A una determinada edad, el sexo se vuelve importante; no es que
tú le des importancia, no es algo que tú provoques, es algo
que ocurre. Hacia los catorce años, más o menos, de repente
la energía está desbordada de sexo. Es como si se hubieran
abierto las compuertas dentro de ti. Se han abierto fuentes sutiles de
energía, que todavía no estaban abiertas, y toda tu
energía se vuelve sexual, impregnada de sexo. Todo acto está
impregnado. Es algo que ocurre; tú no has hecho nada. Es algo natural.
La trascendencia es también algo natural. Si se vive el sexo
plenamente, sin ninguna idea de pecado, sin ninguna idea de librarse de
él, entonces a los cuarenta y dos años —al igual que a los
catorce años se abre el sexo y toda la energía se vuelve
sexual, a los cuarenta y dos años más o menos— esas compuertas
se vuelven a cerrar. Esto es algo tan natural como el despertar sexual;
empieza a desaparecer.
El sexo es trascendido sin ningún esfuerzo de tu parte. Si haces
algún esfuerzo será represivo porque no tiene que ver contigo.
Es algo inherente a tu cuerpo, a tu biología. Tú has nacido
como ser sexual; no hay nada de malo en ello. Es la única forma
posible. Ser humano significa ser sexual. Cuando tú fuiste concebido,
tu padre y tu madre no estaban rezando, no estaban escuchando el sermón
de un sacerdote. No estaban en la iglesia, estaban haciendo el amor; sus
energías sexuales se estaban encontrando y fusionando en el otro.
Fuiste concebido en ese momento; fuiste concebido en un profundo acto sexual.
La primera célula fue una célula sexual y después
de esa célula surgieron muchas otras células. Pero cada célula
sigue siendo básicamente sexual. Todo tu cuerpo es sexual, está
compuesto de células sexuales. Ahora hay millones.
Ten esto muy presente: tú existes como ser sexual. Una vez que
lo has aceptado, el conflicto que se ha creado a lo largo de los siglos
desaparece. Una vez que aceptas esto profundamente, sin ninguna objeción,
cuando consideras el sexo como algo natural, entonces lo vives. Tú
no me preguntas cómo trascender el comer, tú no me preguntas
cómo trascender el respirar, porque no hay ninguna religión
que te enseñe a trascender la respiración, ésa es
la causa. De lo contrario, me preguntarías, «¿Cómo
puedo trascender la respiración? ¡Respira! Eres un animal
que respira; también eres un animal sexual. Pero existe una diferencia.
Los catorce primeros años de tu vida, son prácticamente no-sexuales,
o como mucho, existe sólo un rudimentario juego sexual que no es
realmente sexual, es sólo una preparación, un ensayo, eso
es todo. A los catorce años, de repente, la energía está
madura.
Mira...ha nacido un niño; inmediatamente, en tres segundos el
niño tiene que respirar, de lo contrario, morirá. A partir
de entonces, la respiración permanecerá toda su vida porque
es algo que ha llegado en la primera etapa de la vida. No se puede trascender.
Quizás antes de que te mueras, sólo tres segundos antes,
se parará, pero no antes. Recuerda siempre: los dos extremos de
la vida, el principio y el final, son exactamente iguales, simétricos.
El niño nace, empieza a respirar a los tres segundos. Cuando el
niño es mayor y se está muriendo, en el momento que deja
de expirar, a los tres segundos se morirá.
El sexo entra en acción en una etapa más tardía:
durante catorce años el niño ha vivido sin sexo. Y si la
sociedad no está muy reprimida y, por lo tanto, obsesionada con
el sexo, un niño puede vivir completamente ajeno al hecho de que
el sexo, o cualquier cosa parecida al sexo, existe. El niño puede
permanecer totalmente inocente. La inocencia tampoco es posible porque
le gente también está reprimida. Cuando aparece la represión,
entonces, junto con ella, surge la obsesión.
