo nivel uno ha de hacer un «esfuerzo
sin esfuerzo», y luego, en el tercer nivel, el esfuerzo desaparece
y estás en el presente.
Caminas por la calle: trata simplemente de caminar, no
hagas nada más. Parece simple, pero no lo es. Parece que todos lo
hacemos, ¡no es así! Cuando caminas, tu mente está
haciendo mil cosas más. Acom-paña cada paso. Simplemente
camina.
Buda ha dicho, «Cuando camines, simplemente camina. Cuando
comas, simplemente come. Cuando escuches, simplemente escucha». Permanece
por completo en lo que haces, no permitas que tu mente se pierda en otras
cosas. Y es una experiencia maravillosa porque, de repente, el presente
irrumpirá. En tu mundo de sueños, el mundo de la realidad
penetrará. Y si alcanzas ese destello, aunque sea por un solo instante,
te volverás una persona distinta. Entonces sabrás algo del
aquí y ahora que está a tu alrededor y que te estás
perdiendo. Te lo estás perdiendo debido solamente a un hábito
mecánico y uno no puede hacer otra cosa que tratar de no ser mecánico.
A veces, siendo consciente, suceden los milagros. Estaba leyendo
que en Rusia, en los días anteriores a la Revolución, en
una pequeña ciudad de provincias se estaba escenificando un drama.
Repentina-mente el director se dio cuenta de que faltaba alguien para un
papel que era esencial en el último acto. Se necesitaba a
alguien para un papel determinado en el que tenía que tartamudear.
El actor no estaba y trataron de buscar a alguien para reemplazarlo. Entonces
alguien sugirió que tal vez sería difícil encontrarlo
a tiempo, pero que en el pueblo había un chico que encajaba a la
perfección. No necesitaba practicar porque era tartamudo de por
sí. Así que trajeron al chico. Muchos doctores habían
tratado de curarlo, habían probado con muchas medicinas, pero el
tartamudeo continaba. De modo que se llamó al chico y se le dio
el papel. No tenía necesidad de practicar.
En el instante en que el chico pisó el escenario, intentó
tarta-mudear, pero no pudo. Empezó a hablar como cualquier otro,
sin fallos. Cuanto más lo intentaba, más imposible resultaba.
¿Qué había sucedido? Por primera vez el hábito
mecánico del tartamudeo se había hecho añicos al ser
consciente de él. En aquel momento lo estaba haciendo con atención
total. Trataba de tartamudear. Era consciente y el mal desapareció.
Era un hábito mecánico, pero el mismo esfuerzo por hacerlo
conscientemente lo había vuelto imposible.
Estuve en cierta ciudad. Me presentaron a un profesor. Era profesor
en un colegio; un hombre muy versado, muy sensible, muy sensato. Pero sufría,
sufría mucho porque caminaba como lo hacen las mujeres. Y ése
era su problema, especialmente en el colegio. Todo el mundo se reía
de él. Se sometió a psicoanálisis, fue tratado, hospi-talizado,
pero nada dio resultado. Y cuanto más lo intentaba, cuanto más
empeño ponía en no caminar así, menos lo lograba,
de modo que se hallaba totalmente confuso.
Le acompañaron ante mí. Le dije, «No luches
contra el hábito. Al contrario, despliégalo conscientemente.
Cuando vayas por la calle, camina como una mujer. Trata de caminar como
una mujer».
El dijo, «¿Qué es lo que estás diciendo?
Ya tengo suficientes pro-blemas y si trato de andar de esa manera tendré
aún más».
Por eso le dije, «Has tratado siempre, durante veinte años,
de no caminar como una mujer. Prueba ahora con lo contrario. Ponte aquí.
Camina en esta habitación delante de mí».
El sentía vergüenza de hacerlo. Lo intentó,
pero no pudo caminar. Dijo, «¿Qué es lo que ha pasado?
¿Qué es lo que has hecho? ¿Has hecho algo? ¡Es
un milagro! Lo estoy intentando y soy incapaz de caminar como una mujer».
Le dije, «Vete y sigue con ello. Ve a tu colegio. Trata
siempre de caminar como una mujer».
Por la noche volvió. Estaba radiante. Dijo, «¿Cómo
voy a poder agradecértelo? Parece imposible, pero es un milagro.
El truco ha funcionado. Soy incapaz de caminar. Si trato de andar, no puedo.
¿Qué es lo que ha pasado?»
En el instante en que centras tu atención en un hábito
mecánico, éste se detiene porque un hábito mecánico
se nutre de tu inconsciencia. La fuerza de voluntad no funciona aquí.
