EL LIBRO DE LOS SECRETOS -2


Capítulo 6   Estratagemas para Trascender los Sueños

 Pregunta 1

Un amigo ha preguntado:

¿Puedes explicarnos, por favor, cuáles son algunos de los demás factores que pueden ha­cerle a uno consciente mientras está soñando?

 

Esta es una pregunta significa­tiva para todos los que están interesados en la meditación, porque, en realidad, la medita­ción es una trascendencia del proceso de soñar. Estás soñan­do constantemente: no sólo por la noche, no sólo mientras estás dormido; estás soñando todo el día. Esto es lo pri­mero que hay que comprender. Mientras estás despierto todavía estás soñando.

Simplemente cierra los ojos en cualquier mo­mento del día. Relaja el cuerpo y advertirás que los sueños siguen ahí. Nunca desaparecen, tan sólo quedan escondidos por nuestras actividades diarias. Es como las estrellas durante el día. Por la noche puedes ver las estrellas. Durante el día no las puedes ver, pero siempre están ahí. Simple­mente quedan escondidas por la luz del Sol.

Si entras en un pozo profundo, puedes ver las estrellas en el cielo incluso durante el día. Es ne­cesaria una cierta oscuridad para ver las estrellas. Así que entra en un pozo profundo y mira desde el fondo, y podrás ver las estrellas también durante el día. Las estrellas están ahí. No es que por la no­che estén ahí y durante el día no; siempre están ahí. Por la noche las puedes ver fácilmente. Du­rante el día no las puedes ver porque la luz del Sol se convierte en un obstáculo.

Lo mismo sucede con soñar. No es que sólo sueñes cuando estás dormido. Cuando duermes puedes sentir los sueños fácilmente, porque ya no está presente la actividad del día; por eso puedes ver y sentir esa actividad interna. Cuando te le­vantas por la mañana, continúas soñando en tu in­terior mientras empiezas a actuar externamente.

Este proceso de la actividad, de la actividad de cada día, simplemente oculta los sueños. Los sue­ños siguen ahí. Cierra los ojos, relájate en un si­llón, y de pronto lo advertirás: las estrellas están ahí, no se han ido a ninguna parte. Los sueños siempre están ahí. Hay una actividad constante.

Lo segundo... Si los sueños continúan, no se puede decir que estés realmente despierto. Por la noche estás más dormido, durante el día estás me­nos dormido. La diferencia es relativa, porque si los sueños siguen ahí, no se puede decir que estés realmente despierto. Los sueños crean un revesti­miento sobre la consciencia. Este revestimiento se vuelve como humo: estás rodeado por él. No pue­des estar realmente despierto mientras estés soñando, ya sea durante el día o por la noche. Así que lo segundo: sólo se puede decir que estás des­pierto cuando no estás soñando en absoluto.

Llamamos a Buda «el que ha despertado». ¿Qué es este despertar? Este despertar es en realidad

la cesación del sueño interno. No hay ningún sueño por dentro. Estás ahí, pero no hay ningún sue­ño. Es como si no hubiera ninguna estrella en el cielo; se ha vuelto espacio puro. Cuando no hay sueños, te conviertes en espacio puro.

Esta pureza, esta inocencia, esta consciencia sin sueños, es lo que se conoce como iluminación: el despertar.

Durante siglos, la espiritualidad en todo el mun­do, Oriente y Occidente, ha dicho que el hombre está dormido. Jesús lo dice, Buda lo dice, los Upa­nishads hablan de ello: el hombre está dormido. De modo que mientras estás dormido por la no­che, estás tan sólo relativamente más dormido; durante el día estás menos dormido. Pero la espi­ritualidad dice que el hombre está dormido. Esto hay que entenderlo.

¿Qué se quiere decir con eso? Gurdjieff, en este siglo, recalcó este hecho de que el hombre está dormido. «De hecho», dijo, «el hombre es un tipo de dormir. Todo el mundo está profundamen­te dormido.»

¿Por qué dice eso? No sabes, no te acuerdas de quién eres. ¿Sabes quién eres? Si te encuentras con una persona en la calle y le preguntas quién es y no te puede responder, ¿qué pensarás? Pensarás que está loco, o borracho, o simplemente dormi­do. Si no puede contestar quién es, ¿qué vas a pensar de él? En el camino espiritual todo el mun­do está así. No puedes contestar quién eres.

Éste es el primer significado cuando Gurdjieff o Jesús o cualquiera dice que el hombre está dor­mido: no eres consciente de ti mismo. No te cono­ces a ti mismo; nunca te has encontrado a ti mis­mo. Sabes muchas cosas en el mundo objetivo, pero no conoces al sujeto. Tu estado mental es como si hubieras ido a ver una película. La pelícu­la está pasando en la pantalla, y tú te has embebi­do tanto de ella que lo único que conoces es la pe­lícula, la historia, lo que está apareciendo en la pantalla. Entonces, si alguien te pregunta quién eres, no puedes decir nada.

Soñar es sólo la película: ¡sólo la película! Es la mente reflejando el mundo. En el espejo de la mente se refleja el mundo; eso es soñar. Y estás tan involucrado en ello, tan identificado con ello, que te has olvidado completamente de quién eres. Esto es lo que significa estar dormido: el que sue­ña está perdido en el sueño. Lo ves todo excepto a ti mismo, lo sientes todo excepto a ti mismo, lo conoces todo excepto a ti mismo. Esta ignorancia de uno mismo es el dormir. A menos que cese el sueño completamente, no puedes despertar en ti mismo.

Puede que hayas sentido algunas veces, mien­tras veías una película durante tres horas, y de pronto la película se termina y vuelves a ti mismo. Recuerdas que han pasado tres horas, recuerdas que era sólo una película. Notas tus lágrimas..., has estado llorando porque para ti la película era una tragedia, o estuviste riéndote, o estuviste ha­ciendo alguna otra cosa, y ahora te ríes de ti mis­mo. ¡Qué tontería estabas haciendo! Era sólo una película, sólo una historia. No había nada en la pantalla; sólo un juego de luces y sombras, un jue­go eléctrico. Ahora te ríes: has vuelto a ti mismo. Pero ¿dónde estabas durante tres horas?

