23 de Octubre de 1974
LA REALIDAD está justo ahí siempre esperando cerca de
tu corazón, cerca de tus ojos, cerca de tus manos. Puedes tocarla,
puedes sentirla, puedes vivirla; pero no puedes pensarla. Se puede ver,
se puede sentir, se puede tocar; pero no se puede pensar.
Intenta entender la naturaleza del pensamiento. El pensamiento siempre
es acerca de, nunca es directo. Puedes ver la realidad, pero si piensas
en ella tendrá que ser acerca de y ese «acerca de» es
la trampa, porque cuando piensas acerca de algo ya te has alejado de ello.
«Acerca de» quiere decir indirectamente. «Acerca de»
quiere decir que no verás la flor aquí y ahora, que pensarás
acerca de ella, y ese «acerca de» se convertirá en una
barrera. A través de este «acerca de» nunca llegarás
a esta flor.
Ver es algo directo, tocar es algo directo; pero pensar es algo indirecto.
Es por eso que el pensar no toca la realidad. Un amante puede conocer la
realidad, hasta un bailarín puede conocerla, un cantante puede sentirla,
pero un pensador, sigue sin tocarla.
He
oído
acerca
de
un
filósofo
judío.
Él
era
un
campesino
ordinario
pero
muy
filosófico.
Se
llamaba
Yossel.
Pensaba
acerca
de
todo,
como
suelen
hacer
los
filósofos.
Le
era
muy
difícil
hacer
nada
porque
el
pensar
llenaba
todo
su
tiempo,
y
cuando
por
fin
estaba
listo
ya
había
pasado
la
oportunidad.
Una
vez
fue
al
mercado
de
una
aldea
cercana,
para
vender
su
trigo.
Le
dijo
a
su
esposa:
«En
cuanto
haya
vendido
el
trigo,
te
mandaré
un
telegrama».
Vendió
el
trigo
obteniendo
una
gran
ganancia,
y
luego
fue
a
mandar
el
telegrama;
fue
a
la
oficina
de
correos,
relleno
el
impreso
de
envío,
y
empezó
a
pensar
en
que
poner.
Escribió:
«Trigo
vendido
provechosamente.
Llego
mañana.
Amor
y
besos,
Yossel».
Entonces
empezó
a
pensar,
y
pensó:
«Mi
esposa
se
va
a
creer
que
me
he
vuelto
loco.
¿Por
qué
“provechosamente”?
¿Acaso
vendería
el
trigo
con
pérdidas?».
Así
que
tachó
la
palabra
“provechosamente”.
Entonces
se
preocupó
más
aún,
porque
si
había
cometido
un
error
con
una
palabra,
puede
que
hubiera
cometido
otros
errores.
Así
que
volvió
a
leerlo
parándose
a
pensar
en
cada
palabra.
Y
pensó:
«¿Por
qué
poner:
“llego
mañana”?.
¿Acaso
voy
a
regresar
el
mes
que
viene?
¿El
año
que
viene?
Ella
ya
sabe
que
voy
a
regresar
tan
pronto
como
haya
vendido
el
trigo».
Así
que
tachó
las
palabras
“llego
mañana”.
Más
tarde
pensó:
«Mi
esposa
también
sabe
que
he
venido
a
vender
el
trigo,
¿entonces
para
que
escribir:
“Trigo
vendido”?
Y
también
tachó
eso.
Entonces
se
echó
a
reír
y
dijo:
«Le
estoy
escribiendo
a
mi
propia
esposa,
¿para
qué
le
voy
a
poner
“amor
y
besos”?
¿Acaso
le
estoy
escribiendo
a
la
esposa
de
otro?
¿Acaso
es
su
cumpleaños
o
algo
por
estilo?».
Y
también
tachó
eso.
Ya
sólo
quedaba
su
nombre:
Yossel.
Y
se
dijo
a
sí
mismo:
«¿Yossel,
te
has
vuelto
loco?
Tu
mujer
ya
sabe
tu
nombre».
Así
que
rompió
el
telegrama,
contento
de
haberse
ahorrado
un
dinerillo
y
algunas
palabras
sin
sentido.
Pero así es como son las cosas: si vas pensando «acerca
de», te pierdes la vida entera; poco a poco vas tachándolo
todo. Y al final hasta tú acabas tachado; no solamente quedan tachadas
las palabras, si no que al final hasta tú quedas tachado. El pensar
se convierte en humo; todo se vuelve humo y se acaba.
