Linaje Karma Kagyu


Por: Lama Ole Nydahl


Hace aproximadamente mil años- vivió un hombre llamado Tilopa. Su nombre significa "el que hace tahin". Tahin es una pasta elaborada de semilla de ajonjolí. "Til" significa semilla de ajonjolí. No aparece en la transmisión si Tilopa pertenece a la raza clara de India, que vino de Rusia Central y portaba su cultura o si era descendiente de los habitantes primigenios de este país. A veces se lo describe como pequeño y con un color de cara casi azulado, ni muy buenmozo ni de muy alta alcurnia, mientras que en otros textos es descrito como un príncipe. A veces oímos de él hasta en el papel de un chulo. Sea como sea, un día reconoció que todo en el mundo es transitorio y que lo único que existe siempre y en todas partes es la mente. Se decidió a encontrarla y fue donde los maestros que poseían transmisiones auténticas, ellos mismos eran maestros tántricos realizados. Obtuvo enseñanzas y se volvió un sustentador de todos los linajes, seguramente el único en su tiempo.

Así obtuvo la transmisión tanto del "camino de los medios hábiles", conocido hoy en día como las "Seis enseñanzas de Naropa", como del "Camino del reconocimiento": las enseñanzas del Mahamudra, que le fueron dadas sobre todo por Maitripa. Luego Tilopa meditó en dos cuevas diferentes, porque sobre todo quería realizar el nivel energético de la mente, se amarró con una pesada cadena, para no caerse durante la meditación. La cinta roja de Yogui que con frecuencia vemos en Milarepa cumple la misma función. Tilopa practicó durante muchos años y luego se encontró, tal como es descrito tradicionalmente, con la mente de todos los Budas en la forma del Sustentador del Diamante, una forma de luz azul, atemporal. Se fundió con ella, todas las separaciones entre adentro y afuera se disolvieron y su mente ya no estuvo limitada por el tiempo y el espacio.
 
En la misma época en que Tilopa alcanzó la iluminación completa, habitaba en Norte de la India un profesor muy famoso. Se llamaba Naropa y era la cabeza mas lúcida de la Universidad de Nalanda. A menudo debatía con quinientos profesores al mismo tiempo, así como hoy en día nuestros campeones mundiales de ajedrez juegan simultáneamente con varios contrincantes.

Después de haberle ganado a todos el debate, cambiaba su punto de vista por el de ellos y nuevamente les ganaba. Un día estaba sentado con sus libros enfrente de la universidad cuando una sombra extraña cayó sobre él. Se volteó y con su mente veloz como el rayo percibió una vieja dama con las treinta y siete señales de la fealdad absoluta. Algo así no lo había visto nunca. Mientras la miraba perplejo, ella le preguntó qué estaba leyendo allí. El le contestó: "Las enseñanzas de Buda". Ella le preguntó si entendía lo que estaba leyendo, y él dijo: "Comprendo las palabras." Entonces la mujer comenzó a bailar de alegría. En seguida se volvió indeciblemente bella, porque él había dicho la verdad- conocía las palabras porque era un ratón de biblioteca, pero después se puso orgulloso y dijo":... y yo también entiendo su sentido."

Apenas dijo esto, la vieja se puso más fea que antes y comenzó a llorar, porque era obvio que eso no era cierto. El no era un Yogui, no tenía experiencias internas y había entendido las enseñanzas sólo en un nivel intelectual. Naropa se puso rojo y preguntó: ¿"Quién me puede enseñar el verdadero sentido?" La vieja contestó: ¡"Mi hermano Tilo!" y desapareció en un arco iris.

Naropa no podía olvidar esta experiencia. Si bien obtuvo otros tantos títulos de doctor, eso ya no lo satisfacía. Un día dejó atrás todos los honores y se fue. Leer y discutir ya no le era suficiente, ahora quería vivir realmente el Dharma y se dispuso a buscar a su maestro.

