CONFUCIO (KUNG-TSE):
LOS CUATRO LIBROS
A pesar de que el Confucianismo puede considerarse opuesto al Taoísmo -- buscando el primero la armonía del hombre con la sociedad mientras que el segundo se centra en hallar la armonía del hombre con el Universo (Tao)--, consideramos interesante para el lector conocer sus fundamentos que pueden encontrarse en los "Cuatro Libros" de Confucio:
1.-Primer
Libro
Clásico
(Ta-Hio
o
Gran
Ciencia)
atribuido
al
nieto
de
Kung-Tse
esta
dedicado
a
los
conocimientos
propios
de
la
madurez.
2.-Segundo
Libro
Clásico
(Chung-Yung
o
Doctrina
del
Medio)
trata
de
las
reglas
de
conducta
humana,
del
ejemplo
de
los
buenos
monarcas
y
la
justicia
de
los
gobiernos.
3.-Tercer
Libro
Clásico
(Lun-Yu
o
Comentarios
filosóficos)
conocido
como
Analectas,
resume
de
forma
dialogada
lo
esencial
de
la
doctrina
de
Kung-Tse.
4.-Cuarto
Libro
Clásico
(Meng-Tse
o
Libro
de
Mencio)
compuesto
por
su
seguidor,
que
vivió
entre
los
años
371
y
289
a.
C
Primer.. Libro ..Clásico
Es
preciso
conocer
el
fin
hacia
el
que
debemos
dirigir
nuestras
acciones.
En
cuanto
conozcamos
la
esencia
de
todas
las
cosas,
habremos
alcanzado
el
estado
de
perfección
que
nos
habíamos
propuesto.
Desde
el
hombre
más
noble
al
más
humilde,
todos
tienen
el
deber
de
mejorar
y
corregir
su
propio
ser.
¿No
sería
más
eficaz
lograr
que
fueran
innecesarios
los
juicios?,
¿No
resultaría
más
provechoso
dirigir
nuestros
esfuerzos
a
la
eliminación
de
las
inclinaciones
perversas
de
los
hombres?
Para
conseguir
que
nuestras
intenciones
sean
rectas
y
sinceras
debemos
actuar
de
acuerdo
con
nuestras
inclinaciones
naturales.
Cuando
el
alma
se
haya
agitada
por
la
cólera,
carece
de
esta
fortaleza;
cuando
el
alma
se
halla
cohibida
por
el
temor,
carece
de
esta
fortaleza;
cuando
el
alma
se
halla
embriagada
por
el
placer,
no
puede
mantenerse
fuerte;
cuando
el
alma
se
halla
abrumada
por
el
dolor,
tampoco
puede
alcanzar
esta
fortaleza.
Cuando
nuestro
espíritu
se
haya
turbado
por
cualquier
motivo,
miramos
y
no
vemos,
escuchamos
y
no
oímos,
comemos
y
no
saboreamos.
Raras
veces
los
hombres
reconocen
los
defectos
de
aquellos
a
quienes
aman,
y
no
acostumbran
tampoco
a
valorar
las
virtudes
de
aquellos
a
quienes
odian.
Lo
que
desapruebes
de
tus
superiores,
no
lo
prácticas
con
tus
subordinados,
ni
lo
que
desapruebes
de
tus
subordinados
debes
practicarlo
con
tus
superiores.
Lo
que
desapruebes
de
quienes
te
han
precedido
no
lo
practiques
con
los
que
te
siguen,
y
lo
que
desapruebes
de
quienes
te
siguen
no
lo
hagas
a
los
que
están
delante
de
ti.
No
dar
importancia
a
lo
principal,
es
decir,
al
cultivo
de
la
inteligencia
y
del
carácter,
y
buscar
sólo
lo
accesorio,
es
decir,
las
riquezas,
sólo
puede
dar
lugar
a
la
perversión
de
los
sentimientos
del
pueblo,
el
cual
también
valorara
únicamente
las
riquezas
y
se
entregará
sin
freno
al
robo
y
al
saqueo.
Si
el
príncipe
utiliza
las
rentas
públicas
para
aumentar
su
riqueza
personal,
el
pueblo
imitará
este
ejemplo
y
dará
rienda
suelta
a
sus
más
perversas
inclinaciones;
si,
por
el
contrario,
el
príncipe
utiliza
las
rentas
públicas
para
el
bien
del
pueblo,
éste
se
le
mostrará
sumiso
y
se
mantendrá
en
orden.
Si
el
príncipe
o
los
magistrados
promulgan
leyes
o
decretos
injustos,
el
pueblo
no
los
cumplirá
y
se
opondrá
a
su
ejecución
por
medios
violentos
y
también
injustos.
Quienes
adquieran
riquezas
por
medios
violentos
e
injustos
del
mismo
modo
las
perderán
por
medios
violentos
e
injustos.
Sólo
hay
un
medio
de
acrecentar
las
rentas
públicas
de
un
reino:
que
sean
muchos
los
que
produzcan
y
pocos
los
que
disipen,
que
se
trabaje
mucho
y
que
se
gaste
con
moderación.
Si
todo
el
pueblo
obra
así,
las
ganancias
serán
siempre
suficientes.
Segundo.. Libro ..Clásico
La
situación
en
que
nos
hallamos
cuando
todavía
no
se
han
desarrollado
en
nuestro
ánimo
la
alegría,
el
placer,
la
cólera
o
la
tristeza,
se
denomina
"centro".
En
cuanto
empiezan
a
desarrollarse
tales
pasiones
sin
sobrepasar
cierto
límite,
nos
hallamos
en
un
estado
denominado
"armónico"
o
"equilibrado".
El
camino
recto
del
universo
es
el
centro,
la
armonía
es
su
ley
universal
y
constante.
Cuando
el
centro
y
la
armonía
han
alcanzado
su
máximo
grado
de
perfección,
la
paz
y
el
orden
reinan
en
el
cielo
y
en
la
tierra,
y
todos
los
seres
alcanzan
su
total
desarrollo.
El
hombre
noble,
cualesquiera
que
sean
las
circunstancias
en
que
se
encuentre
se
adapta
a
ellas
con
tal
de
mantenerse
siempre
en
el
centro.
En
cuanto
conseguía
una
nueva
virtud,
se
apegaba
a
ella,
la
perfeccionaba
en
su
interior
y
ya
no
la
abandonaba
en
toda
la
vida.