No estabas en tu centro. Te habías ido comple­tamente a la periferia. Te habías ido allí, donde transcurría la película. No estabas en tu centro, no estabas contigo mismo. Estabas en alguna otra parte.

Esto sucede al soñar: esto es lo que es nuestra vida. La película dura sólo tres horas, pero este soñar está en funcionamiento durante vidas y vi­das y vidas. Incluso si se detiene el sueño de re­pente, no serás capaz de reconocer quién eres. De pronto te sentirás muy inseguro, incluso asustado. Intentarás entrar otra vez en la película, porque eso es lo conocido. Estás familiarizado con ello, estás muy aclimatado a ello.

Para cuando sucede que dejas de soñar, hay un camino, especialmente en el Zen, que se conoce como el camino de la iluminación repentina. Hay técnicas entre estos ciento doce métodos, hay mu­chas técnicas que te pueden dar el despertar re­pentino. Pero puede ser demasiado, y puede que no seas capaz de soportarlo. Puede que explotes. Puede incluso que mueras, porque has vivido so­ñando durante tanto tiempo que no recuerdas quién eres si no estás soñando.

Si todo este mundo desaparece de repente y te quedas solo, te daría un pasmo tan grande que te morirías. Lo mismo sucedería si de pronto desapa­recieran todos los sueños de la consciencia. Tu mundo desaparecerá, porque tu mundo era tu sueño.

No estamos realmente en el mundo. Más bien «el mundo» no se compone de cosas fuera de no­sotros, sino de nuestros sueños. Así es que toda persona vive en su propio mundo de sueños.

Recuerda: no es un mundo de lo que siempre hablamos. Geográficamente lo es, pero psicológi­camente hay tantos mundos como mentes. Cada mente es un mundo. Y si tus sueños desaparecen, tu mundo desaparece. Sin sueños te resulta difícil vivir. Ésa es la razón por la que los métodos re­pentinos no se usan de manera general; sólo se usan los métodos graduales.

Es bueno darse cuenta de esto: la razón de que se usen los métodos graduales no es que sea nece­sario un proceso gradual. Puedes entrar súbita­mente en esa realización en este mismo momento. No hay ninguna barrera; nunca ha habido ninguna barrera. Ya eres esa realización, puedes entrar en este mismo instante. Pero eso puede resultar peli­groso, fatal. Puede que no seas capaz de soportar­lo. Va a ser demasiado para ti.

Estás aclimatado sólo a los sueños falsos. No puedes afrontar la realidad, no puedes entrar en contacto con ella. Eres una planta de invernadero: vives en tus sueños. Te ayudan de muchas formas. No son sólo sueños; para ti son la realidad.

La razón por la que se usan los métodos gra­duales no es que la realización requiera tiempo. ¡La realización no requiere tiempo! La realización no requiere nada de tiempo. La realización no es algo que tenga que ser alcanzado en el futuro, pero con los métodos graduales la alcanzarás en el futuro. Así que ¿qué hacen los métodos gradua­les? En realidad no te están ayudando a «realizar la realización»; te están ayudando a soportarla. Te están haciendo capaz, fuerte, para que cuando su­ceda el suceso lo puedas soportar.

Hay siete métodos por medio de los cuales puedes abrirte paso a la fuerza en la iluminación, inmediatamente. Pero no serás capaz de soportar­lo. Puede que te quedes ciego: demasiada luz. O puede que mueras de repente: demasiada dicha.

Este soñar, este dormir profundo en el que es­tamos, ¿cómo puede ser trascendido? Esta pre­gunta es significativa para trascenderlo: ¿Puedes explicamos, por favor, cuáles son algunos de los demás factores que pueden hacerle a uno cons­ciente mientras está soñando? Hablaré de otros dos métodos, Ayer hablamos de uno. Hoy, otros dos que son aún más fáciles.

Uno es empezar a actuar, a comportarse como si todo el mundo fuera sólo un sueño. Indepen­dientemente de lo que estés haciendo, recuerda que eso es un sueño. Mientras estés comiendo, re­cuerda que eso es un sueño. Mientras estés andando, recuerda que eso es un sueño. Deja que tu mente recuerde continuamente, mientras estés despierto, que todo es un sueño. Éste es el porqué de llamar al mundo maya, ilusión, sueño.

Éste no es un razonamiento filosófico. Desgra­ciadamente, cuando Shankara fue traducido al in­glés, al alemán y al francés, a las lenguas occiden­tales, se sobreentendió que era simplemente un filósofo. Eso ha creado muchos mal entendidos. En Occidente hay filósofos -por ejemplo, Berke­ley- que dicen que el mundo es sólo un sueño, una proyección de la mente. Pero esto es una teoría filosófica. Berkeley lo propone como hipótesis.

Cuando Shankara dice que el mundo es un sueño, no es filosófico, no es una teoría. Shankara lo propone como una ayuda, un apoyo para una meditación específica. Y ésta es la meditación: si quieres recordar mientras estás soñando que eso es un sueño, tendrás que empezar mientras estés despierto. Normalmente, mientras estás soñando no puedes recordar que eso es un sueño; piensas que es una realidad.

¿Por qué piensas que eso es una realidad? Por­que todo el día estás pensando que todo es una rea­lidad. Ésa se ha convertido en la actitud, una actitud fija. Mientras estabas despierto te estabas bañando: era real. Mientras estabas despierto estabas comien­do: era real. Mientras estabas despierto estabas ha­blando con un amigo: era real. Durante todo el día, toda la vida, independientemente de lo que estés pensando, tu actitud es que eso es real. Esto se arraiga; se convierte en una actitud fija de la mente.

De modo que, mientras estás soñando por la noche, sigue funcionando la misma actitud: que eso es real. Así que, primero, analicemos. Debe de haber alguna similitud entre soñar y la realidad; de otra forma, esta actitud sería un tanto difícil.