Pero Tilopa no se lo hizo fácil. Una y otra vez ponía a Naropa en situaciones en las cuales sus conceptos bloqueaban claramente su fuerza de acción. En una oportunidad Naropa iba bajando por un sendero estrecho, allí yacía en medio del camino una vieja leprosa. Inseguro en cuanto a lo que debía hacer y probablemente temeroso de contraer la enfermedad, se cerró la nariz y brincó por encima de ella. Después de haber dado unos pasos, la mala consciencia lo martirizaba y se volteó hacia ella. Entonces la vieja voló hacia el cielo como un arco iris y le dijo: "¿Cómo quieres encontrar a tu maestro, si no tienes compasión?" Naropa siguió buscando. Tilopa siempre se le aparecía en las más diversas formas y de tal manera, que Naropa sentía nítidamente que algo le faltaba. Pero un día en que Naropa estaba completamente agotado - los conceptos y el orgullo ya se habían vuelto superfluos - Tilopa se mostró como un yogui, con huesos en el cabello y ojos inyectados de sangre.- Tomó a Naropa de la mano y lo haló. Así comenzaron sus años de aprendizaje.

Tilopa enseguida acertó al ego de Naropa en el sitio más sensible: silenció su aparato mental, el cual permanentemente requería alimentarse de nuevas ideas. A pesar de que Naropa todo el tiempo le rogaba a su maestro que le diera enseñanzas, éste durante el primer año no dijo ni una sola palabra. Un día cuando ambos estaban parados en el techo de una casa alta, Tilopa habló por primera vez y dijo : "Si tuviese un buen discípulo, éste brincaría ahora desde este techo." Naropa brincó y poco después yacía, severamente herido, en el suelo. Al cabo de un tiempo Tilopa bajo, lo miró y le preguntó: "Qué te pasa?". Naropa gemía: "Estoy sufriendo.". Tilopa sólo contestó "Eso es porque asumes que las cosas son reales, eso es lo que te hace tan pesado." Lo toco e inmediatamente Naropa estaba curado y recibió algunas enseñanzas. No eran tantas como para volver a encender "el computador", pero suficientes como para dejar una impresión en su mente. Durante otro año más no dijo una sola palabra, hasta que un día cuando paso por enfrente una voluptuosa reina con su guardia armada, Tilopa le dijo: "Si tuviese un buen discípulo, sería capaz de tumbar esa reina del caballo." Naropa lo hizo y los soldados le dieron una gran golpiza. Una vez mas quedó medio muerto. Tilopa le preguntó qué ocurría y Naropa contesto: "Estoy como muerto." Nuevamente Tilopa lo bendijo y le dijo: "Mira en tu corazón, allí vive una Dakini, la sabiduría espontánea. Entonces las cosas externas ya no te molestarán." Así, Tilopa lo expuso a doce accidentes grandes y veinticuatro pequeños , hasta que todas sus concepciones rígidas se disolvieron.

Luego, en algún momento se sentaron uno frente al otro. Tilopa miró amablemente a Naropa, luego le pegó con un zapato y en un instante Naropa estuvo completamente iluminado. Es el único en nuestro linaje que se iluminó sin meditación. Pero en verdad nada le fue regalado.
 

  Al mismo tiempo que Naropa alcanzaba la iluminación, en el Sur del Tíbet crecía un muchacho vigoroso, de nombre Marpa. A decir verdad, el inquieto muchacho no era un aburrido. Desde pequeño la gente decía: "Si se vuelve bueno, será muy bueno, pero si se vuelve malo, nos mudamos al próximo valle." Allí donde Marpa creció las posibilidades laborales eran muy limitadas. Solo había tres: se podía ser pastor, ladrón o Lama. Marpa pensó que lo mejor sería ser Lama. Empezó a indagar en dónde podría aprender algo acerca de la mente. En el Tíbet mismo no se podía aprender mucho en esa época. Padmasambhava había llevado las enseñanzas al Tíbet doscientos años atrás, pero más adelante el Rey Langdharma lo destruyó todo. Sólo quedaban pocos practicantes en áreas remotas del país y muchas transmisiones valiosas, las Termas. Si bien, éstas solo aparecerían varios siglos después. De manera que Marpa, para poder aprender algo, tenia que cruzar las montañas y recorrer el largo, insalubre camino a la India, plagado de mosquitos y ladrones.