Mucho
más
excelente
es
la
virtud
del
que
permanece
fiel
a
la
práctica
del
bien,
aunque
el
país
se
hay
carente
de
leyes
y
sufra
una
deficiente
administración.
El
camino
recto
o
norma
de
conducta
moral
debemos
buscarla
en
nuestro
interior.
No
es
verdadera
norma
de
conducta
la
que
se
descubre
fuera
del
hombre,
es
decir,
la
que
no
deriva
directamente
de
la
propia
naturaleza
humana.
Quien
desea
para
los
demás
lo
mismo
que
desearía
para
sí,
y
no
hace
a
sus
semejantes
lo
que
no
quisiera
que
le
hicieran
a
él,
éste
posee
la
rectitud
de
corazón
y
cumple
la
norma
de
conducta
moral
que
la
propia
naturaleza
racional
impone
al
hombre.
La
perseverancia
en
el
camino
recto
y
la
práctica
constante
de
las
buenas
obras,
cuando
han
alcanzado
su
prado
máximo
de
perfección,
producen
óptimos
resultados;
del
mismo
modo,
el
fiel
cumplimiento
del
deber
dará
lugar
a
beneficios
sin
límite,
siendo
su
causa
unas
fuerzas
de
naturaleza
sutil
e
imperceptible.
Existen
cinco
deberes
fundamentales,
comunes
y
tres
facultades
para
practicarlos.
Estos
deberes
se
refieren
a
las
cinco
relaciones
siguientes:
las
relaciones
que
debe
existir
entre
el
príncipe
y
los
súbditos,
entre
el
padre
y
sus
hijos,
entre
el
marido
y
la
esposa,
entre
los
hermanos
mayores
y
los
menores,
y
entre
los
amigos.
El
recto
comportamiento
en
estas
cinco
relaciones
constituye
el
principal
deber
común
a
todos
los
hombres.
Para
el
buen
gobierno
de
los
reinos
es
necesaria
la
observancia
de
nueve
reglas
universales:
el
dominio
y
perfeccionamiento
de
uno
mismo,
el
respeto
a
los
sabios,
el
amor
a
los
familiares,
la
consideración
hacia
los
ministros
por
ser
los
principales
funcionarios
del
reino,
la
perfecta
armonía
con
todos
los
funcionarios
subalternos
y
con
los
magistrados,
unas
cordiales
relaciones
con
todos
los
súbditos,
la
aceptación
de
los
consejos
y
orientaciones
de
sabios
y
artistas
de
los
que
siempre
debe
rodearse
el
gobernante,la
cortesía
con
los
transeúntes
y
extranjeros,
y
el
trato
honroso
y
benigno
para
con
los
vasallos.
Si
antes
de
ponernos
a
hablar
determinamos
y
escogemos
previamente
las
palabras,
nuestra
conversación
no
será
vacilante
ni
ambigua.
Si
en
todos
nuestros
negocios
y
empresas
determinamos
y
planeamos
previamente
las
etapas
de
puesta
actuación,
conseguiremos
con
facilidad
el
éxito.
Si
determinamos
con
la
suficiente
antelación
nuestra
norma
de
conducta
en
esta
vida,
en
ningún
momento
se
verá
nuestro
espíritu
asaltado
por
la
inquietud.
Si
conocemos
previamente
nuestros
deberes,
nos
resultará
fácil
su
cumplimiento.
El
que
no
es
fiel
y
sincero
con
sus
amigos,
jamás
gozará
de
la
confianza
de
sus
superiores.
Cuando
el
hombre
prudente
es
elevado
a
la
dignidad
soberana,
no
se
enorgullece
ni
envanece
por
ello;
si
su
posición
es
humilde,
no
se
rebela
contra
los
ricos
y
poderosos.
Cuando
el
reino
es
administrado
con
justicia
y
equidad,
bastará
su
palabra
para
que
le
sea
conferida
la
dignidad
que
merece;
cuando
el
Reino
sea
mal
gobernado,
y
se
produzca
disturbios
y
sediciones,
bastará
su
silencio
para
salvar
su
persona.
Todos
los
seres
participan
en
la
vida
universal,
y
no
se
perjudican
unos
a
otros.
Todas
las
leyes
de
los
cuerpos
celestes
y
las
que
regulan
las
estaciones
se
cumplen
simultáneamente
sin
interferirse
entre
sí.
Las
fuerzas
de
la
naturaleza
se
manifiestan
tanto
haciendo
deslizar
un
débil
arroyo
como
desplegando
descomunales
energías
capaces
de
transformar
a
todos
los
seres,
y
en
esto
consiste
precisamente
la
grandeza
del
cielo
y
de
la
tierra.
El
sabio
pretende
que
sus
acciones
virtuosas
pasen
desapercibidas
a
los
hombres,
pero
día
por
día
se
revelan
con
mayor
resplandor;
contrariamente,
el
hombre
inferior
realiza
con
ostentación
las
acciones
virtuosas,
pero
se
desvanecen
rápidamente.
La
conducta
del
sabio
es
como
el
agua:
carece
de
sabor,
pero
a
todos
complace;
carece
de
color,
pero
es
bella
y
cautivadora;
carece
de
forma,
pero
se
adapta
con
sencillez
y
orden
a
las
más
variadas
figuras.
Contrólate
a
ti
mismo
hasta
en
tu
casa;
no
hagas,
ni
aún
en
el
lugar
más
secreto,
nada
de
lo
que
puedas
avergonzarte.
Sin
ofrecer
bienes
materiales
el
sabio
se
gana
el
amor
de
todos;
sin
mostrarse
cruel
ni
encabezado,
es
temido
por
el
pueblo
más
que
las
hachas
y
las
lanzas.
La
pompa
y
la
ostentación
sirven
de
muy
poco
para
la
conversión
de
los
pueblos.
Tercer.. Libro ..Clásico
Si
el
hombre
sabio
observa
una
conducta
displicente,
no
inspirará
respeto;
si
se
limita
a
estudiar,
sus
conocimientos
no
serán
profundos.
Debéis
ser
siempre
sinceros,
fieles
y
actuar
con
buena
fe.
No
entabléis
amistad
con
personas
de
virtud
o
conocimientos
inferiores
a
los
vuestros.
Si
tenéis
algún
defecto,
procurad
corregirlo.