Así que los sacerdotes continúan reprimiendo; también
hay anti-sacerdotes, Hugh Hefners y otros parecidos que siguen creando
cada vez más pornografía. Así que, por un lado están
los sacerdotes que se dedican a reprimir, y por el otro lado hay otras
personas, los anti-sacerdotes, que se dedican a hacer de la sexualidad
algo cada vez más fascinante. Ambos tipos coexisten, son las dos
caras de la misma moneda. Sólo cuando desaparezcan las iglesias
desaparecerán las revistas pornográficas, nunca antes. Son
compañeras de trabajo. Parecen enemigas pero no te dejes engañar.
Se critican entre sí pero ésa es de forma de que funcionen.
Oí la historia de dos hombres que estaban sin trabajo, les habían
despedido, así que decidieron crear un nuevo negocio muy sencillo.
Empezaron a viajar, yendo de una ciudad a otra. Primero iría uno
y por la noche, echaría alquitrán en las ventanas y en las
puertas de las casas. Después de dos o tres días aparecería
el otro para limpiar. Avisaría que limpiaba también el alquitrán
y que limpiaba las ventanas. Mientras tanto, el otro se dedicaría
a hacer su parte del negocio en la siguiente ciudad. De esta manera, empezaron
a ganar mucho dinero.
Esto es lo que ocurre entre la Iglesia y Hugh Hefners y otras personas
que crean pornografía. Va todo unido; son socios de una misma trama.
Cuando estás muy reprimido, empiezas a encontrar un interés
perverso. El interés perverso es el problema, no el sexo.
Así que no albergues ninguna idea contra el sexo en tu mente,
de lo contrario nunca serás capaz de trascenderlo. La gente que
trasciende el sexo es la gente que lo acepta de manera natural. Es algo
difícil, ya lo sé, porque has nacido en una sociedad que
es neurótica sobre el sexo. Ya sea de una manera o de otra pero
la neurosis es la misma. Es muy difícil escapar de esa neurosis
pero si estás un poco alerta, puedes escapar de ella. Por lo tanto,
la verdadera cuestión no es cómo trascender el sexo sino
cómo trascender esta ideología perversa de la sociedad: este
miedo al sexo, esta represión del sexo, esta obsesión por
el sexo.
El sexo es maravilloso. El sexo es en sí mismo un fenómeno
natural, rítmico. Tiene lugar cuando el niño está
preparado para ser concebido, y es bueno que ocurra, de lo contrario no
existiría la vida. La vida existe a través del sexo; el sexo
es el medio. Si entiendes la vida, si amas la vida, sabrás que el
sexo es algo sagrado, santo. Entonces lo vives, entonces disfrutas
de él, y desparecerá de forma tan natural como apareció.
Más o menos a los cuarenta y dos años el sexo empieza a desaparecer
de una forma tan natural como surgió. Pero no ocurre de esa manera.
Te sorprenderá cuando digo hacia los cuarenta y dos años.
Conoces personas que tienen setenta, ochenta y no lo han trascendido. Conoces
«viejos verdes». Son víctimas de la sociedad. Dado que
no pudieron ser naturales, es una resaca, porque los reprimieron en el
momento en que debían haberse divertido y disfrutado. En aquellos
momentos de disfrute no estaban totalmente inmersos. No fueron orgásmicos,
fueron indiferentes.
Siempre que eres indiferente ante algo, esto se demora mucho más.
Si estás sentado en la mesa comiendo y comes con indiferencia,
te quedarás con hambre, entonces continuarás pensando en
comida durante todo el día. Intenta ayunar y te darás cuenta:
no harás otra cosa que pensar en comida. Sin embargo, si has comido
bien, y cuando digo comer bien no me refiero únicamente a llenar
el estómago. Esto no significa necesariamente que hayas comido bien;
puede que te hayas llenado. Pero comer bien es un arte, no consiste simplemente
en empacharse. El hecho de saborear la comida, de oler la comida, de tocar
la comida, de masticar la comida, de digerir la comida y digerirla como
algo divino, es todo un arte. Es algo divino; es un don de Dios.