Hacer algo se vuelve imposible; ni siquiera puedes mandar un telegrama.
La acción se vuelve imposible porque es algo directo y el pensar
es algo indirecto. Nunca se encuentran.
Este es el problema en el mundo. La gente que piensa, nunca actúa;
y los que no piensan, actúan. El mundo es un caos. Los estúpidos
continúan actuando porque nunca piensan, se meten de cabeza en todo.
Los Hitlers, los Napoleones, los Maos, siempre están haciendo cosas,
y la gente sabia, los llamados pensadores; Aristóteles, o Kant,
o Hegel; siempre están pensando, y nunca hacen nada.
El problema para un hombre que busca la realidad es como parar el circulo
vicioso del pensar, y aún así ser consciente. Porque los
estúpidos tampoco piensan, pero no son conscientes. Sé consciente;
la energía que va al pensar tiene que volverse consciencia. La consciencia
que se mueve en un círculo vicioso al pensar tiene que conservarse,
tiene que purificarse. El pensar tiene que parar, el girar de la consciencia
tiene que parar, pero la consciencia no. La consciencia tiene que cristalizarse
y la acción tiene que permanecer, la acción no debe parar.
Al unir la consciencia y la acción inmediatamente alcanzas la
realidad. Y no sólo tú; sino que crearás una situación
en la que otros también podrán encontrar la realidad. Te
convertirás en el ambiente, en el clima alrededor del cual las cosas
empezarán a ocurrir. Esto es lo que ocurrió con Budha, con
Sosan, con Chuang Tzu.
Recuerda: la acción es buena; el pensar es un círculo
vicioso, nunca te lleva a ninguna parte. Así que hay que dejar de
pensar pero no de actuar. Hay gente que continuará pensando; dejará
de hacer. Eso es lo que ocurre cuando una persona renuncia a la vida, se
va al bosque, a los Himalayas. Renuncia a la acción, no al pensar.
Renuncia al mundo en el que se necesita la acción. Renuncia a la
propia realidad, porque es a través de la acción que te pones
en contacto con la realidad. Ver es una acción, moverse es una acción,
danzar es una acción, pintar es una acción. Cuando haces
cualquier cosa, sea lo que sea, te pones en contacto con la realidad.
Tienes que volverte cada vez más sensible en tu hacer. No hay
que renunciar a la acción; la acción tiene que estar totalmente
presente, porque ese es el puente a través del cual tú te
mueves en la realidad y la realidad se mueve en ti. Intenta comprenderlo,
porque esto es algo muy básico; básico para mí: renuncia
al pensar, no renuncies a la acción.
Hay gente que piensa y piensa, hay gente que renuncia a actuar. ¿Pero
qué van a hacer en los Himalayas? Allí toda la energía,
al no ser usada en la acción, se irá al pensamiento. Se harán
grandes filósofos. Pero la filosofía es una tierra de tontos;
se vive en palabras, no en realidades. El amor desaparece, sólo
queda la palabra «amor». Dios desaparece, él estaba
en los campos, en el mercado, en el mundo, y ahora tan sólo queda
la palabra «Dios». Las acciones desaparecen y sólo quedan
los conceptos. Tu cabeza se convierte en todo tu ser.
Evítalo. Nunca renuncies a la acción, renuncia solamente
al pensar. Pero si renuncias al pensar cabe la posibilidad de que te vuelvas
inconsciente o de que te conviertas en un estúpido. Puede que empieces
a hacer cualquier cosa, puesto que ahora no sabes que hacer, y tampoco
piensas. Puedes volverte loco. Uno tiene que renunciar a pensar, pero no
tiene que hacerse menos consciente, más inconsciente. Al contrario,
tienes que hacerte más consciente.
En esto consiste todo el arte de la meditación: en cómo
estar totalmente en la acción, cómo renunciar al pensar,
cómo convertir la energía que se iba en pensar en consciencia.
Va a ser algo muy delicado y sutil, porque si das un sólo paso
en falso caerás en la ignorancia infinita.
ES FÁCIL dejar de pensar, pero entonces te dormirás. Esto
es lo que ocurre cada día en los momentos de sueño profundo:
renuncias, dejas de pensar; pero entonces dejas de estar presente, abandonas
la consciencia. Tu consciencia se ha identificado enormemente con el pensar,
así que, siempre que dejas de pensar, caes en coma.