¡El ser consciente sí! Y acuérdate de la diferencia:
con la fuerza de voluntad comenzarás a luchar contra el hábito
y, si tratas de luchar contra el hábito, lo has aceptado de
hecho. Cuando te digo que lo hagas conscientemente, quiero decir que no
has de luchar con él. Dale pleno soporte, no seas anti-él.
Caminas por la calle: préstale toda tu atención.
Hazte uno con el caminar; sé consciente de lo que estás haciendo.
Primero la pierna izquierda, luego la derecha; se mueven. Siente cada instante
conscien-temente. Permanece en el momento, no le permitas a tu mente el
que se centre en otra parte. Si la mente se distrae debido a viejos hábitos,
tráela de nuevo. No te sientas frustrado. Si la mente se distrae,
no digas, «Es imposible, no puedo hacerlo». ¡No! Haz
que tu mente regrese. Inténtalo de nuevo y antes o después
empezarás a sentir ciertos instantes, por muy escasos que
sean, en los que conocerás el sabor del presente. ¡
Qué sabor tiene el presente! Y una vez sientas el presente, estás
junto a las puertas de la Existencia. Puedes entrar en Ella.
En esta dimensión, quietud quiere decir que no hay movimiento
de la mente en el pasado ni en el futuro. ¡No hay movimiento! Simplemente
estás en el presente. Puedes entenderlo desde el intelecto; puedes
incluso sentir que es así. Pero el entenderlo intelectualmente no
te servirá de nada, más bien será un engaño,
puede resultar un engaño. ¡Has de hacerlo! El pensar en ello
no te servirá de nada.
Estás tumbado en tu cama a punto de irte a dormir:
percibe este estar tumbado en la cama. Siente la sensación de la
cama, la caricia de las sábanas y los sonidos de tu alrededor, el
ruido del tráfico o de cualquier cosa que esté sucediendo.
¡Siéntelo! Quédate así, no pienses, solamente
siente. Permanece en el presente, y en este estado de puro sentir, duérmete.
Esa noche soñarás menos, tendrás un sueño más
profundo. Por la mañana te despertarás más fresco.
Cuando, por la mañana, te des cuenta de que el sueño
se ha aca-bado, no saltes de la cama. Quédate en ella cinco minutos.
De nuevo siente las sábanas, su calidez, su frescura, o la lluvia
cayendo sobre el tejado, o el tráfico que ha vuelto a empezar,
o el mundo que está despertando, el ruido, los pájaros cantando.
Siéntelos durante cinco minutos. No te precipites en la actividad
diaria. Quédate con la mañana. Si no lo haces se acabará
el sueño y te habrás precipitado e ido al futuro.
Has ido al mercado o a la oficina, pero te has sumido en ello,
te has ido. Durante cinco minutos permanece aquí. No vayas tan rápido;
no hay porqué. Esos cinco minutos serán meditativos. Esos
momentos por la mañana y por la noche son los mejores instantes.
A esa hora es muy fácil saborear el sentimiento del presente.
El instante de quedarse dormido es un momento muy vulnerable.
Sé sensible a todo lo que te rodea. No pienses. ¡Siente! El
sentir siempre está en el presente y el pensar nunca está
en el presente. Por eso, por la mañana, cuando la mente está
fresca después del sueño nocturno y el cuerpo se encuentra
relajado y tú no tienes energía para trabajar, siente durante
cinco minutos y luego sal de la cama. Da cada paso con atención
plena. Y por la mañana hacerlo es muy fácil. Por la tarde
no es tan sencillo; por la noche es aún más difícil.
Ve al baño y dúchate. ¡Siéntelo! Siente
el agua de la ducha que cae sobre ti, cada gota cayendo sobre ti. Olvídate
de todo lo demás. Quédate bajo la ducha y siente el presente.
Incluso un baño matutino puede convertirse en auténtica
medi-tación. Cuando el agua cae sobre ti estás en profunda
comunión con la naturaleza. Sigue así unos cinco minutos
y luego trata de seguir con este sentimiento. Estás desayunando
o comiendo: trata de seguirlo. Se hará cada vez más
difícil, pero sigue intentándolo. Pronto llegará un
momento en el que estarás todo el día en el presente. Y una
vez conozcas esto, sabrás lo que es la quietud.
Esta es la segunda dimensión. Existe también una
tercera dimensión, y será conveniente saber algo de ella.
La primera es el silencio en oposición al sonido. Esta es una dimensión:
la de la ausencia de sonido. La segunda es la de la quietud frente
al movimiento: eso es la ausencia de movimiento. Y la tercera es
la del no-ser frente al ego: la ausencia de ego. La tercera es la
más profunda.