Te estoy viendo. Entonces cierro los ojos y en­tro en un sueño, y te veo en mi sueño. No hay nin­guna diferencia entre las dos maneras de ver. Cuando te estoy viendo realmente, ¿qué estoy ha­ciendo? Tu imagen se refleja en mis ojos. No te estoy viendo a ti. Tu imagen se refleja en mis ojos, y entonces esa imagen es transformada por medio de procesos misteriosos; y la ciencia aún no está en posición de decir cómo. Esa imagen es transformada químicamente y llevada a alguna parte de la cabeza, pero la ciencia todavía no es capaz de decir adónde, dónde sucede esto exacta­mente. No está sucediendo en los ojos; los ojos son sólo ventanas. No estoy viendo con los ojos, te estoy viendo a través de los ojos.

Te reflejas en los ojos. Puede que seas sólo una imagen; puede que seas una realidad, puede que seas un sueño. Recuerda: los sueños son tridimen­sionales. Puedo reconocer una imagen porque una imagen es bidimensional. Los sueños son tridimensionales, por lo que son exactamente como tú y los ojos no pueden distinguir si lo que han visto es real o irreal. No hay manera de juzgar; los ojos no son el juez.

Entonces la imagen es transformada en mensa­jes químicos. Esos mensajes químicos son como ondas eléctricas; van a alguna parte de la cabeza. Se desconoce aún dónde está el punto en que los ojos entran en contacto con la superficie de ver. Simplemente llegan a mí ondas, y entonces son descodificadas. Entonces las descodifico de nue­vo, y de esta manera sé lo que está sucediendo.

Yo siempre estoy dentro, y tú siempre estás fuera, y no hay ningún encuentro. Por eso, si eres real o sólo un sueño, es un problema. Incluso en este mismo momento, no hay manera de juzgar si estoy soñando o si estás realmente aquí. Escu­chándome, ¿cómo puedes saber que estás escuchán­dome realmente, que no estás soñando? No hay manera. Es por eso que la actitud que mantienes durante todo el día es trasladada a la noche. Y mientras estás soñando, consideras que el sueño es real.

Prueba lo contrario; eso es lo que quiere decir Shankara. Él dice que el mundo entero es una ilu­sión, él dice que el mundo entero es un sueño; re­cuerda esto. Pero somos tontos. Si Shankara dice: «Esto es un sueño», entonces decimos: «¿Qué ne­cesidad hay de hacer nada? Si esto es sólo un sue­ño, entonces no es necesario comer. ¿Para qué se­guir comiendo y pensando que es un sueño? ¡No comas!» Pero entonces, recuerda: cuando tengas hambre, es un sueño. O come, y cuando notes que has comido demasiado, recuerda, es un sueño.

Shankara no te está diciendo que cambies el sueño, recuerda, porque el esfuerzo para cambiar el sueño está basado falsamente, de nuevo, en la creencia de que es real; de otra forma, no hay ne­cesidad de cambiar nada. Shankara está diciendo simplemente que no importa lo que esté pasando, es un sueño.

Recuerda esto: no hagas nada para cambiarlo, tan sólo recuérdalo continuamente. Trata de recor­dar constantemente durante tres semanas que cual­quier cosa que estés haciendo es sólo un sueño. Al principio es muy difícil. Caerás una y otra vez en la vieja pauta de la mente, empezarás a pensar que es una realidad. Tendrás que despertarte a ti mis­mo continuamente para recordarte a ti mismo que «esto es un sueño». Si durante tres semanas pue­des mantener constantemente esta actitud, en la cuarta o quinta semana, cualquier noche, mientras estés soñando, de pronto recordarás que «esto es un sueño».

Ésta es una manera de entrar en los sueños con consciencia, con conciencia. Si puedes recordar por la noche, mientras estás soñando, que eso es un sueño, entonces, durante el día no necesitarás ningún esfuerzo para recordar que eso también es un sueño. Entonces lo sabrás.

Al principio, cuando estés practicando esto, será sólo ficticio. Empiezas simplemente con fe... «Esto es un sueño.» Pero cuando puedas recordar en sueños que eso es un sueño, se volverá real. En­tonces, durante el día, cuando te levantes, no senti­rás que te estás levantando de dormir; sentirás que simplemente estás pasando de un sueño a otro. En­tonces se volverá real. Y si las veinticuatro horas se vuelven un sueño, y puedes sentirlo y recordar­lo, estarás en tu centro. Entonces tu consciencia se habrá convertido en un arco de dos flechas.

Estás sintiendo los sueños, y si los estás sin­tiendo como sueños, empezarás a sentir al que sueña: el sujeto. Si consideras que los sueños son reales, no puedes sentir al sujeto. Si la película se ha vuelto realidad, te olvidas a ti mismo. Cuando la película se termina y sabes que era irreal, tu reali­dad irrumpe, se manifiesta; te puedes sentir a ti mismo. Ésta es una manera.

Éste ha sido uno de los métodos indios más an­tiguos. Por eso hemos insistido en que el mundo es irreal. No lo decimos filosóficamente; no decimos que esta casa es irreal, así que puedes atravesar las paredes. ¡No es eso lo que queremos decir! Cuan­do decimos que esta casa es irreal, es una estrata­gema. No es un argumento contra la casa.

Así que Berkeley propuso que el mundo ente­ro es sólo un sueño. Un día, por la mañana, estaba paseando con Samuel Johnson. Samuel Johnson era un endurecido realista, así que Berkeley dijo: «¿Has oído hablar de mi teoría? Estoy elaborándola. Siento que el mundo entero es irreal, y no se puede probar que es real. Y la carga de probar que lo es recae sobre los que dicen que es real. Yo digo que es irreal; igual que los sueños.»

Johnson no era un filósofo, pero tenía una mente lógica muy astuta. Están en la calle, pasean­do por la mañana en una calle solitaria. Entonces Johnson coge una piedra en la mano y le da un golpe en la pierna a Berkeley. Chorrea la sangre, y Berkeley grita. Johnson dice: «¿Por qué estás gri­tando si la piedra es sólo un sueño? Digas lo que digas, crees en la realidad de la piedra. Lo que di­ces es una cosa, y tu modo de actuar es diferente y contrario. Si tu casa es sólo un sueño, entonces ¿adónde vas a volver? ¿Adónde vas a volver tras el paseo matutino? Si tu esposa es sólo un sueño, no volverás a reunirte con ella.»