Los hindúes dicen, Anam Brahma, la comida es Dios. Así
que, comes con profundo respeto y, cuando comes, te olvidas de todo, porque
es una oración. Es una oración existencial. Estás
comiendo a Dios, y Dios te va a dar alimento. Es un don que hay que aceptar
con profundo amor y gratitud. Tú no atiborras tu cuerpo, porque
atiborrar el cuerpo supone ir contra el cuerpo. Es todo lo contrario. Hay
personas que están obsesionadas con hacer régimen y hay otras
personas que están obsesionadas con atiborrarse de comida. Ambas
se equivocan porque de las dos maneras el cuerpo pierde su equilibrio.
La persona que realmente ama su cuerpo sólo come hasta el punto
en el que el cuerpo se siente totalmente relajado, equilibrado, tranquilo;
donde el cuerpo no se siente inclinado hacia la izquierda ni hacia la derecha
sino sencillamente en el medio. Comprender el lenguaje del cuerpo constituye
todo un arte, comprender el lenguaje de tu estómago, comprender
lo que necesita, darle sólo lo que necesita y dárselo de
una forma artística, de una forma estética.
El animal come, el hombre come. Entonces, ¿qué diferencia
hay? El hombre convierte el acto de comer en una verdadera experiencia
estética. ¿Qué sentido tiene decorar la mesa en la
que vas a cenar? ¿Qué sentido tiene encender unas velas en
la mesa? ¿Qué sentido tiene poner varillas de incienso? ¿Qué
sentido tiene llamar a los amigos e invitarles a que vengan? Hacer de ello
un arte, no simplemente atracarse de comida. Sin embargo, estos sólo
son los signos exteriores de este arte; los signos interiores consisten
en entender el lenguaje del cuerpo, escucharlo, ser sensible a sus necesidades.
Entonces comes, y durante el resto del día no te vuelves a acordar
de la comida. Sólo cuando tu cuerpo vuelva a sentir hambre volverá
el recuerdo. Es algo natural.
Ocurre lo mismo con el sexo. Si no tienes ninguna actitud contraria
hacia él, lo tomas como un don divino, natural, lleno de gratitud.
Lo disfrutas; con la oración lo disfrutas. El tantrismo dice que
antes de hacer el amor con un hombre o con una mujer debes rezar porque
va a ser un encuentro divino de energías. Dios te va a rodear; donde
hay dos amantes, allí está Dios. Cada vez que las energías
de dos amantes se están encontrando y fusionando, hay vida, vida
plena; Dios te rodea. Las iglesias están vacías; las habitaciones
de los amantes están llenas de Dios. Si has saboreado el amor de
la forma en que el tantrismo dice que hay que saborearlo, si has conocido
el amor de la forma en que el tao dice que hay que conocerlo, entonces
cuando tengas cuarenta y dos años, el sexo empezará
a desaparecer por sí mismo. Y te despedirás de él
con profunda gratitud porque estás saciado. Ha sido maravilloso,
ha sido una bendición; le dices adiós.
Y los cuarenta y dos años son la edad de la meditación,
la edad adecuada. Desaparece el sexo; ya no existe toda esa energía
rebosante. Uno se vuelve más tranquilo. La pasión ha desaparecido,
surge la compasión. Ya no hay más fiebre; uno no está
interesado por el otro. Con la desaparición del sexo, el otro deja
de ser el objetivo. Uno comienza a volverse hacia su propia fuente; comienza
el viaje de regreso.
El sexo se trasciende no como fruto de tu esfuerzo. Es algo que
ocurre si has vivido plenamente. Así que yo te sugiero que abandones
todas las «anti» actitudes, actitudes anti-vida y acepta los
hechos: el sexo existe, así que, ¿quién eres tú
para desecharlo? Es sólo tu ego. Recuerda: el sexo crea los más
grandes problemas al ego.
Así que hay dos tipos de personas: personas muy egoístas
que siempre están en contra del sexo; personas humildes que nunca
están en contra del sexo. Pero, ¿quién escucha a las
personas humildes? De hecho, las personas humildes no se dedican a predicar,
sólo las egoístas.