La
cortesía
que
debe
presidir
nuestras
actuaciones
cotidianas
se
fundamenta
principalmente
en
el
respeto
y
comprensión
hacia
todos.
Se
puede
calificar
de
"
hombre
superior
"
el
que
primero
pone
en
práctica
sus
ideas,
y
después
predica
a
los
demás
lo
que
él
ya
realiza.
La
verdadera
ciencia
consiste
en
conocer
que
se
sabe
lo
que
realmente
se
sabe,
y
que
se
ignora
lo
que
en
verdad
se
ignora.
En
esto
consiste
la
verdadera
sabiduría.
Aprende
a
escuchar
sin
descanso
para
disipar
tus
dudas;
mire
tus
palabras,
para
que
nada
de
lo
que
digas
sea
superfluo;
sólo
de
este
modo
lograrás
evitar
todo
error.
Obsérvalo
todo,
para
prevenir
los
daños
que
pudiera
ocasionarte
una
insuficiente
información.
Controla
tus
acciones,
y
así
no
tendrás
que
arrepentirte
con
frecuencia
de
ellas.
En
cuanto
hayas
conseguido
que
tus
palabras
sean
normalmente
rectas,
y
no
debas
arrepentirte
con
frecuencia
de
tus
acciones,
serás
digno
del
cargo
que
ocupas.
Conocer
lo
que
es
justo
y
no
practicarlo
es
una
cobardía.
El
hombre
superior
no
discute
ni
se
pelea
con
nadie.
Sólo
discute
cuando
es
preciso
aclarar
alguna
cosa,
pero
aún
entonces
cede
el
primer
lugar
a
su
antagonista
vencido
y
sube
con
él
a
la
sala;
terminada
la
discusión,
bebe
con
su
contrincante
en
señal
de
paz.
Estas
son
las
únicas
discusiones
del
hombre
superior.
Los
hombres
ambicionan
las
riquezas
y
los
honores,
pero
si
no
es
posible
obtenerlos
por
medios
honestos
y
rectos,
deben
renunciar
a
estos
bienes.
Los
hombres
huyen
de
la
pobreza
y
de
las
injurias,
pero,
si
no
pueden
evitarse
por
caminos
honestos
y
rectos
es
preciso
aceptar
estos
males.
Los
defectos
y
faltas
de
los
hombres
dan
a
conocer
su
verdadera
valía.
Si
examinamos
con
atención
las
faltas
de
un
hombre,
llegaremos
a
conocer
si
su
bondad
es
sincera
o
fingida.
Observad
a
los
sabios
para
comprobar
si
vosotros
poseéis
sus
virtudes.
Observad
también
a
los
perversos
para
meditar
en
vuestro
interior
si
estáis
libres
de
sus
defectos.
Los
que
controlan
en
todo
momento
sus
actos,
raras
veces
se
desvían
del
camino
recto.
Una
virtud
nunca
puede
subsistir
aislada;
siempre
ha
de
hallarse
protegida
por
otras
virtudes.
El
hombre
prudente
es
parco
en
el
hablar
pero
activo
en
el
obrar
Cuando
empecé
a
tratar
con
los
hombres,
escuchaba
sus
palabras
y
confiaba
en
que
sus
acciones
se
ajustarían
a
las
mismas.
Ahora,
al
tratar
con
los
hombres,
escucho
sus
palabras
y
al
propio
tiempo
observo
sus
acciones.
No
he
conocido
a
ningún
hombre
que
obrara
siempre
de
acuerdo
con
sus
principios.
Yo
no
hago
a
los
demás
lo
que
no
quisiera
que
ellos
hicieran
conmigo.
El
que
sabe
mantener
un
porte
digno
aun
cuando
se
halla
entre
sus
amigos,
conseguirá
que
sus
más
íntimos
amigos
sientan
un
gran
respeto
hacia
él.
Lo
único
que
yo
ambiciono
y
deseo
es
no
caer
en
la
necesidad
de
vanagloriarme
por
mis
virtudes
y
por
mi
inteligencia,
y
no
pregonar
mis
buenas
acciones.
Un
hombre
digno
debe
ayudar
a
los
necesitados,
pero
no
aumentar
los
bienes
de
los
ricos.
Es
mejor
amar
la
verdad
que
el
frío
conocimiento
de
la
misma;
es
mejor
complacerse
en
la
práctica
de
la
verdad,
que
el
simple
amor
hacia
ella.
Estaría
dispuesto
a
ejercer
cualquier
oficio
si
con
él
pudiera
obtener
grandes
riquezas
por
medios
honrados;
si
por
el
contrario,
para
enriquecerse
debiera
emplear
medios
deshonestos,
preferiría
seguir
en
la
pobreza
dedicándome
a
mis
actividades
favoritas.
No
he
hallado
todavía
ningún
hombre
santo;
como
máximo
sólo
he
logrado
conocer
a
algún
hombre
sabio.
No
comprendo
cómo
puede
haber
hombres
que
actúen
sin
saber
lo
que
hacen.
Quienes
son
pródigos
en
exceso
y
se
entregan
al
lujo,
fácilmente
se
vuelven
orgullosos.
Cuando
el
hombre
se
halla
cerca
de
la
muerte,
sus
palabras
son
sinceras
y
veraces.
Es
posible
lograr
que
el
pueblo
siga
al
hombre
bueno,
pero
nunca
se
le
podrá
forzar
a
que
le
comprenda.
En
general
los
hombres
aman
más
la
belleza
corporal
que
la
virtud.
Cuando
uno
no
ha
alcanzado
todavía
la
perfección
en
el
servicio
de
los
hombres,
¿Cómo
es
posible
que
sea
digno
de
servir
a
los
espíritus?
¿Qué
es
la
muerte?
Si
todavía
no
sabemos
lo
que
es
la
vida,
¿Cómo
puede
inquietarnos
el
conocer
la
esencia
de
la
muerte?
Tan
malo
es
pasar
de
la
medida
como
no
alcanzarla.
En
público,
compórtate
siempre
como
si
estuvieras
ante
un
personaje
muy
distinguido;
cuando
debas
dar
alguna
orden
al
pueblo,
muestra
el
mismo
respeto
y
dignidad
como
si
estuvieras
ofreciendo
el
gran
sacrificio.
No
quieras
para
los
demás
lo
que
no
quisieras
para
ti.
El
hombre
bondadoso
es
mesurado
al
hablar.