Buda ha dicho, « A menos que dejes de ser, no puedes estar
en quietud. Tú eres el problema, tú eres el ruido, tú
eres el movimiento. A menos que tú dejes de «ser» completamente,
no podrás alcanzar la quietud perfecta. Por esto a Buda se le conoce
como anatmawadi, el que cree en el no-ser.
Seguimos creyendo que «somos», que «yo soy».
Este «yo» es algo totalmente falso. Y debido a este «yo»,
surgen muchos males; debido a este «yo», sigues acumulando
el pasado; debido a este «yo» sigues pensando en repetir placeres
pasados. Todo cuelga de este «yo»: el pasado, el futuro,
los deseos.
Buda llegó a conocer a través de la meditación
profunda que somos capaces de abandonar los deseos mundanos, pero que si
el «yo» permanece empezamos a desear el moksha, la Liberación
Ulti-ma, la libertad de unificarnos con Dios, de ser uno con el Brahmán.
Si este «yo» subsiste, los deseos están presentes, sea
cual sea su dirección y su objeto.
Buda dice, «Abandona esta existencia centrada en el «yo»»
Pero, ¿cómo abandonarla? ¿Quién la abandonará?
Si no hay «yo», ¿quién será el que la
deje? ¿Quién pensará en abandonarla? Con «abandonar»
se quiere significar el ir hacia adentro y descubrirlo, buscarlo, ver dónde
está, si es o no es, porque aquellos que han ido hacia el
interior y aquellos que lo han buscado nunca lo han encontrado. Solamente
los que nunca han ido hacia adentro, aquellos que nunca lo han buscado,
son los que creen en él, en que existe. Nadie nunca ha encontrado
que algo semejante al «yo» exista.
Cuando digo «yo soy», el «soy» es la
realidad, no el «yo». Cuando vas hacia adentro sientes cierta
«sensación de ser», hay un cierto sentimiento existencial.
Sabes que allí hay algo, pero que no eres tú. No hay un sentimiento
de «yo». Solamente se siente una difuminada «sensación
de ser», se percibe la Existencia sin «yo».
Otro sistema para entrar en la tercera dimensión: siempre
que tengas tiempo, siempre, trata de encontrar dónde reside este
«yo». No tienes porque ir a un templo. Si vas, de acuerdo,
pero no hay porqué ir. Viajas en tren: cierra tus ojos, trata
de descubrir dónde está este «yo». ¿En
el cuerpo? ¿En la mente? ¿Dónde está? Muévete
con una mente abierta. Descubre dónde está. Sentado en tu
coche o tendido en la cama, siempre que dispongas de unos instantes para
cerrar tus ojos, ciérralos y pregúntate, «¿Dónde
reside este «yo»? ¿Dónde está? ¿Dónde
está ese «yo»?
Ramana Maharshi utilizó una meditación. La llamó
la meditación del «¿Quién soy yo?». Buda
diría que no iba a servir porque cuando pides, «¿Quién
soy yo?» has supuesto de antemano que tú «eres».
Esa no es la pregunta. Si la pregunta es solamente «¿Quién
soy yo?» entonces el «yo soy» se ha establecido anteriormente.
Lo has dado por sentado. Ahora estás preguntando solamente «¿Quién
soy yo?» No estás pidiendo realmente por el «yo».
La meditación budista dice que preguntes, «¿Dónde
estoy «yo»?», no «¿Quién soy yo?»
Escudriña todos los rincones, busca con una mente abierta
y no te encontrarás en ninguna parte. Te encontrarás con
una existencia silenciosa, pero no con el «yo». Y no creas
que es algo muy complicado. ¡No lo es! Solamente cerrando los ojos
aquí y tratando de descubrir «¿Dónde estoy?»,
no lo conseguirás. Descubrirás muchas otras cosas. Tu corazón
empezará a latir, tu respiración se hará presente,
encontrarás muchos pensamientos flotando en tu mente. Descubrirás
allí muchas cosas, pero no encontrarás ningún «yo»,
ningún ego.
Buda afirma que el ego es simplemente un concepto colectivo,
como «sociedad», como «nación», como «humanidad».
No los puedes encontrar en ninguna parte. Estamos sentados aquí.
Podemos llamar a esto, una «clase», pero no podemos encontrarla.