Sus buenas conexiones de vidas anteriores lo llevaron directamente a la choza de Naropa. Este le dio la bienvenida, lo bendijo y le impartió enseñanzas básicas. Luego, de regreso, Marpa se encontró de nuevo con el tibetano Nyo, con el que había emprendido su viaje a la India. Compararon lo que habían obtenido hasta ese momento. Nyo, había recogido en todas partes fracciones de enseñanzas y poseía un grueso libro, Marpa en cambio tenía poco que mostrar y por ello concluyó que había aprendido poco. Al instante se regresó apurado donde Naropa y éste le dijo: "En realidad tienes todo lo que necesitas. Pero si a toda costa quieres más, puedes ir a donde mi amigo Kukuripa. Es un Yogui loco, el cual vive al oeste de aquí, a cincuenta días de camino por la selva. Como todos los Budas, está rodeado de Budas femeninos. Pero como habló mal de las mujeres en su última vida, durante el día, los Budas femeninos se le muestran como perras rabiosas y entrada la noche como diosas de inspiración que bendicen el espacio en todas las direcciones." Marpa emprendió el largo viaje hasta encontrar a Kukuripa y éste era tal como se lo habían descrito. Se veía como un mono y hablaba insensateces mientras las perras acosaban a Marpa por todos lados. Tan pronto como Marpa, sin aprehensión alguna, botó sus implementos para escribir y con ello sus planes y concepciones rígidas, todo cambió. Kukuripa se mostró de repente en forma completamente normal, las perras se transformaron en Dakinis. Le dieron el tan significativo Mahamaya-Tantra, una transmisión muy importante de la línea materna, la cual hoy en día todavía se transmite en el Kagyü-Nagzo, el "Tesoro de los Mantras Kargyupas".

Ahora Marpa también poseía un grueso libro de enseñanzas. Camino de regreso al Tíbet, al cruzar un río, Nyo por envidia, sobornó al cargador para que tirara disimuladamente el libro de Marpa al río. Cuando Marpa al llegar abrió su caja, sólo encontró piedras y tierra. Primero pensó que su viaje había sido en vano, pero luego entendió que aun así había pasado algo muy especial. Sintió cada vez con mas frecuencia, cómo una voz hablaba a través de él, una fuerza fluía de sus manos, cómo cada vez más y más gente le tenía confianza y le pedía su bendición. Marpa fundó muchos grupos de meditación, que a menudo eran dirigidos por mujeres y llevó a muchas personas al rápido Camino del Diamante. A pesar de haber regresado a casa sin textos, sólo por su entrega y dedicación llevó la bendición de Naropa al Tíbet. Cuando comenzaron a hacer falta las enseñanzas formales para apoyar la transmisión, Marpa regresó a la India. Tal como en el primer viaje, esta vez también llevó tanto oro como pudo conseguir. Ahora estaba dispuesto a recibir los más altos medios y obtuvo las "Seis Enseñanzas": las enseñanzas del calor interno, de la Clara Luz, del estado del sueño, del cuerpo ilusorio, de la transmisión de consciencia y del estado intermedio. Actualmente todavía utilizamos estos métodos.

Cuando regresó de nuevo al Tíbet, tradujo y difundió estos tesoros y así recibió el apodo de "Marpa, El Traductor". A Marpa, o bien lo valoraban mucho, o lo rechazaban. Externamente era el guía protector, el "Jefe" por antonomasia y hombre de varias mujeres, al cual le gustaba emprender sus cometidos con vigor. Internamente había realizado la sabiduría Vajrayana más elevada. Los que recibían sus iniciaciones y transmisiones de fuerza, lo veían realmente como un Buda. Mostraba en el cielo y en su propio cuerpo los círculos de fuerza de Alegría Sublime y de otros aspectos búdicos.
 

El discípulo más importante de Marpa fue Milarepa, cuya biografía es muy conocida. Milarepa había pasado por situaciones muy difíciles. Antes de que su padre muriera delirante, había dispuesto que un tío lo representara. Pero el tío y su esposa se apoderaron de todos lo bienes de la familia de Milarepa, condenándolos a una gran miseria. La madre de Milarepa estaba tan indignada, que bajo amenaza de suicidarse, obligó al joven Milarepa a aprender magia negra, ya que él no era capaz de vencer a los enemigos de su familia con la espada. Milarepa hizo lo que ella le exigió y en los años siguientes aprendió algunas prácticas de magia negra, como por ejemplo, matar a distancia y generar pesadas tormentas de granizo. Estos métodos fueron efectivos y así mató a treinta y cinco enemigos de su clan. Pero pronto ya no se sintió a gusto en su piel. De noche no podía dormir, de día no podía comer. Cuando caminaba quería sentarse y cuando estaba sentado prefería caminar. Ya no tenía paz y algo lo carcomía por dentro.