El
hombre
noble
es
el
que
nunca
sientes
pesar
ni
temor.
Sólo
el
que
cuando
se
examina
en
su
interior
no
encuentra
nada
malo
puede
verse
libre
de
todo
pesar
y
de
todo
temor.
Resulta
totalmente
imposible
gobernar
un
pueblo
si
éste
ha
perdido
la
confianza
en
sus
gobernantes.
Buscar
ante
todo
la
rectitud
de
nuestras
palabras,
y
ajustar
luego
nuestra
conducta
a
ellas.
Obrar
siempre
de
acuerdo
con
la
justicia,
para
perfeccionarnos
cada
día
en
su
realización.
Las
inquietudes
interiores
provienen
de
desear
la
vida
de
quienes
se
ama,
mientras
que
se
desea
la
muerte
de
aquellos
a
quienes
se
podía,
ya
que
ello
es
como
desear
al
mismo
tiempo
la
vida
y
la
muerte
de
alguien.
El
hombre
perfecto
no
pone
su
máxima
aspiración
en
las
riquezas.
Reflexionar
con
calma
antes
de
adoptar
ninguna
determinación,
no
cansarse
nunca
de
obrar
el
bien,
y
tratar
cada
asunto
según
convenga.
Lo
primero
que
debe
mirar
el
jefe
es
que
su
conducta
sea
sencilla,
recta
y
justa
en
todo
momento;
detener
siempre
en
cuenta
los
consejos
de
los
demás
hombres,
ha
de
controlar
en
todo
momento
sus
propios
actos,
y
nunca
debe
mandar
despóticamente.
El
medio
más
eficaz
para
combatir
nuestros
vicios
y
malas
inclinaciones
consiste
en
no
combatir
los
vicios
y
malas
inclinaciones
de
los
demás
antes
de
haber
eliminado
los
propios.
¿En
qué
consiste
la
bondad?
En
amar
a
todos
los
hombres.
¿En
qué
consiste
la
ciencia?
En
conocer
a
los
hombres.
El
noble
no
expresa
nunca
su
parecer
sobre
las
cosas
que
no
comprende.
Busca
la
máxima
precisión
en
sus
palabras;
esto
es
lo
más
importante.
Si
quien
gobierna
no
es
justo,
aunque
ordene
que
se
practique
la
justicia
no
será
obedecido.
Cuando
el
pueblo
es
tan
numeroso,
¿Qué
puede
hacerse
en
su
bien?
Hacerlo
rico
y
feliz.
Y
cuando
sea
rico
¿Qué
más
puede
hacerse
por
él?
Educarlo.
Quien
se
controla
a
sí
mismo
y
por
el
bien,
no
tendrá
dificultad
alguna
para
gobernar
con
eficacia.
Al
que
no
sabe
gobernarse
a
sí
mismo,
le
resultará
imposible
ordenar
la
conducta
de
los
demás
hombres.
¿Cuál
es
la
esencia
de
un
buen
gobierno?
No
resolver
los
asuntos
con
precipitación
y
no
buscar
el
propio
provecho.
Si
todos
los
habitantes
de
nuestra
aldea
sienten
afecto
hacia
un
hombre,
¿Qué
debemos
opinar
de
él?
Este
hecho
no
resulta
suficiente
para
emitir
un
juicio
sobre
dicho
hombre.
El
hombre
vulgar
es
vano
y
orgulloso,
aun
cuando
su
posición
no
sea
elevada.
Se
halla
muy
cerca
de
la
perfección
el
hombre
que
es
constante,
paciente,
humilde
y
mesurado
en
el
hablar.
Deben
imponerse
castigos
cuando
convenga.
La
fidelidad
no
es
contraria
a
una
justa
corrección.
El
que
habla
en
exceso
y
sin
cordura
raras
veces
pone
en
práctica
lo
que
dice.
El
hombre
noble
nunca
teme
que
sus
palabras
superen
a
sus
obras.
No
debe
afligirnos
el
que
los
hombres
no
os
conozcan.
Lo
lamentable
es
que
no
seáis
dignos
de
ser
conocidos
por
los
hombres.
La
prudencia
aconseja
no
indignarse
cuando
los
hombres
nos
engañan,
no
entristecerse
cuando
son
infieles.
El
hombre
prudente
prevé
siempre
estas
eventualidades.
El
que
de
niño
no
ha
respetado
a
sus
hermanos
ni
a
sus
padres,
en
la
edad
madura
no
ha
hecho
nada
provechoso,
y
al
llegar
la
vejez
no
ha
muerto,
es
un
hombre
despreciable.
¿Qué
es
lo
más
importante
para
alcanzar
una
conducta
correcta?
Ser
sincero
en
todo
momento
y
mantener
siempre
la
palabra
dada.
Procurar
que
aún
el
menor
gesto
refleje
la
dignidad
interior,
y
no
cometer
ninguna
acción
asombrosa.
Si
obras
así,
tu
conducta
será
admirada
en
todos
los
lugares,
aún
entre
los
pueblos
bárbaros.
Por
el
contrario,
si
no
eres
sincero,
si
faltas
a
tus
promesas,
si
tus
gestos
no
son
dignos
o
tus
acciones
son
deshonrosas,
tu
conducta
será
despreciada
tanto
en
una
ciudad
de
10.000
familias
como
en
un
villorrio
de
35
vecinos.
El
hombre
que
no
medita
y
obra
con
precipitación,
no
podrá
evitar
grandes
fracasos.
No
he
hallado
a
nadie
que
amase
las
virtudes
con
la
misma
intensidad
con
que
se
ama
la
belleza
corporal.
Sed
rígidos
con
vosotros
mismos,
pero
condescendientes
con
los
demás.
De
este
modo
os
veréis
libres
de
toda
envidia
y
resentimiento.
El
hombre
que
no
examina
cada
día
en
su
interior
lo
que
debe
hacer,
lo
que
debe
imitar,
lo
que
debe
aconsejar,
y
lo
que
debe
reprochar,
no
hará
nada
bueno
en
su
vida.
Cuando
permanecen
muchas
personas
reunidas
durante
todo
un
día,
no
todo
lo
que
se
comenta
es
justo
y
equitativo.
Es
muy
frecuente
se
hable
sobre
cosas
vulgares
y
que
abunden
las
conversaciones
necias.