Podemos buscarla: encontraremos individuos, pero ninguna clase. No encontraremos
ningún grupo, solamente individuos. «Grupo» es solamente
un nombre para una colectividad. Podemos denominar bosque a un conjunto
de árboles. No existe tal bosque, solamente árboles, árboles
y más árboles. Si entras en él, solamente encontrarás
árboles y el bosque desaparecerá. Este «yo» es
solamente un nombre colectivo. «Tú» eres un conjunto.
La palabra budista es sangha, un conjunto, un colectivo. Tú eres
muchas cosas, pero no un «yo». Ve hacia adentro y descúbrelo.
Buda dice, «No me creas. Ve hacia adentro y descúbrelo; busca
y descúbrelo». Nunca lo encontrarás.
Por eso en esa tercera dimensión solamente hay «ausencia
de sensación de ser» o ausencia de ego. Cuando uno descubre
que uno no es, uno está en quietud: la quietud ha sucedido.
No puedes estar tenso, no puedes estar inquieto, no puedes estar en un
profundo tumulto si no hay ego. El show ha desaparecido.
Pero, ¿qué es lo que solemos hacer? A cada instante
hacemos cosas para alimentar ese ego, para fortalecerlo, para darle más
energía, para vitalizarlo. A cada momento tratamos de mantenerlo.
Es una idea falsa, pero que puede ser mantenida y mantenida. Puedes seguir
creyendo en ella y creando situaciones en las que sea más y más
fácil creer en ella. Es una creencia, no es una realidad.
Todo el mundo cree en el ego. La gente pregunta, «¿Dónde
está Dios? A menos que lo encontremos no podemos creer en El».
Estas personas siguen creyendo en sus egos sin tomarse la molestia de buscar
si existe algo así. Esto es un milagro: somos capaces de dudar
de Dios, pero no somos capaces de dudar de nosotros mismos. Y a menos que
dudemos de nosotros mismos, no podremos entrar en la quietud. Con ese dudar
todo resulta hecho añicos. Un hombre religioso nace cuando pone
en duda su ego y duda de sí mismo.
Hemos dado por sentado ese «yo». Nunca preguntamos
por él, si existe o no. Y si alguien hace que nos demos cuenta de
que no existe, se convierte en un enemigo. Los amigos son los que nos ayudan
a volvernos egos más fuertes. Nuestra familia, nuestra nación,
nuestra sociedad nos ayudan a estar centrados en nuestros egos. La religión
«te» destrona. Te hace bajar de tu pedestal. «Tú»
no existes. Y si «tú» no existes, estás en un
profundo abismo de quietud,, sin fondo, infinito, porque este «yo»
es el que lo altera todo, este «yo» es el mal, este «yo»
es la molestia. Ese es el problema.
Tanka vivía en un pueblo. Uno se le acerca y le pregunta,
«¡Ayúdame! ¡Enséñame! ¡Iníciame!
¡Quiero ser libre! ¡Quiero alcanzar el Moksha!»
Tanka le dice, «No puedo liberarte. Puedo disolver tu «yo»,
pero no puedo liberarte».
No hay libertad para el «yo». Solamente existe una
libertad y ésa es la liberación del «yo». No
hay moksha para el «yo», no hay liberación para el «yo».
Unicamente existe un «liberarse» y ése es «liberarse
del yo», no «liberar al yo».
¿Qué es lo que puedes hacer? Puedes evaluar sin
prejuicios. Siempre que dispongas de tiempo cierra tus ojos, ve hacia adentro
y descubre dónde estás. Y pronto descubrirás que existes
como parte de la infinita Existencia, no como una isla separada. Ningún
hombre es una isla. Somos parte de un continente infinito. Este «yo»
te da la falsa idea de ser una isla y de ahí surgen todos los problemas.
El «yo» es el origen de los problemas. Toda violencia, crimen,
guerra, locura, es creada por este «yo». Nos colgamos
de él y así seguimos. Debemos dejar esta dependencia.
Has de ser desarraigado de tu propio «yo». Nadie
aparte de ti puede lograrlo, ni existe práctica yóguica que
sirva de ayuda porque si sigues practicando sin buscar este «yo»,
cualquiera que sea la práctica, solamente servirá para reforzarlo.
Si meditas, este «yo» dirá, «Estoy meditando».
Si renuncias al mundo, este «yo» dirá, «He
renunciado al mundo». Si te conviertes en un sanyasin, este «yo»
dirá, «Me he convertido en un sanyasin; «yo» he
logrado esto; «yo» he logrado esto otro». En «este»
mundo o en «ese» mundo, esos esfuerzos seguirán
reforzando ese «yo».
Por esto ocurre que una persona que haya estado practicando muy
austeramente se convierte en un egoísta de un modo más sutil.