Su maestro, del cual había aprendido la magia negra, le dijo entonces un día: "He reconocido que hemos ocasionado mucho sufrimiento. O bien tú te quedas con mi mujer y yo me voy a aprender cómo transformar lo negativo o yo me quedo con mi mujer y tú te vas y aprendes. Alguno de nosotros dos tiene que hacer algo juicioso". Probablemente la mujer no correspondía mucho al gusto de Milarepa y así se puso en camino. Llegó a donde un maestro que le dio la iniciación de un protector rojo-negro y le dijo "Si utilizas esta práctica en la mañana, en la tarde ya estarás iluminado; si la utilizas en la tarde, en la noche estarás iluminado ." Milarepa pensó para sus adentros: "Esto está muy bien, así no hay afán" y se acostó a dormir. El Lama lo encontró así, lo despertó y le dijo : "Obviamente contigo no tengo la conexión como para motivarte, pero he sentido en mi meditación que un maestro llamado Marpa en verdad si te puede ayudar." Cuando Milarepa oyó el nombre de Marpa, casi se desmaya de devoción y enseguida se fue a buscarlo. Lo encontró justo cuando estaba arando un pedazo de tierra, lo cual no había hecho desde hacían años. Milarepa no lo reconoció y le preguntó si podía presentarle a Marpa. Este contestó: "Yo te lo voy a presentar, pero primero tienes que terminar de arar esta tierra. Aquí hay una cerveza para ti." Milarepa aró la tierra y se tomó toda la cerveza. Esta era una buena señal de que algún día asumiría todas las enseñanzas.

Su época como estudiante de Marpa, fue de un sufrimiento interminable. Así se purificó por completo. La idea de que después de la muerte podría entrar en estado de delirio de persecución por las impresiones que habían quedado en su mente al haber matado a treinta y cinco personas, lo motivaba a aguantar todo. No conocía a nadie que, como Marpa, tuviese los medios para poder llegar en una sola vida a la iluminación.

La purificación, a menudo, siguió el mismo modelo: Marpa le pedía construir una casa especial, y le prometía darle enseñanzas después de que la terminara. Cuando Milarepa se encontraba ya con llagas en las manos y espalda de tanto cargar piedras, Marpa entonces se acercaba y le preguntaba: "¿Qué estás haciendo allí?". Milarepa le contestaba: "Te estoy construyendo una casa. Me prometiste que después me darías las enseñanzas liberadoras." Marpa decía: "Este es un sitio horrible. Debo haber estado borracho cuando te encomendé eso. Vuelve a tumbarla, pon las piedras otra vez en el sitio en donde las conseguiste y construye una casa allí en aquel otro lugar! Entonces obtendrás las enseñanzas que deseas." De esa manera, construyendo y destruyendo las cuatro casas (construidas con la forma de los símbolos de las cuatro actividades búdicas) se llevó a cabo la purificación externa y por las decepciones la purificación interna de Milarepa. Las últimas construcciones, un salón gigantesco y una torre de once pisos, todavía están en pie. Lo que le ocasionaba más dolor a Milarepa era que muchos estudiantes venían de todas partes, para recibir elevadas enseñanzas e iniciaciones de Marpa, y las obtenían, mientras que a él siempre lo volvían a botar. Dagmema, la mujer principal de Marpa, completaba su actividad. Siempre le daba apoyo y confianza a Milarepa de tal manera que cada vez que Marpa lo volvía a echar era aún más doloroso. Entre estos dos polos, Milarepa se desarrolló muy rápido. Un día, después de una situación especialmente desagradable, Marpa dijo: "Que venga el gran mago. Hoy es nuestro principal invitado." Junto con Dagmema le dio toda la transmisión de cuerpo, habla y mente. Transformó las vibraciones de su cuerpo de materia sólida en energía de luz y Milarepa vio con toda claridad, en los cinco centros internos de Marpa, los círculos de poder de los Budas.