El
noble
no
da
crédito
a
las
palabras
por
la
sola
autoridad
de
quien
las
pronuncia;
tampoco
rechaza
la
verdad
aunque
provenga
de
una
persona
ignorante.
La
inconstancia
y
la
impaciencia
destruyen
los
más
elevados
propósitos.
Cuando
la
muchedumbre
desprecia
a
alguien,
debéis
examinar
con
objetividad
su
conducta
antes
de
emitir
vuestra
opinión.
También
cuando
la
multitud
aclama
a
alguien,
es
preciso
contemplar
con
imparcialidad
sus
obras
antes
de
aprobarlas.
El
hombre
puede
ensalzar
las
excelencias
de
la
virtud,
pero
la
virtud
no
puede
proporcionar
prosperidad
y
fama
al
hombre.
Sólo
puede
ser
calificado
como
"
vicioso
"
el
que
comete
un
acto
deshonroso
y
no
se
corrige.
El
noble
sólo
busca
la
verdad
y
no
se
aferra
con
ciega
obstinación
a
su
criterio.
Transmitid
la
cultura
a
todo
el
mundo,
sin
distinción
de
razas
ni
de
categorías.
Las
palabras
han
de
expresar
con
fidelidad
nuestro
pensamiento.
Los
ministros
de
un
príncipe
virtuoso
deben
evitar
tres
faltas:
la
petulancia,
consistente
en
hablar
cuando
nadie
les
ha
pedido
su
opinión;
la
timidez,
que
consisten
no
atreverse
a
expresar
su
opinión
cuando
se
les
invita
a
ello;
y
la
imprudencia,
que
consiste
en
hablar
sin
haber
observado
antes
el
estado
de
ánimo
del
príncipe.
Sólo
los
hombres
de
profunda
inteligencia
y
los
necios
de
mente
más
obtusa
permanecen
invariables.
Si
se
mata
una
gallina,
¿Para
qué
utilizar
un
cuchillo,
que
sirve
para
matar
bueyes?
Si
respetáis
vuestra
propia
persona
y
a
todos
nuestros
semejantes,
nadie
podrá
despreciaros;
si
sois
generosos,
os
ganaréis
el
afecto
del
pueblo;
si
sois
sinceros,
nadie
desconfiará
de
vosotros;
si
todos
vuestros
actos
os
aproximan
al
bien,
vuestro
mérito
será
grande;
el
amor
a
los
hombres
es
la
mejor
arma
para
gobernar
con
eficacia.
Aún
las
profesiones
más
humildes
son
dignas
de
respeto.
Puede
calificarse
como
"
amante
del
estudio
"
quien
cada
día
adquiere
un
conocimiento
nuevo,
y
cada
mes
retiene
lo
que
ha
aprendido.
No
os
avergoncéis
de
preguntar
para
resolver
vuestro
dudas,
y
meditad
las
respuestas
que
os
hayan
sido
dadas.
Los
hombres
vicioso
procuran
disimular
sus
faltas
con
apariencias
de
honradez.
Basta
una
sola
palabra
acertada
del
noble
para
que
se
le
considere
entendido
sobre
una
cosa,
pero
también
basta
que
cometa
un
solo
error
para
que
se
diga
que
no
sabe
nada.
Por
consiguiente,
el
noble
debe
vigilar
mucho
sus
palabras.
El
buen
gobernante
debe
ser
generoso
sin
caer
en
la
prodigalidad;
debe
cobrar
los
impuestos
suficientes
para
llevar
una
vida
digna,
sin
caer
en
la
codicia;
su
porte
debe
ser
digno
y
grave,
sin
dejarse
llevar
por
una
vana
ostentación;
debe
tener
autoridad,
sin
que
su
mando
sea
despótico;
debe
exigir
con
cautela
la
colaboración
del
pueblo
en
los
trabajos
públicos,
para
no
suscitar
su
resentimiento.
Realizar
cuanto
sea
para
el
bien
común,
¿No
es
ésta
la
mejor
forma
de
generosidad?
Desear
únicamente
las
riquezas
necesarias
para
la
práctica
de
las
virtudes
propias
de
su
dignidad,
¿Puede
esto
llamarse
"codicia?"
Si
sus
propiedades
particulares
no
son
demasiado
grandes
ni
demasiado
pequeñas,
si
se
ocupa
de
los
asuntos
que
no
son
ni
muy
importantes
ni
muy
insignificantes,
si
se
mantiene
a
cierta
distancia
de
los
hombres
sin
despreciar
a
nadie,
¿No
es
esto
la
dignidad
exenta
de
orgullo?
Si
cuida
su
aspecto
exterior,
si
es
equilibrado
y
ecuánime
en
todos
sus
actos,
el
pueblo
entero
lo
respetará
sin
experimentar
temor,
¿No
consiste
en
esto
la
autoridad
libre
de
despotismo?
Si
sólo
utiliza
el
trabajo
de
los
súbditos
para
realizar
lo
que
es
razonablemente
necesario,
¿Quién
podrá
experimentar
resentimiento?
Los
cuatro
vicios
relativos
al
gobierno
son
los
siguientes:
no
instruir
al
pueblo
y
ocultarse
la
verdad,
lo
cual
recibe
el
nombre
de
"
tiranía
";
exigir
una
conducta
perfecta
a
todos
los
ciudadanos
sin
informarles
previamente
sus
obligaciones,
lo
que
recibe
el
nombre
de
"
opresión
";
no
tener
prisa
en
dar
las
órdenes
y
pretender
luego
que
se
cumplan
en
el
acto,
lo
que
representa
una
grave
injusticia;
buscar
siempre
el
propio
provecho,
lo
que
recibe
el
nombre
"
egoísmo
".
Cuarto.. Libro ..Clásico
Si
la
ganancia
o
el
provecho
se
anteponen
a
la
justicia,
los
súbditos
nunca
estarán
satisfechos
y
el
príncipe
se
hallará
en
un
peligro
constante.
Si
los
hombres
con
canas
pueden
cubrirse
con
vestidos
de
seda
y
comer
carne,
si
los
jóvenes
de
negros
cabellos
dejan
de
padecer
hambre
y
frío,
la
vida
del
reino
será
próspera.
No
ha
existido
ni
un
solo
príncipe
que
obrando
así
haya
dejado
de
alcanzar
autoridad
sobre
su
pueblo.