¿Por qué hay un conflicto entre el sexo y el ego?
Porque el sexo es un asunto en tu vida en el que no puedes ser egoísta,
en el cual la otra persona se vuelve más importante que tú.
Tu mujer, tu hombre, se vuelve más importante que tú. En
todos los demás asuntos tú sigues siendo el más importante.
En una relación amorosa la otra persona se vuelve muy, muy importante,
importantísimo. Tú te conviertes en un satélite y
la otra persona se convierte en el núcleo y lo mismo le ocurre a
la otra persona: tú te conviertes en el núcleo y él
se convierte en un satélite. Es una rendición recíproca.
Ambos se rinden ante el dios del amor y ambos se vuelven humildes.
El sexo es la única energía que te da indicios
de que hay algo que no puedes controlar. Puedes controlar el dinero, puedes
controlar la política, puedes controlar el mercado, puedes controlar
el conocimiento, puedes controlar la ciencia, puedes controlar la moralidad.
El sexo trae consigo un mundo totalmente diferente que no puedes controlar.
Y el ego es el gran controlador. Si puede controlar es feliz; si no puede
controlar, es infeliz. De forma que ahí comienza un conflicto entre
el ego y el sexo. Recuerda, es una batalla perdida. El ego no puede ganar
porque el ego es superficial. El sexo está profundamente arraigado.
El sexo es tu vida; el ego es sólo tu mente, tu cabeza. El sexo
tiene raíces por todas partes dentro de ti; el ego sólo tiene
raíces en tus ideas; es muy superficial, sólo está
en tu cabeza.
Así que, ¿quién va a intentar trascender
el sexo? La cabeza intentará trascender el sexo. Si eres muy racional
intentarás trascender el sexo porque el sexo te conduce a lo más
hondo. No te deja que permanezcas en la cabeza. Todo lo demás lo
puedes dirigir desde ahí; el sexo no lo puedes dirigir desde ahí.
No puedes hacer el amor con la cabeza. Tienes que bajar, tienes que descender
de las alturas, tienes que acercarte más a la tierra.
El sexo humilla al ego, por eso las personas egoístas están
siempre en contra del sexo. Siguen encontrando maneras de trascenderlo;
no lo pueden trascender nunca. Como mucho, pueden convertirse en uno pervertidos.
Todo su esfuerzo está condenado al fracaso desde el principio. Puedes
fingir que has ganado la batalla frente al sexo, pero hay una corriente
subterránea. Puedes racionalizar, puedes encontrar razones, puedes
fingir, puedes crear una dura coraza alrededor de ti pero en lo más
profundo la verdadera razón, la realidad, seguirá intacta.
Y la causa real explotará; no puedes ocultarla, es imposible.
Puedes intentar controlar el sexo pero seguirá circulando
una corriente subterránea de sexualidad que se manifestará
de distintas maneras. Surgirá una y otra vez de todas tus racionalizaciones.
No te voy a aconsejar que hagas ningún esfuerzo por trascenderla.
Lo que te sugiero es todo lo contrario: olvídate de trascenderla.
Sumérgete en ella todo lo que puedas. Mientras haya energía,
profundiza todo lo que puedas, ama todo lo que puedas y haz de todo ello
un arte. No es algo que simplemente haya que hacer; he aquí
todo el significado de convertir el hecho de hacer el amor en un arte.
Hay aspectos sutiles que sólo la gente que se adentre con un gran
sentido estético será capaz de conocer. De lo contrario,
puedes hacer el amor durante toda tu vida y seguir insatisfecho porque
desconoces que la satisfacción es algo estético. Es como
una música sutil que surge en tu alma.
Si a través del sexo entras en armonía, si a través
del amor pierdes la tensión y te relajas, si el amor no consiste
simplemente en un derroche de energía porque no sabes qué
hacer con ella, si no es sólo un alivio sino una relajación,
si te relajas con tu mujer y tu mujer se relaja contigo, si, por unos segundos
o unas horas, te olvidas de quién eres y estás completamente
perdido en el olvido, renacerás más puro, más inocente,
más virgen. Y tendrás una clase diferente de ser, a gusto,
centrado, arraigado.