Los realistas siempre han argumentado de esta manera, pero no pueden argumentar de esta mane­ra con Shankara, porque la suya no es una teoría filosófica. No está diciendo nada sobre la reali­dad; no está proponiendo nada sobre el universo. Más bien es una estratagema para cambiar tu mente, para cambiar la actitud básica fija de for­ma que puedas mirar el mundo de una manera di­ferente, enteramente diferente.

Esto es un problema, un problema para el pen­samiento indio continuamente; porque para el pensamiento indio todo es sólo una estratagema para la meditación. No nos interesa si es verdade­ro o falso. Nos interesa su utilidad para transfor­mar al hombre.

Esto es enfáticamente diferente a la mente oc­cidental. Cuando ellos proponen una teoría, les preocupa si es verdadera o falsa, si se puede pro­bar lógicamente o no. Cuando nosotros plantea­mos algo, no nos preocupa su verdad; nos interesa su utilidad, nos interesa su capacidad, su capaci­dad para transformar la mente humana. Puede que sea cierto, puede que no sea cierto. En realidad, no es ninguna de las dos cosas: es simplemente una estratagema.

He visto flores afuera. Por la mañana, sale el sol y todo es hermoso. Tú nunca has estado afue­ra, y nunca has visto flores, y nunca has visto el Sol de la mañana. Nunca has visto el cielo abierto; no sabes lo que es la belleza. Has vivido en una prisión cerrada. Quiero guiarte hacia fuera. Quie­ro que salgas bajo el cielo abierto y que veas estas flores. ¿Cómo lo voy a hacer?

Tú no sabes qué son las flores. Si hablo de flo­res, piensas: «Se ha vuelto loco. No hay flores.» Si hablo del sol de la mañana, piensas: «Es un vi­sionario. Ve visiones y sueños. Es un poeta.» Si hablo del cielo abierto, te reirás. Te echarás a reír: «¿Dónde está el cielo abierto? Sólo hay paredes y paredes y más paredes.»

Así que, ¿qué voy a hacer? Debo idear algo que puedas entender y que te ayude a salir, así que digo que la casa está en llamas y empiezo a correr. Se vuelve contagioso: corres detrás de mí y sales. Entonces sabrás que lo que dije no era ni verdade­ro ni falso. Era sólo una estratagema. Entonces verás las flores y me perdonarás.

Buda hacía eso, Mahavira hacía eso, Shiva ha­cía eso, Shankara hacía eso. Podemos perdonarlos­ después. Siempre los hemos perdonado, porque una vez que salimos, sabemos lo que estaban ha­ciendo. Y entonces comprendemos que era inútil discutir con ellos, porque no era cuestión de dis­cutir. No había fuego en ninguna parte, pero sólo podíamos comprender ese lenguaje. La flores sí existían, pero no podíamos comprender el lengua­je de las flores; esos símbolos no tenían sentido para nosotros.

Así que ésa es una manera. Luego hay un se­gundo método en el otro polo. Este método cons­tituye un polo; el otro método es el otro polo de la misma cosa. Un método es para empezar a sentir, a recordar, que todo es un sueño. El otro es no pensar nada sobre el mundo, sino simplemente se­guir recordando que tú eres.

Gurdjieff usó este segundo método. Este se­gundo método procede de la tradición sufí, del Islam. Ellos trabajaron con él muy profundamente. Recuerda: «Yo soy», independientemente de lo que estés haciendo. Estás bebiendo agua, estás co­miendo tu comida; recuerda: «Yo soy.» Continúa comiendo y sigue recordando «yo soy, yo soy». ¡No lo olvides! Es difícil, porque ya piensas que sabes que eres, así que ¿qué necesidad hay de se­guir recordándolo? Nunca lo recuerdas, pero es una técnica muy, muy poderosa.

Cuando camines, recuerda: «Yo soy.» Deja que el caminar continúe, sigue caminando, pero estate continuamente fijo en este autorrecuerdo de «yo soy, yo soy, yo soy». No lo olvides. Me estás escuchando: hazlo aquí. Me estás escuchando. No estés tan fusionado, involucrado, identificado. No importa lo que yo esté diciendo; recuerda, si­gue recordando. Estás escuchando, se suceden las palabras, alguien está hablando, tú eres «yo soy, yo soy, yo soy». Deja que este «yo soy» sea un factor constante de la conciencia.

Es muy difícil. No puedes recordar continua­mente ni siquiera durante un solo minuto. Pruéba­lo. Pon tu reloj ante tus ojos y mira cómo se mue­ven las manecillas. Un segundo, dos segundos, tres segundos... Sigue mirándolo, Haz dos cosas: mira el movimiento de la manecilla que muestra los segundos, y recuerda continuamente «yo soy, yo soy». Con cada segundo, sigue recordando «yo soy». En un plazo de cinco o seis segundos notarás que lo has olvidado. De repente te acordarás de que «han pasado muchos segundos y no he re­cordado que "yo soy"».

Incluso recordarlo por un minuto completo es un milagro. Y si puedes recordarlo por un minuto, la técnica es para ti. Entonces hazla. Por medio de ella serás capaz de ir más allá de los sueños y de saber que los sueños son sueños. ¿Cómo funciona? Si puedes recordar todo el día «yo soy», esto penetrará también en tu dormir. Y cuando estés soñando, recordarás continuamen­te «yo soy». Si puedes recordar «yo soy» en el sueño, de pronto el sueño se vuelve sólo un sueño. Entonces el sueño no puede engañarte, entonces el sueño no puede ser sentido como realidad. Éste es el mecanismo: el sueño se siente como realidad porque te falta el auto recuerdo; te falta «yo soy». Si no hay recuerdo de uno mismo, entonces el sueño se vuelve realidad. Si hay recuerdo de uno mismo, se vuelve sólo un sueño.

Ésta es la diferencia entre el sueño y la reali­dad. Para una mente meditativa, o para la ciencia de la meditación, ésta es la única diferencia. Si eres, entonces toda la realidad es sólo un sueño. Si no eres, entonces los sueños se vuelven realidad.