Si
un
rey
no
gobierna
con
rectitud,
es
decir,
si
no
colma
de
beneficios
a
su
pueblo,
es
porque
no
quiere
y
no
porque
no
pueda.
Si
un
príncipe
se
entristece
por
las
desgracias
de
su
pueblo,
los
súbditos
también
sentirán
pesar
por
las
tristezas
de
su
príncipe.
Si
el
príncipe
se
alegra
con
la
felicidad
de
su
pueblo,
y
hace
suyas
las
penalidades
de
sus
súbditos,
no
tendrá
dificultad
alguna
en
su
gobierno.
Si
tú
amas
con
locura
las
riquezas,
no
debes
hacer
otra
cosa
que
compartirlas
con
el
pueblo.
Lo
que
hacen
los
gobernantes
es
luego
imitado
por
el
pueblo.
No
puedes,
por
consiguiente,
acusar
ahora
al
pueblo
de
su
proceder
ni
condenarle
por
ello,
pues
ha
imitado
lo
que
había
aprendido
de
su
príncipe;
ha
devuelto
que
se
le
había
dado.
El
noble
que
pretende
fundar
una
dinastía
no
aspira
a
ser
elevado
a
la
dignidad
Imperial,
sino
que
se
limita
a
preparar
el
camino
para
sus
descendientes;
si
la
voluntad
del
cielo
le
es
propicia,
será
elevado
el
mismo
a
la
suprema
dignidad.
La
sabiduría
y
la
prudencia
de
nada
sirven
si
no
se
presenta
una
ocasión
propicia;
los
buenos
arados
nada
pueden
por
sí
solos,
si
no
se
presenta
una
estación
favorable.
Es
preciso
obrar
con
rectitud
sin
pensar
en
las
consecuencias.
No
debemos
omitir
el
cumplimiento
de
nuestros
deberes,
ni
realizarlos
antes
de
tiempo.
Quien
pretenda
someter
a
los
hombres
por
la
fuerza
de
las
armas
no
alcanzará
la
sumisión
de
sus
corazones;
por
esto,
la
violencia
nunca
es
suficiente
para
dominar
a
los
hombres.
Quien
conquista
a
los
hombres
por
la
virtud,
consigue
que
todos
se
sometan
a
él
sin
reservas
y
con
corazón
alegre.
Las
desgracias,
al
igual
que
la
fortuna,
sólo
llegan
cuando
las
hemos
buscado
con
nuestros
actos.
Cuando
el
cielo
nos
envía
calamidades,
podemos
superarlas;
cuando
las
hemos
buscado
nosotros
mismos,
sucumbiremos
ante
ellas.
Quien
no
haya
sentido
nunca
compasión
hacia
los
demás
no
es
en
verdad
un
hombre,
tampoco
puede
ser
considerado
verdadero
hombre
quien
jamás
haya
experimentado
los
sentimientos
de
vergüenza
y
aversión;
el
que
no
posea
los
sentimientos
de
abnegación
y
respeto
no
puede
ser
considerado
verdadero
hombre;
quien
no
distinga
lo
verdadero
de
lo
falso,
lo
justo
y
lo
injusto,
no
es
un
hombre.
Nada
es
más
digna
de
admiración
en
un
hombre
noble
que
el
saber
aceptar
e
imitar
las
virtudes
de
los
demás.
Lo
que
hagáis,
a
vosotros
os
pertenece;
yo
sólo
debo
responder
de
mis
propios
actos.
Para
la
defensa
de
un
reino
no
son
suficientes
ni
las
fortificaciones
que
se
construyan,
ni
los
obstáculos
naturales
que
representan
las
montañas
y
los
ríos,
ni
la
abundancia
de
armas.
La
mejor
defensa
de
un
reino
consiste
en
la
decidida
voluntad
de
sus
habitantes,
la
cual
se
conquista
mediante
un
gobierno
humanitario
y
justo.
Quien
ocupa
un
cargo
público
y
no
puede
cumplir
con
sus
obligaciones
debe
dimitir.
Si
un
medicamento
no
altera
el
organismo
del
enfermo,
tampoco
producirá
la
curación.
No
puede
ser
bueno
quien
sólo
piensa
en
acumular
riquezas;
no
puede
ser
rico
quien
sólo
piensa
en
practicar
el
bien.
Si
los
maestros
enseñan
con
claridad
los
deberes
a
todos
los
ciudadanos
del
reino,
estos
vivirán
entre
sí
en
concordia
y
armonía.
La
generosidad
consiste
en
repartir
las
riquezas
entre
los
necesitados;
la
rectitud
consiste
en
buscar
el
camino
del
bien
a
los
descarriados;
la
bondad
es
la
virtud
que
debe
poseer
el
emperador
para
ganarse
el
afecto
de
todos
sus
súbditos.
En
este
mundo
sólo
se
pueden
seguir
dos
caminos:
el
del
bien
o
el
del
mal;
no
existe
otra
posibilidad.
Los
reinos
pequeños
imitan
a
los
poderosos,
pero
se
avergüenzan
de
recibir
órdenes
de
ellos
y
no
quieren
acatarlas.
Los
reinos
perecen
a
causa
de
su
interna
descomposición
antes
de
que
los
demás
reinos
los
ataquen.
Buscáis
el
camino
recto
a
lo
lejos
y
lo
tenéis
junto
a
vosotros.
Creéis
que
el
bien
consiste
en
la
realización
de
cosas
difíciles,
cuando
no
es
más
que
realizar
con
rectitud
las
cosas
fáciles.
Cuando
se
emprenden
guerras
para
conquistar
nuevos
territorios,
los
campos
quedarán
cubiertos
por
los
cuerpos
de
las
víctimas.
No
puede
pensarse
en
ningún
mal
mayor
que
en
la
pérdida
del
mutuo
afecto
y
cariño
entre
padres
e
hijos.
Hay
hombres
que
tienen
fama
de
grandes
creadores
porque
nunca
nadie
les
ha
refutado
sus
endebles
argumentos.
Uno
de
los
principales
defectos
de
los
hombres
consiste
en
pretender
erigirse
en
modelo
de
los
demás.
Las
normas
de
conducta
son
inmutables,
todos
los
Santos
han
obrado
de
conformidad
con
sus
principios.
Cuando
el
príncipe
empieza
a
imponer
castigos
a
sus
funcionarios
sin
que
hayan
cometido
delito
alguno,
los
ministros
prudentes
se
apresuran
a
abandonar
el
reino.