Se convierte más en un «yo» en vez de ir formando parte
del continente, de tierra firme. Se convierte en un elevadísimo
ego. Esto le puede pasar a todo el mundo. De modo que no son solamente
las riquezas o el prestigio o las cosas mundanas y las posesiones las que
nutren al «yo». El «yo» puede convertir cualquier
cosa en su alimento.
Por eso, antes de entrar en el camino espiritual, siempre se
ha de recordar el aviso de Buda. El dijo, «Antes de que entres en
cualquier camino, descubre primero si existe o no existe ego» Solamente
entonces tu camino se convertirá en espiritual. Sino, cualquiera
que sea el camino, al final resultará ser mundano, porque este «yo»
lo explotará».
Una vez Mulla Nasrudin regresó a su pueblo desde
la capital. Todo el pueblo se congregó en torno a él para
conocer las noticias de la capital, lo que allí ocurría.
Y en esos días en que no había periódicos, eso era
un acontecimiento muy importante en el pueblo. ¡Un hombre había
estado en la capital y estaba de regreso! Y no era solamente un hombre
normal, era Mulla Nasrudin, el único hombre culto del pueblo. Cuando
todo el mundo estuvo presente, Mulla permaneció en silencio,
muy serio. Acababa de volver de la capital; todo el pueblo estaba como
loco por saber que contaba. Entonces Mulla dijo, «Esta vez no os
voy a contar muchas cosas. Solamente una: me encontré con el Emperador.
Y no solamente esto: él me habló. Más tarde os daré
detalles».
La multitud se dispersó. El pueblo entero estallaba de
alegría por una sola causa: Mulla Nasrudin se había encontrado
con el Empe-rador. Y no solamente esto, sino que el Emperador le había
hablado. Pero había un hombre que aún permanecía allí
y seguía preguntando «¿Qué es lo que ha dicho?
Dímelo Mulla, sino no me iré. No voy a poder dormir de excitación.
¿Qué te ha dicho? Cuéntamelo; sólo un poquito.
No entres en detalles, dime solamente lo esencial».
Por eso Mulla le dijo, «No hay tantos detalles. Cuando
él me vio allí, me gritó, «¡Quítate
de mi camino»! Eso fue todo lo que dijo».
Pero el hombre estaba contento porque esas no eran unas simples
palabras. ¡Las había pronunciado el Emperador! ¡Había
escuchado las mismas palabras que había pronunciado el Emperador!
El hombre que había hecho la pregunta estaba muy satisfecho y dijo,
«¡Qué afortunado soy por haber nacido en tu mismo pueblo,
Mulla!. ¡Imagínatelo! He escuchado las mismas palabras que
ha pronunciado el Emperador. El te ha dicho, «¡Apártate
de mi camino!»
Nasrudin le dijo, «Sí, el Emperador se me acercó
y dijo, y no fue un susurro, sino en voz alta de forma que todo el mundo
lo pudiera oír, «Apártate de mi camino».
En realidad, lo dijo gritando. Pegó un grito».
La mente es así, el ego es tal que trata de envanecerse
por todos los medios. Sus sistemas son sutiles; tontos, pero sutiles. Si
tratas de ir en pos de la espiritualidad, el ego puede envenenarlo. Antes
de entrar en esa dimensión, recuerda que no eres un ego. Si descubres
que el ego no está presente, entonces todo se vuelve espiritual
y todo camino se convierte en un camino espiritual. Entonces vayas donde
vayas, irás hacia lo Divino. Entonces todos los caminos conducirán
a lo Divino. Con el ego, no hay camino que conduzca a lo Divino. Con el
ego, aunque te vayas a la Meca o a Jerusalén o a Kashi, te
estarás yendo al infierno.
No puedes ir a ninguna parte porque el ego es el infierno. Sin
el ego, ve a adonde quieras, incluso al infierno y descubrirás allí
al cielo, porque en ausencia del ego, el cielo está en todas partes.
El ego es la raíz de todas las miserias.
Esas son las tres dimensiones de la quietud. El silencio como
ausencia de sonido, el silencio como ausencia de movimiento de la mente,
el silencio como ausencia de ego. Empieza con cualquiera de ellas y las
demás le seguirán poco a poco. O, también, puedes
empezar trabajando sobre las tres simultáneamente. Así todo
resultará más rápido. Pero no sigas pensando, porque
el pensar es moverse, el pensar es ruido y el pensar es un proceso del
ego.
Detén el pensar y empieza a hacer. Solamente el hacer
te va a servir, solamente el hacer te va a volver existencial. Solamente
con el hacer, llega el salto y la explosión.