Nagarjuna dice: «Ahora soy, porque el mundo no es. Cuando yo no era, el mundo era. Sólo uno puede existir.» Eso no significa que el mundo haya desaparecido. Nagarjuna no está hablando de este mundo; está hablando del mundo de los sueños. O tú puedes ser, o los sueños pueden ser: ambos no podéis ser.

De modo que el primer paso será continuar re­cordando «yo soy» constantemente; simplemente «yo soy». No digas «Rama», no digas «Shyam». No utilices ningún nombre, porque tú no eres eso. Usa simplemente yo soy».

Pruébalo en cualquier actividad y siéntelo. Cuanto más real te vuelves dentro de ti, más irreal se vuelve el mundo circundante. La realidad se vuelve «yo», y el mundo se vuelve irreal. El mun­do es real o el «yo» es real: ambos no pueden ser reales. Ahora estás sintiendo que sólo eres un sue­ño; entonces el mundo es real. Cambia el énfasis. Vuélvete real, y el mundo se volverá irreal.

Gurdjieff trabajó con este método continua­mente. Su principal discípulo, P. D. Ouspensky, cuenta que cuando Gurdjieff estaba trabajando con él con este método, y llevaba tres meses practicando continuamente este recuerdo de «yo soy, yo soy, yo soy», después de tres meses, todo se detuvo. Sólo una nota permaneció dentro como una música eterna: «Yo soy, yo soy, yo soy.» Pero entonces esto no era un esfuerzo. Era una activi­dad espontánea que continuaba: «Yo soy.» Enton­ces Gurdjieff le dijo a Ouspensky que saliera de la casa. Durante tres meses, lo había mantenido en la casa y no se le permitía salir.

Entonces Gurdjieff dijo: «Ven conmigo.» Es­taban viviendo en una ciudad rusa, Tiflis. Gurd­jieff le dijo que saliera, y se fueron a la calle. Ous­pensky escribe en su diario: «Por primera vez pude comprender lo que Jesús quería decir cuando dijo que el hombre está dormido. La ciudad entera me pareció como que estaba dormida. La gente se movía dormida; los tenderos estaban vendiendo dormidos; los clientes estaban comprando dormi­dos. Toda la ciudad estaba dormida. Miré a Gurd­jieff: sólo él estaba despierto. La ciudad entera esta­ba dormida. Estaban enfadados, estaban peleando, estaban amando, comprando, vendiendo, haciendo de todo.»

Ouspensky dice: «Ahora podía ver sus rostros, sus ojos: estaban dormidos. No estaban ahí. Falta­ba el centro interno, no estaba allí». Ouspensky le dijo a Gurdjieff: «No quiero volver allí nunca más. ¿Qué le ha sucedido a la ciudad? Todos pare­cen dormidos, drogados.»

Gurdjieff dijo: «No le ha pasado nada a la ciudad, algo te ha sucedido a ti. Has sido desdro­gado; la ciudad es la misma. Es el mismo lugar por el que tú andabas hace tres meses, pero no podías ver que los demás están dormidos porque tú también estabas dormido. Ahora puedes ver porque ha llegado a ti una cierta cualidad de con­ciencia. Con tres meses practicando «yo soy» continuamente, has tomado conciencia en muy pequeña medida. ¡Has tomado conciencia! Una parte de tu consciencia ha ido más allá del sueño. Por eso puedes ver que todo el mundo está dor­mido, muerto, moviéndose, drogado, como hip­notizado.» Ouspensky dice: «No podía soportar ese fenó­meno: ¡todo el mundo dormido! No importa lo que estén haciendo, no son responsables de ello. ¡No lo son! ¿Cómo van a ser responsables?» Vol­vió y le preguntó a Gurdjieff: «¿Qué es esto? ¿Es­toy siendo engañado de alguna manera? ¿Me has hecho algo por lo que la ciudad entera parece dor­mida? No puedo creer lo que veo.»

Pero esto le pasará a cualquiera. Si puedes re­cordarte a ti mismo, sabrás que nadie se está recor­dando a sí mismo, y cada uno sigue moviéndose de esta forma. El mundo entero está dormido. Pero debes empezar mientras estás despierto. En cualquier momento que te acuerdes, empieza «yo soy».

No quiero decir que tengas que repetir las pa­labras «yo soy»; más bien, siéntelo. Dándote un baño, siente «yo soy». Nota el contacto de la du­cha fría, y permítete estar detrás, sintiendo y recordando «yo soy». Recuerda: no estoy diciendo que tengas que repetir verbalmente «yo soy». Puedes repetirlo, pero esa repetición no te dará conciencia. Puede que la repetición cree más sue­ño. Hay muchas personas que siguen repitiendo muchas cosas. Siguen repitiendo «Rama, Rama, Rama...», y si simplemente están repitiendo sin conciencia, entonces este «Rama, Rama, Rama...» se convierte en una droga. Pueden dormir bien gracias a ella.      ­

Por eso Mahesh Yogi tiene tanto atractivo en Occidente, porque está dando mantras para que la gente los repita. Y en Occidente dormir se ha con­vertido en uno de los problemas más serios. El dormir está totalmente alterado. El dormir natural ha desaparecido. Sólo puedes dormir con tranqui­lizantes y drogas; de otra forma, dormir se ha vuelto imposible. Ésta es la razón del atractivo de Mahesh Yogi. Es porque si repites algo constantemente, esa repetición te hace dormir profunda­mente; eso es todo.

De modo que la denominada meditación tras­cendental no es más que un tranquilizante psicoló­gico. No es nada: tan sólo un tranquilizante. Ayu­da, pero es buena para dormir, no para la medita­ción. Duermes bien, dormirás con más calma. Es buena, pero no es para la meditación en absoluto. Si repites una palabra constantemente, crea un cierto aburrimiento, y el aburrimiento es bueno para dormir.

De modo que cualquier cosa monótona, repe­titiva, puede ayudar a dormir. El niño en el útero de la madre duerme continuamente durante nueve meses, y puede que no sepas el porqué de esto. El porqué es solo el «tic-tac, tic-tac» del corazón de la madre. Continuamente suena el latido, el la­tido del corazón. Es una de las cosas más monótonas del mundo. Con el mismo latido repi­tiéndose continuamente, el niño queda narcotiza­do: continúa durmiendo.