Si
el
príncipe
es
justo,
nadie
será
injusto;
si
el
príncipe
es
bondadoso,
nadie
será
cruel.
Es
preciso
que
los
hombres
conozcan
el
mal
para
poder
evitarlo
y
entregarse
a
la
práctica
del
bien.
Quien
divulga
las
acciones
viciosas
de
sus
semejantes
construye
su
propia
ruina.
El
hombre
noble
conserva
durante
toda
vida
la
ingenuidad
e
inocencia
propias
de
la
infancia.
El
hombre
sabio,
en
cuanto
ha
alcanzado
una
virtud,
se
aferra
fuertemente
a
ella
y
ya
no
la
pierde
jamás;
en
cuanto
ha
perfeccionado
al
máximo
la
virtud
adquirida,
la
guarda
cuidadosamente
en
su
interior
como
fuente
inagotable
de
energía.
Las
palabras
en
sí
mismas
son
inocuas,
pero
sus
consecuencias
pueden
ser
funestas
si
son
despectivas.
Quien
ama
a
los
hombres,
es
amado
por
ellos;
quien
los
respeta
es,
a
su
vez,
respetado.
Supongamos
que
habiéndose
portar
con
nosotros
de
una
forma
descortés
o
grosera;
si
somos
prudentes,
lo
primero
que
debemos
preguntarnos
es
si
con
anterioridad
hemos
cometido
alguna
descortesía
con
dicha
persona
o
si
hemos
sido
injustos
con
ella;
su
actitud
hacia
nosotros
debe
de
tener
algún
fundamento.
Caso
de
que
lleguemos
a
la
conclusión
de
que
no
hemos
cometido
ninguna
injusticia
contra
tal
persona,
sino
que
nos
hemos
mostrado
siempre
con
ella
bondadoso
y
corteses,
debemos
seguir
analizando
las
posibles
causas
de
actitud
descortés
o
grosera.
Si
somos
prudentes,
debemos
reflexionar
si
hemos
cometido
la
menor
incorrección
en
nuestra
conducta.
En
el
supuesto
de
que
tampoco
hayamos
cometido
incorrección
alguna,
entonces
la
descortesía
o
grosería
del
ofendido
carece
totalmente
de
fundamento
y
el
hombre
prudente,
ante
tal
situación,
debe
concluir:
"
este
hombre
no
es
más
que
un
extravagante
y
un
necio;
en
nada
se
diferencia
de
una
bestia,
en
cuyo
caso,
¿por
qué
debe
preocuparme
la
actitud
o
actos
de
una
bestia?
".
Gozar
de
prestigio
y
de
consideración
es
una
de
las
cosas
que
los
hombres
ambicionan
con
más
ardor.
El
primer
deber
más
importante
de
la
piedad
filial
consiste
en
honrar
a
nuestros
padres
como
es
debido.
La
mejor
prueba
de
este
amor
a
los
padres
consiste
en
procurarles
el
sustento
necesario.
No
lo
pudo
hacer
por
medio
de
palabras,
porque
el
Cielo
no
habla.
El
Cielo
manifiesta
su
voluntad
a
través
de
los
méritos
y
buenas
acciones
de
los
hombres.
Esta
es
la
única
manera
con
que
manifiesta
su
voluntad.
El
Cielo
ve
a
través
de
los
ojos
del
pueblo;
el
Cielo
oye
a
través
de
los
oídos
del
pueblo.
El
Cielo
gobierna
los
acontecimientos
del
mundo
sin
ser
visto;
esta
acción
oculta
del
Cielo
es
lo
que
se
llama
"
El
destino
".
Jamás
he
oído
que
un
hombre
que
no
actuara
con
rectitud
lograse
enderezar
a
los
demás.
Menos
aún
podría
lograr
que
los
demás
fueran
sinceros
quien
observara
un
comportamiento
hipócrita.
Los
ministros
se
conocen
por
las
personas
a
quienes
acogen
en
su
casa
cuando
están
en
la
corte,
y
por
las
casas
en
que
se
alojan
cuando
están
fuera
de
ella.
Para
que
pueda
trabarse
una
verdadera
amistad,
es
preciso
prescindir
de
la
superioridad
que
puedan
otorgar
la
edad,
los
honores,
las
riquezas
o
el
poder.
El
único
motivo
que
nos
debe
incitar
a
la
amistad
es
la
búsqueda
de
las
virtudes
y
el
mutuo
perfeccionamiento.
El
superior
debe
honrar
y
respetar
la
sabiduría
de
sus
súbditos,
y
el
inferior
debe
mostrarse
respetuoso
y
cortés
con
sus
superiores,
en
atención
a
la
dignidad
que
ostentan;
respetar
la
dignidad
y
honrar
a
los
sabios
son
dos
manifestaciones
de
un
mismo
deber.
Quien
para
permanecer
fiel
a
sus
principios
rechaza
ser
elevado
a
una
condición
honrosa
permanece
feliz
aún
sin
honores.
Quien
para
no
apartarse
del
recto
camino
rechaza
unas
rentas
permanece
gozoso
en
su
pobreza.
La
naturaleza
humana
no
es
ni
buena
ni
mala.
Según
esto,
la
bondad
o
malicia
de
los
hombres
es
algo
posterior
a
la
propia
naturaleza
humana
en
su
origen.
Si
el
hombre
posee
la
capacidad
de
obrar,
es
necesario
que
poseía
también
una
norma
para
dirigir
sus
actos.
Si
el
supremo
bien
del
hombre
consistiera
en
conservar
la
vida,
no
haría
otra
cosa
que
dedicarse
a
descubrir
y
practicar
todo
aquello
que
pudiera
prolongarla.
Si
el
más
temible
mal
del
hombre
fuera
la
muerte,
investigaría
y
practicaría
todo
lo
que
pudiera
alejar
o
evitarle
este
mal.
Hay
cosas
que
amamos
más
que
la
vida,
así
como
hay
otras
más
temibles
que
la
muerte;
éste
es
un
sentimiento
común
a
todos
los
hombres.
El
camino
recto
es
como
una
ancha
avenida;
no
es
difícil
encontrarlo
cuando
se
busca,
pero
los
hombres
no
se
esfuerzan
por
descubrirlo.
Cuando
el
sabio
toma
una
determinación,
es
imposible
que
el
pueblo
penetre
en
los
verdaderos
motivos
de
la
misma.