Y ese es el problema. Uno tiene que dejar de pensar y al mismo tiempo
no caer en coma, porque el coma no te llevará a la realidad. Al
volverte inconsciente no vas a la realidad, simplemente te duermes: el
consciente se ha disuelto en el inconsciente. Y tiene que ocurrir justo
lo contrario: el inconsciente tiene que disolverse en el consciente. Si
el consciente cae en el inconsciente, tú caes en un coma, y si el
inconsciente penetra en el consciente y se convierte en el propio consciente,
te iluminas, te conviertes en un Budha, en un Sosan.
Y es muy fácil ayudar a la consciencia a que caiga en la inconsciencia,
porque la consciencia es una parte muy pequeña. Una décima
parte de tu ser es consciente, y las nueve partes restantes son inconscientes.
Sólo una pequeña parte se ha vuelto consciente, y hasta esa
parte está siempre oscilando. Puede caer en cualquier momento, es
muy fácil.
Así es como ocurre cuando te intoxicas: tomas alcohol, y la
consciencia cae en la inconsciencia. De ahí la atracción
hacia el alcohol a través de todos los tiempos y en toda clase de
climas y países. Esto es lo que ocurre cuando tomas cualquier droga:
la consciencia cae en la inconsciencia.
Es hermoso porque se deja de pensar. Dormir es hermoso, tienes muchos
sueños. Y si eres un buen soñador entonces la droga te dará
hermosos sueños; fantásticos, más coloridos que cualquier
otro sueño, más luminosos. Te vas al paraíso, al mundo
de los sueños, pero no vas a la realidad.
El LSD, la marihuana, la mezcalina o cualquier otra droga, solamente
te producen un buen dormir, y al dormir bien, sueñas. Esos sueños
están llenos de color, y tu vida es tan pobre y está tan
llena de sufrimiento que prefieres vivir esos sueños a vivir en
esta miserable vida. Preferirías (si esta fuera la única
elección) vivir en un hermoso sueño antes que vivir en esta
vida miserable. Esta vida es como una pesadilla. Aunque lo único
que te de la droga sea un sueño luminoso, lleno de color, tridimensional,
¿por qué no tomarla? Porque ¿qué hay en esta
vida? Y como la vida es tal caos prefieres los sueños.
Las drogas, el alcohol, o cualquier otra clase de intoxicantes, han
sido usados siempre por la gente religiosa. Pero a través de ellos
nunca se alcanza la realidad. A través de ellos caes en un estupor,
en un coma. Y en este coma puedes soñar.
Y si has estado pensando mucho en Dios, puedes ver a Dios, porque puedes
proyectar tus propios sueños. Los sueños se pueden guiar,
dirigir. Si has estado pensando mucho en Cristo, entonces bajo la influencia
de la droga se te aparecerá Cristo. Es tu propia mente jugando contigo.
Si has estado muy apegado a Krishna entonces ahí estará él,
de pie, con la flauta en sus labios, bailando y cantando. Si un hindú,
un devoto de Krishna, toma LSD, verá a Krishna, y un cristiano verá
a Jesús, y un budista a Budha; pero eso tan sólo son proyecciones
de la mente.
La realidad es miserable pero no persigas sueños, porque si
eso es lo que quieres sólo hay una manera de hacerlo: ayudar a la
consciencia a volverse inconsciente de nuevo.
Una pequeña parte ha salido de la inconsciencia, y esa es la
belleza del ser humano. La agonía y el éxtasis de haberse
convertido en una isla en medio de la inmensidad de la inconsciencia, pero
esta es su belleza. Esta isla tiene que crecer más y más
hasta convertirse en un continente. A través de las drogas se sumergirá
de nuevo bajo el agua, vivirás de nuevo como los animales, o como
los árboles; hermosos en sí mismos, pero no digno de ti,
porque de esta forma pierdes mucho. Y podrías haber alcanzado la
realidad; esta isla podría haberse convertido en un continente.
Pero esto no ocurre solamente con las drogas; existen también
otros medios sutiles para hacer que el consciente se vuelva inconsciente.
Por ejemplo a través de la música, a través de cánticos.
Si repites un mantra continuamente te dormirás, porque cualquier
cosa monótona te llevará al coma.