Si ocurre esto, un día te darás cuenta de que la
corriente ha desaparecido y te ha enriquecido, eres riquísimo.
No sentirás que haya desaparecido. Lo agradecerás porque
ahora se te abren mundos más ricos. Cuando el sexo te abandona se
abren las puertas de la meditación. Cuando el sexo te abandona ya
no intentas perderte en el otro. Te vuelves capaz de perderte en ti mismo.
Surge otro tipo de orgasmo, el profundo orgasmo de ser con uno mismo. Sin
embargo, esto surge sólo a través de ser con el otro.
Uno crece, madura a través del otro; entonces llega un
momento en el que puedes estar solo, inmensamente feliz. Ya no necesitas
a la otra persona, ha desaparecido la necesidad pero has aprendido mucho
de ella. El otro se convierte en un espejo. Tú no has roto el espejo;
has aprendido mucho sobre ti mismo, ya no te hace falta mirar al espejo.
Puedes cerrar los ojos y ver tu rostro. Pero no serías capaz de
ver ese rostro si no hubiera existido un espejo al principio.
Deja que tu mujer sea tu espejo, deja que tu hombre sea tu espejo.
Contempla sus ojos y observa tu rostro, dirígete hacia ella para
conocerte a ti mismo. Llegará un día en que no necesites
el espejo. Sin embargo, no estarás en contra del espejo, le estarás
muy agradecido. ¿Cómo vas a estar en contra de él?
Estarás tan agradecido que ¿cómo vas a estar en contra
de él? Entonces tendrá lugar la trascendencia.
Trascendencia no significa represión. La trascendencia
es un crecimiento natural; creces hacia arriba, vas más allá,
al igual que una semilla rompe y un brote empieza a salir a la tierra.
Cuando desaparece el sexo, la semilla desaparece. Con el sexo eras capaz
de dar la vida a otra persona, a un niño. Cuando desaparece el sexo,
toda la energía te empieza a dar a luz a ti mismo. Esto es lo que
los hindúes han llamado dwija, el que ha nacido dos veces. Un nacimiento
es el que te dieron tus padres, el otro nacimiento todavía está
por venir. Te lo tienes que dar tú mismo. Tienes que ser tu padre
y tu madre.
En ese momento, toda tu energía girará; se convertirá
en un círculo interior. Ahora mismo será difícil para
ti hacer un círculo interior. Será más fácil
conectarla con otro polo —una mujer o un hombre— y de esa manera completar
el círculo. Así puedes disfrutar las bendiciones del círculo.
Pero poco a poco serás capaz de hacer el círculo interior
tú sólo, porque también dentro de ti, tú eres
hombre y mujer, mujer y hombre.
No hay nadie que sea sólo un hombre, ni nadie que sea
sólo una mujer, porque procedes de la comunión entre un hombre
y una mujer. Los dos participaron; tu madre te dio algo, tu padre te dio
algo. Ellos han contribuido en ti al cincuenta por ciento; ambos están
ahí. Existe una posibilidad de que ambos se puedan encontrar dentro
de ti; de nuevo tu padre y tu madre pueden amar; dentro de ti. Entonces
nacerá tu realidad. Una vez se encontraron, cuando nació
tu cuerpo; ahora, si se pueden encontrar dentro de ti, nacerá tu
alma. Eso es lo que significa la trascendencia del sexo: un sexo más
elevado.
Permíteme que te diga una cosa: cuando trasciendes el
sexo, alcanzas un sexo más elevado. El sexo común es vulgar,
el sexo elevado no es vulgar en absoluto. El sexo común se dirige
hacia el exterior, el sexo elevado se dirige hacia el interior. En el sexo
común se encuentran dos cuerpos y el encuentro tiene lugar en el
exterior. En el sexo elevado, tus propias energías internas se encuentran.
No es algo físico, es algo espiritual; es la trascendencia.