Por eso, cuando un niño llora, grita, causa al­gún problema, la madre le pone la cabeza cerca de su corazón. Entonces se siente bien de pronto y se duerme. Se debe de nuevo al latido del corazón. Se vuelve otra vez parte del útero. Por eso, incluso si no eres un niño y tu esposa, tu amada, pone tu cabeza sobre su corazón, te entrará sueño a causa del monótono latido.

Los psicólogos sugieren que si no puedes dor­mir, te concentres en el reloj. Simplemente con­céntrate en el tic-tac, tic-tac del reloj: reproduce el latido del corazón, y te puedes dormir. Cualquier cosa repetitiva servirá.

Así que este «yo soy», este recordar «yo soy», no es un mantra verbal. No es para ser repetido verbalmente: ¡siéntelo! Sé sensible a tu ser. Cuan­do toques la mano de alguien, no toques sólo su mano; siente también tu contacto, siéntete también a ti mismo: que estás aquí en este contacto, total­mente presente. Mientras estés comiendo, no te li­mites a comer; siéntete también a ti mismo co­miendo. Esta impresión, esta sensibilidad debe penetrar cada vez más profundamente en tu mente.

Un día, de pronto, estás despierto en tu centro, funcionando por primera vez. Y cuando el mundo

 

entero se vuelve un sueño, entonces puedes saber que lo que sueñas es un sueño. Y cuando sabes que lo que sueñas es un sueño, los sueños cesan. Sólo pueden continuar si consideras que son reales. Ce­san si se advierte que son irreales.

Y una vez que los sueños cesan en ti, eres un hombre diferente. El hombre viejo está muerto; el hombre adormecido está muerto. Ya no eres el ser humano que eras. Por primera vez, tomas conciencia; por primera vez, en el mundo entero que está dormido, tú estás despierto. Te conviertes en un buda, un ser despierto.

Con este despertar no hay desdicha, después de este despertar no hay muerte, mediante este desper­tar ya no hay miedo. Por primera vez te liberas de todo. Estar libre de dormir, estar libre de soñar, es estar libre de todo. Logras la libertad. El odio, la ira, la avaricia, desaparecen. Te conviertes en puro amor. No es que ames; ¡te conviertes en puro amor!

 

Pregunta 2

 

Una pregunta más; y es relativamente la misma:

Si somos todos actores en una obra teatral que está ya escrita, ¿cómo puede transformarnos la meditación sin que la obra misma contenga un capítulo para nuestra transformación en un momento específico? Y si ese capítulo está ya esperando a desarrollarse a su debido tiempo, ¿por qué meditar? ¿Por qué hacer ningún esfuerzo en absoluto?

 

Esto es lo mismo; contiene la misma falacia. No estoy diciendo que todo esté determinado. No estoy planteando esto como una teoría que expli­que el universo. Es una estratagema.

India siempre ha estado utilizando esta estrata­gema del destino. Esto no quiere decir que todo esté predeterminado. ¡Eso no es en absoluto lo que se quiere decir! La única razón para plantear esto es que, si consideras que todo está predeter­minado, todo se vuelve un sueño. Si consideras las cosas de esta manera, si lo crees así –que todo está predeterminado; que, por ejemplo, te vas a morir en un día específico-, todo se vuelve un sueño. ¡No está predeterminado, no es inamovi­ble! Nadie está tan interesado en ti. El universo es completamente inconsciente de ti y de cuándo te vas a morir. Es algo absolutamente inútil. Tu muerte es irrelevante para el universo.

No pienses que eres tan importante que el uni­verso entero está determinando el día de tu muerte -la hora, el minuto, el momento-, ¡no! Tú no eres el centro. Al universo le da igual que existas o que no existas. Pero esta falacia continúa fun­cionando en tu mente. Es creada en la infancia y se convierte en parte del inconsciente.

Nace un niño. No puede dar nada al mundo, pero tiene que tomar muchas cosas. No puede res­tituir, no puede devolver nada. Es tan impotente: simplemente desvalido. Necesitará comida, necesitará amor, necesitará cobijo, necesitará calor. Todo debe ser provisto.

Una criatura nace absolutamente desvalida, es­pecialmente la criatura del hombre. Ningún animal es tan desvalido. Por eso ningún animal crea una familia: no es necesario. Pero la criatura del hom­bre es tan desvalida, tan absolutamente desvalida, que no puede existir sin que haya una madre que la proteja, un padre, una familia, una sociedad. No puede existir sola. Moriría inmediatamente.

Es tan dependiente... Necesitará amor, necesi­tará comida, lo necesitará todo, y lo pedirá todo. Y la madre dará, el padre dará, la familia dará. El niño comienza a pensar que es el centro del mundo entero. Hay que dárselo todo; sólo tiene que pedirlo. Pedirlo es suficiente; no es necesario nin­gún otro esfuerzo.

De modo que el niño comienza a considerarse a sí mismo el centro, y todo gira en torno a él, para él. La existencia entera parece estar creada para él. La existencia entera estaba esperando a que él llegara y pidiera, y se le satisfará en todo. Es una necesidad que sus exigencias sean satisfechas; sino, morirá. Pero esta necesidad se vuelve muy peligrosa.

Crece con esta actitud de «soy el centro». Lue­go exigirá más. Las exigencias de un niño son muy simples, se pueden proveer. Pero cuando crezca, sus exigencias se volverán más y más complejas. A veces no será posible proveerlas, sa­tisfacerlas. A veces serás absolutamente imposi­ble. Puede que pida la Luna, o lo que se le ocurra...

Cuanto más crezca, más complejas, más impo­sibles se volverán sus exigencias. Entonces se afianza la frustración, y el niño comienza a pensar que ahora lo están engañando. Daba por sentado que era el centro del mundo. Ahora habrá problemas, y con el tiempo será destronado. Cuando se con­vierta en un adulto, estará completamente destro­nado. Entonces sabrá que no es el centro. Pero en lo más hondo, la mente inconsciente sigue pensando en función de que él es el centro.