Entonces Marpa lo encerró en una cueva para que meditara. Allí Milarepa hizo las prácticas preliminares y obtuvo conocimientos esenciales e importantes. Luego recibió más enseñanzas de Marpa, hasta que tuvo un sueño tan fuerte que se le olvidó todo lo demás: vio la casa de sus padres con el techo derrumbado, los ratones la habían invadido y su madre yacía muerta en la tierra. Sin percatarse bien de lo que hacia, tumbó la pared de la cueva y corrió donde Marpa. Entró en la habitación mientras Marpa todavía estaba durmiendo, los rayos del sol caían directamente sobre su cara y Dagmema traía el desayuno. Marpa luego le explicó el significado del sueño: "La comida y los rayos del sol significan que en ti todo va a florecer, vas a poder transmitir las enseñanzas. Pero el que me encontrases dormido significa que no nos volveremos a ver en esta vida." En ese momento Milarepa no podía entenderlo a cabalidad, solo pensaba en su madre. Marpa le dijo que todavía se quedara unos días y luego le dio instrucciones precisas sobre cuando y con qué señales debía abrir determinados rollos de escrituras. Luego lo dejó partir. Cuando llegó a su casa, Milarepa encontró todo tal como lo había soñado. Se sentó y lo contempló todo hasta darse cuenta de repente de que estaba sentado sobre los huesos de su madre. Entonces entendió la impermanencia de todas las cosas en lo más interno. Juró trabajar solo con la mente y no dejarse distraer por nada. Su empeño era tan grande, que no encontró tiempo de ocuparse de su comida y así vivió casi exclusivamente de ortigas que crecían alrededor de su caverna. Después de varios años incluso su piel se había vuelto verde, de manera que los cazadores que pasaba por allí creían que era un espíritu del bosque. Por la fuerza de su entrega y su meditación realizó todas las características liberadoras. Como abrió su centro del habla muy pronto, sus experiencias emanaban como bellos cantos. Si bien otros también se realizaron, la capacidad de expresar las enseñanzas de una manera tan inspiradora, hacen que su experiencia de la iluminación sea tan fácil de transmitir. Cuando una y otra vez la gente veía a Milarepa volando de montaña en montaña y llevando a cabo docenas de milagros, cada vez venían mas y más estudiantes. Uno de ellos era Rechungpa, una emanación muy atractiva de Diamante en la Mano, la fuerza de todos los Budas y padre del Gran Manto Negro. Dominaba las practicas más elevadas y llevó a muchas mujeres a la iluminación, pero era muy independiente y no quería quedarse en un solo sitio. Constantemente y en todas partes Rechungpa construía nuevos círculos de fuerza y fué llamado el discípulo "lunar" de Milarepa.

Luego llegó el momento en el cual para sostener el linaje de transmisión, además de yoguis alegres, hacían falta las organizaciones. Estas surgieron con el estudiante "solar" de Milarepa, Gampopa, un modelo de virtud en nuestro linaje por demás salvaje. Era la reencarnación de un Bodhisattva en el décimo nivel. En la India fue un discípulo del Buda Shakyamuni y obtuvo junto con muchos otros Bodhisattvas, enseñanzas en las cuales sutra y tantra se complementaban. Cuando el Buda le preguntó a sus discípulos quién estaría dispuesto a llevar más adelante estas enseñanzas al gran país de las nieves en el Norte, un monje de nombre Da'o Shonu se ofreció voluntariamente. Este vino al mundo 1500 años más tarde como Gampopa. También fué el primer monje entre los sustentadores del linaje. Hasta ese momento había laicos, yoguis y yoguinis. Al lado de la vieja transmisión de yoguis laicos, también surgió entonces la tradición de monjes y monjas.