Cuando
un
príncipe
se
ve
rodeado
por
hombres
perversos,
aduladores
y
servirles,
¿Acaso
puede
gobernar
con
acierto
y
eficacia?
Cuando
el
Cielo
quiere
conferir
a
alguien
una
difícil
misión,
antes
pone
a
prueba
la
fortaleza
de
su
ánimo
y
el
equilibrio
de
su
mente
con
las
dificultades
de
una
vida
dura;
fatiga
sus
músculos
y
todo
su
cuerpo
con
rudos
trabajos,
que
ponen
a
prueba
su
resistencia;
mortifica
su
carne
y
su
piel
con
los
rigores
del
hambre
y
del
frío;
les
somete
a
las
mayores
privaciones
de
la
miseria;
determina
que
no
tengan
éxito
en
sus
empresas
para
que
se
enfrenten
con
el
fracaso.
De
este
modo,
el
cielo
estimula
sus
virtudes,
fortalece
su
cuerpo
y
les
hace
aptos
para
afrontar
las
dificultades
con
que
tropezarán
en
el
cumplimiento
de
su
alta
misión.
La
dificultad
es
lo
que
más
estimula
al
hombre
a
vencer
sus
deficiencias
y
superarlas.
Sólo
cuando
se
han
padecido
toda
clase
de
privaciones
y
trabajos,
sólo
cuando
se
ha
visto
el
rostro
de
la
miseria,
sólo
entonces
es
posible
conocer
a
fondo
la
naturaleza
humana.
El
hombre
cumple
la
voluntad
del
Cielo
cuando
se
esfuerza
en
perfeccionarse
a
sí
mismo.
Si
buscáis
encontraréis,
si
sois
negligentes
lo
perderéis
todo.
El
que
busca
lo
que
está
en
su
interior
lo
descubrirá
y
lo
alcanzará;
el
éxito
de
esta
búsqueda
es
seguro,
una
ley
invariable
garantiza
la
adquisición
de
lo
que
se
busca.
Si,
por
el
contrario,
buscamos
lo
que
está
fuera
que
nosotros,
todos
los
esfuerzos
resultarán
infructuosos.
El
origen
de
todas
las
acciones
se
encuentra
en
el
interior
de
nuestro
ser.
Si
reflexionando
sobre
nuestros
propios
actos
descubrimos
que
son
conformes
con
nuestra
naturaleza
racional,
experimentaremos
la
más
intensa
satisfacción.
El
hombre
no
puede
dejar
de
arrepentirse
de
sus
faltas.
Si
una
sola
vez
se
arrepiente
de
no
haberse
arrepentido
de
sus
faltas,
ya
no
volverá
a
tener
motivos
de
arrepentimiento.
El
pueblo
no
valora
el
mérito
de
un
buen
gobernante.
El
buen
gobernante
encamina
al
pueblo
hacia
el
bien
con
su
sola
presencia
su
acción
es
oculta
e
imperceptible
como
la
de
los
espíritus.
El
influjo
de
su
virtud
se
hace
sentir
por
todas
partes,
como
el
de
las
sutiles
fuerzas
del
cielo
y
de
la
tierra.
La
influencia
de
un
buen
gobernante
no
tiene
límites.
Los
ejemplos
de
bondad
penetran
con
mayor
profundidad
en
el
corazón
de
los
hombres
que
las
buenas
palabras;
es
más
fácil
obtener
el
afecto
del
pueblo
obrando
con
rectitud
y
aconsejándole
rectamente,
que
mediante
una
administración
eficaz
y
unas
leyes
justas.
El
pueblo
desconfía
de
las
leyes
y
de
la
administración;
el
pueblo
ama
los
buenos
ejemplos
y
los
acertados
consejos.
Con
unas
leyes
justas
y
una
administración
eficiente,
se
consigue
aumentar
las
rentas
del
reino;
con
buenas
enseñanzas
y
buenos
ejemplos,
se
conquista
el
corazón
de
los
súbditos.
Las
penas
y
privaciones
agudizan
la
inteligencia
y
fortalecen
la
prudencia.
Nadie
debe
comer
sin
habérselo
ganado.
Los
caminos
del
sabio
son
elevados
e
inasequibles.
Sus
actos
pueden
ser
admirados,
pero
no
imitados.
El
carpintero
hábil
no
se
hace
torpe
para
poder
ser
imitado
por
cualquiera
de
sus
ayudantes.
Quien
se
abstiene
de
lo
que
no
debiera
abstenerse
es
mejor
que
se
abstenga
de
todo;
el
que
trata
con
frialdad
a
quienes
debiera
tratar
con
ternura
acabará
tratando
con
frialdad
a
todo
el
mundo;
quienes
avanzan
precipitadamente
también
retrocederán
con
la
misma
precipitación.
Es
preferible
desconocer
los
libros
históricos,
que
aceptar
incondicionalmente
cuanto
en
ellos
se
refiere.
Dar
muerte
a
un
pariente
próximo
de
otro
hombre
es
el
crimen
que
más
funestas
consecuencias
provoca.
Yo
no
hago
el
menor
caso
de
las
murmuraciones
y
críticas
de
los
hombres.
Para
que
nuestras
palabras
estén
siempre
conformes
con
la
equidad,
es
preciso
evitar
la
excesiva
familiaridad
con
quienes
nos
rodean;
él
mutuo
respeto
es
la
mejor
defensa
contra
las
palabras
descorteses
y
groseras.
Si
el
hombre
culto
habla
cuando
debería
callar,
todos
quedan
perplejos
ante
sus
palabras;
si,
por
el
contrario,
el
hombre
culto
calla
cuando
debería
hablar,
todos
quedan
desconcertados
ante
su
silencio.
Las
mejores
palabras
son
aquellas
que
encierran
un
profundo
significado
y,
al
mismo
tiempo,
resultan
comprensibles
para
todo
el
mundo.
El
mayor
defecto
de
los
hombres
consiste
en
preocuparse
arrancar
la
cizaña
de
los
campos
ajenos,
descuidando
el
cultivo
de
sus
propios
campos.
El
mejor
medio
para
alcanzar
las
virtudes
de
la
justicia
y
la
equidad
consisten
en
dominar
las
pasiones.
Quien
se
deja
dominar
por
las
pasiones
es
muy
difícil
que
obre
con
justicia
y
equidad.