Viene gente y me pregunta si su destino está determinado. Están preguntando si son tan impor­tantes, tan significativos para este universo que su destino deba estar determinado de antemano. «¿Cuál es mi propósito?», preguntan. «¿Por qué fui crea­do?» Esta tontería infantil de que eres el centro crea este tipo de preguntas, como: «¿Con qué propósito fui creado?»

No eres creado para ningún propósito. Y es bueno que no seas creado para ningún propósito; de otra forma serías una máquina. Una máquina se crea para algún propósito. El hombre no es creado para ningún propósito, para algo; ¡no! El hom­bre es la creación afluente, desbordante. Todo simplemente es. Las flores son y las estrellas son y tú eres. Todo es simplemente un rebasamiento, una alegría, una celebración de la existencia sin ningún propósito.

Pero esta teoría del destino, de la predetermina­ción, es lo que crea problemas, porque la considera­mos una teoría. Pensamos que todo está determina­do, pero nada está determinado. Sin embargo, esta técnica usa esto como estratagema. Cuando decimos que todo está determinado, esto no se te dice como una teoría. El propósito es éste: que si te to­mas la vida como una representación teatral, prede­terminada, entonces se vuelve un sueño. Por ejem­plo, si supiera que tal día, tal noche, iba a hablar contigo, y está predeterminado qué palabras debería emplear tal día, y si es tan inamovible que no se puede cambiar nada -que no puedo pronunciar ni una sola palabra nueva-, entonces de pronto no es­toy relacionado en absoluto con todo ese proceso, porque no soy la fuente de la acción.

Si todo está determinado y cada palabra la va a decir el universo mismo o lo divino o cualquier nombre que elijas, entonces yo ya no soy la fuente de ello. Entonces me puedo volver un observador: un simple observador.

Si consideras que la vida está predeterminada, entonces la puedes observar, entonces no estás invo­lucrado. Si fracasas, estaba predeterminado; si triun­fas, estaba predeterminado. Si ambas cosas están predeterminadas, ambas se vuelven de igual valor: sinónimas. Entonces uno es Ravana, uno es Rama, y todo está predeterminado. Ravana no necesita sentir­se culpable, Rama no necesita sentirse superior. Todo está predeterminado, y sois simplemente acto­res, estáis en un escenario representando un papel.

Darte la sensación de que estás representando un papel, darte la sensación de que esto es sólo una pauta predeterminada que estás cumpliendo, darte esta sensación para que puedas transcenderlo, ésta es la estratagema. Es muy difícil, porque estamos acostumbrados a pensar en el destino como una teoría; no sólo como una teoría, sino como una ley. No podemos comprender esta actitud de tomar es­tas leyes y teorías como estratagemas.

Te lo explicaré. Será útil un ejemplo. Estaba en una ciudad. Se me acercó un hombre; era maho­metano, pero yo no lo sabía, no lo había adverti­do. Y él estaba vestido de forma que parecía hindú. No sólo tenía aspecto de hindú, sino que hablaba como si fuera del tipo hindú. No era del tipo mahometano.

Me hizo una pregunta. Dijo: «Los mahometa­nos y los cristianos dicen que sólo hay una vida.  Los hindúes, los budistas y los jainas dicen que hay muchas vidas: una larga secuencia de vidas, de modo que, a menos que uno se libere, sigue y sigue volviendo a nacer una y otra vez. ¿Y tú que dices? Si Jesús era un hombre iluminado, tiene que haberlo sabido. O Mahoma, o Moisés; ellos también debieron de haber sabido, si eran hom­bres iluminados, que hay muchas vidas y no sólo una. Y si dices que ellos tienen razón, entonces ¿qué pasa con Mahavira, Krishna, Buda y Shan­kara? Una cosa es segura, que todos ellos no pue­den estar iluminados.

»Si el cristianismo tiene razón, entonces Buda está equivocado, entonces Krishna está equivoca­do, entonces Mahavira está equivocado. Y si Ma­havira, Krishna y Buda tienen razón, entonces Mahoma, Jesús y Moisés están equivocados. Así que, dime. Estoy muy perplejo; estoy hecho un lío, confuso. Y los dos no pueden tener razón. ¿Cómo van a tener razón los dos? O hay muchas vidas o hay una. ¿Cómo van a tener razón los dos?» Era un hombre muy inteligente, y había es­tudiado muchas cosas, así que dijo: «No te puedes escapar y decir que ambos tienen razón. Los dos no pueden tener razón. Es así lógicamente: los dos no pueden tener razón.»

Pero yo le dije: «Esto no tiene que ser así; tu enfoque es absolutamente erróneo. Ambas postu­ras son estratagemas. Ninguna de las dos tiene ra­zón, ninguna de las dos está equivocada: ambas son estratagemas.» Le resultó imposible compren­der lo que quería decir con estratagema.

Mahoma, Jesús y Moisés estaban hablando a un tipo de mente, y Buda, Mahavira, Krishna esta­ban hablando a un tipo de mente muy diferente. En realidad hay dos religiones básicas: la hindú y la judía. De modo que todas las religiones nacidas de India, todas las religiones nacidas del hinduismo, creen en la reencarnación, en muchos nacimientos; y todas las religiones nacidas del pensamiento ju­dío -el mahometanismo, el cristianismo- creen en una vida. Éstas son dos estratagemas.

Intenta comprenderlo. Como nuestras mentes están fijas, consideramos las cosas como teorías, no como estratagemas. De modo que muchas ve­ces viene gente a mí y me dice: «Un día dijiste que esto está en lo cierto, y otro día dijiste que aquello está en lo cierto, y ambos no pueden estar en lo cierto.» Por supuesto que ambos no pueden estar en lo cierto, pero nadie está diciendo que ambos estén en lo cierto. No me interesa en absoluto cuál está en lo cierto y cuál está equivocado. Sólo me interesa qué estratagema funciona.

En India usan esta estratagema de las muchas vidas. ¿Por qué? Hay muchas cuestiones. Todas las religiones nacidas en Occidente, en particular del pensamiento judío, eran religiones de los po­bres. Sus profetas eran incultos. Jesús no era cul­to, Moisés tampoco. Eran todos ellos incultos, poco sofisticados, simples, y estaban hablando con masas que no eran sofisticadas en absoluto, que eran pobres; no eran ricas.