Al parecer Gampopa no había recibido o entendido la enseñanza de ver al maestro como al Buda y así, por el alto nivel en el que se encontraba, se le hacía difícil hallar un maestro. Siempre veía con demasiada facilidad los defectos y por eso se sentía cada vez más inconforme, hasta que una noche soñó con un yogui que volaba por el aire delante de él, puso un poco de saliva en su mano y se la lanzó directamente a la cara. Desde este momento su profundización en la meditación se hizo ilimitada. Al día siguiente pasó al lado de tres mendigos, que hablaban en voz alta. Uno de ellos decía: "Uno debería ser como un rey, así siempre tendría suficiente comida", pero el otro replicaba: "Uno debería ser como Milarepa, entonces ya no tendría que comer más nada". En el instante en que escuchó el nombre de Milarepa casi se va de bruces y supo intituitivamente que ese era el yogui de sus sueños. Gampopa invitó a los mendigos, les dio abundante comida y les preguntó acerca de Milarepa. Finalmente se disolvieron en el espacio, porque no eran otra cosa que emanaciones de Milarepa. Fuera de sí, de alegría, tocó el tambor más grande y sopló la trompeta más larga del oeste del Tíbet. El camino hacia donde estaba Milarepa lo recorrió "absorto" en su entrega y todo el tiempo tenía lágrimas en los ojos. Abrazaba y besaba a todo el que podía decirle algo acerca de Milarepa, porque pensaba que todos ellos eran sus emanaciones.

Mientras tanto Milarepa estaba sentado con sus estudiantes en su caverna, a veces se reía y luego se ponía todo serio y de vez en cuando hacía unos cuantos movimientos con sus manos. Sus discípulos querían saber qué estaba pasando y él explicaba: "Mi discípulo muy especial Gampopa está en camino hacia acá y se comporta como un borracho. Ahora se acaba de caer por un precipicio y tengo que enviar gente para que otra vez lo ayuden. Antes de esto se le había acabado el agua y tuve que hacer brotar un manantial. Finalmente, Milarepa envió a sus discípulos a recibir a Gampopa. Una muchacha se lo encontró de primera y le dijo "Tú debes ser el discípulo muy especial de Milarepa, Gampopa." Y a pesar de estar en el décimo nivel del Bodhisattva, en el cual los velos son sólo muy finos, sintió un poco de orgullo.

Al ser llevado donde Milarepa, primero tuvo que esperar en una cueva cercana durante diez días, hasta que su orgullo se hubiese calmado. Luego ocurrieron muchas cosas: Gampopa obtuvo en muy corto tiempo todas las enseñanzas y toda la bendición, pero no el tiempo para realizarlas. Poco después de la transmisión, Milarepa le explicó: "Tienes que seguir tu camino, gente con la cual tienes una conexión kármica y a la cual debes ayudar, te espera en el este del Tíbet, tienes que ir allá." Le habló de una montaña, que tenía la forma del sombrero-Gampopa del actual Karmapa y le indicó que primero debía abrir allí los centros de meditación y fundar los monasterios. Luego Milarepa le prometió que aprendería enseñando y alcanzaría la iluminación completa, trabajando para los demás. Las últimas palabras de Milarepa al despedirse fueron: "Todavía tengo una enseñanza que darte, pero esa es demasiado elevada para ti, no te la puedo dar". Gampopa le dio las gracias y partió por un pequeño sendero, mientras Milarepa volando por encima de él, se sentó a esperarlo en una piedra cercana. Lo miró y dijo: "¿Si no te la doy a ti, entonces a quién se la voy a dar?". Entonces se volteó, levantó su larga túnica y le mostró sus nalgas peladas, llenas de cicatrices, heridas y callos. Luego agregó: "Si no meditas tanto como yo lo he hecho, no alcanzarás nada. Ahora te puedes ir."
 
Muchas personas tenían un vínculo kármico con Gampopa y asi surgieron rápidamente varios monasterios y sitios de meditación en el este del Tíbet. Un día vinieron al monasterio de Gampopa tres hombres fuertes de la provincia de Kham. Por la noche celebraban el cumpleaños de uno de ellos y gozaban mucho, hasta que los monjes los descubrieron. Al día siguiente los botaron. Al abandonar los hombres el monasterio, Gampopa sintió cómo un gigantesco campo de fuerza se desplazaba y vio cómo todos los pájaros de la región iban volando hacia abajo por el camino. Hizo parar a los tres hombres y ordenó que los devolvieran. Luego examinó si eran aptos para recibir las enseñanzas que él mismo había recibido de Milarepa y se las transmitió de manera diversa. Su líder, que era especialmente forzudo, recibió todas las enseñanzas. Tenía una cabeza que denotaba su fuerza de carácter: sus cabellos se habían encanecido temprano y tenía el mentón inferior muy pronunciado. Se retiró a una cueva tan pequeña, que sus rodillas quedaban afuera en la nieve. Después de ocho meses estaba completamente iluminado. Fue el más rápido en nuestro linaje. Los otros yoguis veían con claridad un campo de fuerza negro-azulado de cinco ángulos sobre su cabeza. Gampopa lo reconoció como Karmapa y confirmó que era aquel sobre el cual el Buda había hecho varías predicciones, por ejemplo en los Sutras de Mahasamadhiraj y Mahaparanirvana. También Gurú Rinpoche había anunciado su llegada.