Existen medios sutiles, aparentemente diferentes a las drogas. Se usan
en todos los templos, en todas las iglesias; y en los templos y en las
iglesias están en contra de las drogas, sin darse cuentas de lo
que están haciendo. También allí se está usando
una droga muy sutil, no tan burda como el LSD o la marihuana, pero aún
así es una droga; porque al repetir una cierta palabra continuamente,
te produce sueño, no puede darte otra cosa.
Te relajas. El mismo canturreo te produce un profundo aburrimiento.
Al repetir la misma palabra (ram, ram, ram) una y otra vez... ¿Que
otra cosa podría ocurrir? Porque la mente solamente permanece atenta
si ocurre algo nuevo, si no la mente se va a dormir. Si está ocurriendo
algo nuevo, la mente está alerta. Si no ocurre nada nuevo, sólo
ram, ram, ram, un canturreo, y tú sabes que va a seguir así,
infinitamente, la mente empieza a dormirse.
Todas las madres lo saben. Cuando el niño no se duerme le repiten
algún estribillo, muy simple, de dos o tres palabras, y lo repiten
una y otra vez; una canción de cuna. Se convierte en un mantra y
el niño se duerme. A la mente le ocurre lo mismo (no importa que
seas un niño o un anciano) a la mente se la pone a dormir con canciones
de cuna, pero el proceso es el mismo.
Hay que parar el pensar, pero no volviéndose inconsciente. Hay
que parar el pensar haciéndose más consciente, más
alerta, más atento, dándose uno más cuenta, para que
la energía que se pone en el pensar se mueva hacia ser consciente,
y surja en ti un testigo. Así que recuerda, no hay que parar el
pensar a través de cánticos, sino convirtiéndose en
un testigo del proceso del pensar; mirándolo, observándolo,
siendo un observador en la distancia, siendo alguien que observa desde
lo alto, desde la colina, mirando, viendo...
Si miras y penetras profundamente en las palabras, empezarán
a desaparecer. Se formará un lapso, un intervalo. Las nubes desaparecerán
y se verá el cielo azul. Entonces estarás alerta, sensible;
no en coma. Se disolverá más inconsciencia en la consciencia;
tu llama crecerá, más alta, más viva, y podrás
ver más, tocar más, oler más. Y tus acciones desarrollarán
una nueva cualidad, la cualidad de la divinidad.
Cuando un Budha te toca, su forma de tocar es diferente. Tú
también tocas, también tú sientes algunas veces la
diferencia. Tocas a un hombre de una forma casual, le das la mano pero
él no está presente. Sientes que su mano está muerta,
cerrada; te saluda con una mano muerta. Puedes sentir que te han dado la
mano pero que no te la han dado. Que ha sido algo diplomático. La
mano no estaba viva, no tenía calor, no se encontraba y se fundía
con la tuya. En cambio otras veces te dan la mano con amor, y entonces
hay una fusión, la energía fluye a través de esa mano,
es una apertura. A través de la mano el ser viene a encontrarse
contigo. Es cálida, está viva, confía en ti.
Cuando un Budha te toca, es absolutamente distinto, la cualidad ha
cambiado. Porque siempre que la consciencia es total, absoluta, todas las
acciones se vuelven totales. Cuando él toca, todo su ser se convierte
en tacto. No es ninguna otra cosa. Todo su ser está en el tacto,
todo su ser fluye en él. No está en ningún otro lugar
más que en el tacto.
En ese momento él no es ni ojos ni oídos; en ese momento
todo su ser se transforma en tacto. Se vuelve todo tacto, y tú te
sentirás iluminado a través de su tacto; una energía
se ha movido en ti. Si no estás preparado para ello puede que hasta
te disturbe. Si estás preparado, entonces lo disfrutarás,
te maravillará.
Cuando un Budha te mira todo su ser se convierte en ojos. No puede
ser de otra manera, porque él no está dividido en su interior.
Cuando tú miras, tu miras y a la vez haces muchas otras cosas. El
pensar prosigue, y por eso tú estás dividido. Tus ojos no
son totales.
Cuando un Budha te mira sus ojos son totales. Son como un sol brillante.
Te penetran, hacen un agujero en tu ser, van directamente a tu corazón.
Si le dejas, nunca serás el mismo otra vez. O por el contrario,
puedes permanecer cerrado y él no podrá penetrarte. Aunque
te toque, tocará un cadáver; puedes quedarte cerrado.
Cuando la consciencia está presente, y hay acción, la
consciencia y la acción se vuelven una totalidad.
Ahora intenta comprender estas palabras, son muy hermosas.