Para un pobre, una vida es más que suficiente, ¡más que suficiente! Está pasando hambre, mu­riéndose. Si le dices que hay tantas vidas que se­guirá naciendo y volviendo a nacer, que se move­rá en una rueda de mil y una vidas; el pobre se sentirá frustrado. «¿Qué estás diciendo?», pregun­tará un pobre. «Una vida es demasiado, así que no hables de mil y una vidas, de un millón de vidas. No digas eso. Danos el cielo inmediatamente después de esta vida.» Dios puede ser real sólo si se puede alcanzar después de esta vida, inmediata­mente.

Buda, Mahavira y Krishna estaban hablando a una sociedad muy rica. Hoy en día resulta difícil de comprender, porque toda la rueda ha girado. Ahora Occidente es rico y Oriente es pobre. Entonces Oc­cidente era pobre y Oriente era rico. Todos los avataras hindúes, todos los tirthankaras -maestros mundiales- de los jainas, todos los budas -seres despiertos -, todos ellos eran príncipes. Pertene­cían a familias reales. Eran cultos, instruidos, refi­nados en todos los aspectos. No puedes refinar más a Buda. Era absolutamente refinado, culto, instrui­do; no se puede añadir nada. Incluso si Buda vinie­ra hoy, no se podría añadir nada.

Así es que estaban hablando a una sociedad que era rica. Recuerda: para una sociedad rica los problemas son diferentes. Para una sociedad rica, el cielo no tiene significado. Para una sociedad po­bre, el cielo es muy significativo. Si la sociedad está viviendo en el cielo, el cielo pierde sentido, así que no puedes proponerlo. Ni puedes crear un deseo ardiente de hacer algo para lograr el cielo; ya están en él..., y aburridos.

Así es que Buda, Mahavira y Krishna no ha­blan del cielo, sino de la libertad. No hablan de un mundo placentero en el más allá; hablan de un mundo transcendental, en el que no hay ni dolor ni placer. El cielo de Jesús no los habría atraído: ya estaban en él.

Y, en segundo lugar, para un rico, el verdadero problema es el aburrimiento. A un pobre, prométe­le placer en el futuro. Para un pobre, el sufrimiento es el problema. Para un rico, el sufrimiento no es el problema; para un rico, el aburrimiento es el problema. Está aburrido de todos los placeres.

Mahavira, Buda y Krishna..., todos ellos usa­ron el aburrimiento, y dijeron: «Si no haces nada, vas a nacer una y otra vez. Esta rueda se moverá. Recuerda, se repetirá la misma vida. El mismo sexo, la misma riqueza, la misma comida, los mis­mos palacios una y otra vez: mil y una veces te moverás en círculo.»

Para un hombre rico que ha conocido todos los placeres, esto no es una buena perspectiva, esta repetición. La repetición es el problema. Ése es el sufrimiento para él. Quiere algo nuevo, y Mahavi­ra y Buda dicen: «No hay nada nuevo. Este mun­do es viejo. No hay nada nuevo bajo el Sol, todo es viejo. Ya has probado todas estas cosas antes, y seguirás probándolas. Estás en una rueda que gira. Transciéndela, salta fuera de la rueda.»

Para un rico, sólo si creas una estratagema que intensifique su sensación de aburrimiento puede ir hacia la meditación. Para un pobre, si hablas de aburrimiento estás diciendo cosas sin sentido. Un pobre nunca está aburrido, ¡nunca! Sólo un rico está aburrido. Un pobre nunca se aburre; siempre está pensando en el futuro. Algo sucederá y todo estará bien. El pobre necesita una promesa, pero si la promesa está lejísimos, pierde su sentido. Debe ser inmediata.

Se cuenta que Jesús dijo que «en el transcurso de mi vida, en el transcurso de tu vida, verás el reino de Dios.» Esta afirmación ha obsesionado a toda la cristiandad durante veinte siglos, porque Jesús dijo: «En tu vida, inmediatamente, vas a ver el reino de Dios.» Y el reino de Dios ni siquiera ha llegado todavía, así que ¿qué quería decir? Y dijo: «El mundo se va a acabar pronto, ¡así que no pier­das el tiempo! Queda poco tiempo.» Jesús dijo: «Queda muy poco tiempo. Es de tontos perderlo. El mundo se va a acabar inmediatamente y ten­drás que rendir cuenta de ti mismo, así que arre­piéntete.»

Jesús creó una sensación de urgencia mediante el concepto de una vida. Él sabía, y Buda y Maha­vira también sabían. No se dice lo que sabían. Se conoce lo que ingeniaron. Esto era una estratage­ma para crear inmediatez, urgencia, para que empezaras a actuar.

India era un país viejo, rico. No era cuestión de urgencia en promesas para el futuro. Sólo había una forma posible de crear urgencia, y era crear más aburrimiento. Si un hombre siente que va a nacer una y otra vez, una y otra vez, infinitamen­te, hasta lo infinito, viene inmediatamente y pre­gunta: «¿Cómo liberarse de esta rueda? Esto es demasiado. Ya no puedo seguir más, porque ya conozco todo lo que puede conocerse. Si esto se va a repetir, es una pesadilla. No quiero repetirlo, quiero algo nuevo.»

De modo que Buda y Mahavira dicen: «No hay nada nuevo bajo el Sol. Todo es viejo y una repetición. Y has repetido durante muchísimas vi­das, y seguirás repitiendo durante muchísimas vidas. Guárdate de la repetición, guárdate del abu­rrimiento. Da un salto.»

La estratagema es diferente, pero el propósito es el mismo. ¡Da un salto! ¡Muévete! ¡Transfór­mate a ti mismo! Seas lo que seas, transfórmate a ti mismo de ello.

Si consideramos las afirmaciones religiosas como estratagemas, entonces no hay contradic­ción. Entonces Jesús y Krishna, Mahoma y Maha­vira, quieren decir lo mismo. Crean diferentes rutas para personas diferentes, diferentes técnicas para mentes diferentes, diferentes alicientes para actitudes diferentes. Pero no se trata de principios por los que luchar y discutir. Son estratagemas para ser usadas, transcendidas y tiradas.

Esto es todo por hoy.

 


 

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