Karmapa le agradeció a Gampopa y se fue al Tíbet Central. En el camino fundó dos monasterios importantes: una vez echó su mala al aire y un gran pájaro negro lo atrapó - los pájaros negros son actividades de Gran Manto Negro - y voló hacia una montaña llamada "La Montaña de la Gran Alegría". En el lugar donde el pájaro dejó caer el mala, surgió la comunidad y el monasterio de Tsurphu. Esta montaña, al final de un largo valle, a setenta kilómetros de Lhasa, era muy adecuada para yoguis por sus múltiples cavernas naturales y sus campos de fuerza iluminados.

En las profecías del Buda y de Gurú Rinpoche se habla de la corona negra, el campo de fuerza sobre la cabeza del Karmapa, que aquel que la ve, en el lapso de sus próximas tres vidas, no volverá a renacer en el mundo condicionado, ya que alcanzará un nivel puro de conciencia, desde el cual, si lo desea, puede regresar como encarnación. También se dice que todo aquel que sólo oye el nombre del Karmapa que significa "La fuerza de acción de todos los Budas" debido a la energía relacionada con él, obtendrá la liberación en un lapso comprendido entre siete y diez y seis vidas. Este primer Karmapa, con el nombre de Dusum Khyenpa, nació en 1110. Su nombre significa "El conocedor de los tres tiempos" -pasado, presente y futuro-. Cuando Dusum Khyenpa abandonó su cuerpo a los ochenta y tres años, vio que su trabajo aún no estaba concluido y que sus discípulos todavía lo necesitaban. Entonces decidió regresar y prometió, como primer Lama tibetano, asumir una y otra vez la forma humana, para que sus estudiantes pudiesen entrar en contacto con él y pudiesen seguir desarrollándose. Dejó todas las indicaciones acerca de su próximo renacimiento en una carta, y algunos años después de su muerte, sus discípulos lo volvieron a encontrar, según sus indicaciones, como un niño pequeño. No se había interrumpido la corriente de consciencia de su vida pasada. De nuevo reconoció todo y de niño ya bendecía a los animales que pasaban. Este segundo Karmapa se llamó Karma Pakshi y por muchas razones era extraordinario. Sus hazañas, al igual que las de todos los demás Karmapas, no sólo están contenidas en los "Anales Azules" tibetanos y en las crónicas chinas y de Mongolia, sino que también están documentadas en manuscritos occidentales.

Encarnaciones del Karmapa:

1. Dusum Khyenpa (1110 - 1193)
2. Karma Pakshi (1204 - 1283)
3.
Rangjung Dorje (1284 - 1339)
4. Rolpe Dorje (1340 - 1383)
5. Deshin Shegpa (1384 - 1415)
6.
Tongwa Donden (1416 - 1453)
7. Chodrag Gyamtso (1454 - 1506)
8. Mikyo Dorje (1507 - 1554)
9.
Wangchuk Dorje (1556 - 1603)
10. Choying Dorje (1604 - 1674)
11. Yeshe Dorje (1676 - 1702)
12. Changchub Dorje (1703 - 1732)
13. Dudul Dorje (1733 - 1797)
14. Thegchog Dorje (1798 - 1868)
15. Khakyab Dorje (1871 - 1922)
16. Rangjung Rigpe Dorje (1924 - 1981)
17.
Thaye Dorje (1983 - )


Tomado del libro: "Ngöndro", por Lama Ole Nydahl.
y de http://www.karmapa.com